Seguramente
Opinión
25 Aug 2023. Actualizado a las 10:42 h.
Lo que hemos vivido en los últimos días es, seguramente (parafraseando a Rubiales), una muestra clara de la sociedad que somos. Podemos enorgullecernos como país ya que hemos aguantado la ola mundial de carácter populista y reaccionaria que está poniendo en el poder a personas intolerantes y a los que les sobra la mitad de sus conciudadanos. Es de celebrar que Alberto Núñez Feijoo, al que nadie le ha negado ser el vencedor en votos y en escaños el 23 de julio, no vaya a tener posibilidad alguna de llevar a buen puerto el encargo que le ha realizado el Jefe del Estado para formar el próximo gobierno español, porque significará que Vox se quedará sin presencia en el Consejo de Ministros. Pero aunque es todo un alivio, ello no quiere decir que esté todo hecho y conseguido.
A miles de kilómetros de distancia (concretamente en Australia) 23 deportistas hicieron historia. La Selección Española de Fútbol Femenina venció a la toda poderosa Inglaterra. A todas y todos nos hicieron sentir orgullosos de su hazaña en el Mundial y muy felices por representar la España que queremos y en la que creemos. Su éxito, además, ha honrado a miles de mujeres que también lo intentaron y no obtuvieron el mismo resultado y la victoria en la final estoy convencido de que se traducirá en abrir un camino esperanzador hacia la igualdad para que muchas niñas, al preguntarles qué quieren ser de mayor, anhelen ser futbolistas sin ser mal vistas ni criticadas, además de participar y de jugar en los patios de los colegios durante los recreos.
Pero algo tan bonito, tan admirable, tan difícil de conseguir por todos los sacrificios y zancadillas, se vio ensombrecido por el maldito machismo. No era ninguna novedad relacionar a Luis Rubiales con la palabra escándalo, pero está claro que el presidente de la Real Federación Española de Fútbol ha sabido rodearse, seguramente, de gente que puede controlar y dominar (solo así que entiende que no haya dimitido aún, o al menos a las horas en las que estoy escribiendo este artículo) para aferrarse al puesto. Las imágenes que conocemos a través de fotografías y vídeos una vez terminado el partido del pasado domingo son inadmisibles, inaceptables e incluso delictivas, porque desde el 7 de octubre de 2022, fecha en la que entró en vigor la llamada ‘ley del sólo sí es sí’, su acción (besar, sin consentimiento, a la jugadora Jenni Hermoso) está considerada como una agresión sexual.
Debo decir que las mujeres de la Selección merecen todo mi apoyo ante la injusticia de que su triunfo se haya visto afectado por culpa de este sinvergüenza, pero también les quiero trasladar mi aplauso por ver que sus luchas las han sabido gestionar de manera unida (a través de sindicatos, primero mediante huelgas en las que exigían mejorar sus condiciones a través del convenio colectivo y, tras lo ocurrido el pasado domingo, para realizar todos los posicionamientos públicos de Jenni Hermoso).
Los medios de comunicación deben hacer una reflexión profunda de lo que han ido haciendo estos días a través de diferentes publicaciones. Algunos, como ‘Relevo’ (que no lo conocía hasta ahora) han hecho un trabajo excelente, actuando con rigor y contrastando todas las noticias (desvelaron que las palabras atribuidas a Jenni Hermoso nunca las dijo y que la Federación las envió al negarse la jugadora y la capitana del equipo a aparecer en el patético video en el que Rubiales pidió, a su manera y con la coletilla de «seguramente», disculpas en un pasillo del aeropuerto de Doha), pero otros han violado todos los códigos deontológicos (desde poner el foco a veinticuatro horas de la final en el mérito del seleccionador a considerar de «beso efusivo» una imagen en la que se ve a un hombre agarrando la cabeza de una mujer para besarle en la boca sin su consentimiento y con el agravante de que él es el jefe de ella).
No suelo seguir tertulias deportivas, pero esta semana he hecho un esfuerzo por escuchar en las radios y ver en las televisiones algunos debates, y debo decir que es preocupante la difusión de algunas opiniones, porque lejos de censurar comportamientos machistas repudiables, en varios casos esas personas restan importancia a lo ocurrido. Es verdad que a medida que han pasado los días ha habido gente que ha evolucionado su discurso (que les honra también, aunque en algunos casos no tengo claro que sea por convencimiento, pero bueno, vamos a aceptar que todos tenemos derecho a equivocarnos y a rectificar nuestras palabras), pero no son pocas las personas que le quitan hierro al tema y empatizan y justifican el comportamiento de Rubiales (porque acaba de ganar un título mundial y al ser tan impulsivo le lleva a actuar así, e incluso consideran que la dimensión de la polémica se debe a la presión de los partidos políticos que se han metido por el medio porque interesa acabar con Rubiales por quedar bien ante la incertidumbre política en los próximos meses).
En las ondas hemos escuchado en una emisora a un veterano narrador de partidos del Real Madrid y de la Selección Española (masculina) decir (tras escuchar a Rubiales decir que las críticas parten de «idiotas», «tontos del culo» y «pringaos») que quienes alzan la voz son aquellas a las que Rubiales no las ha besado nunca (luego por X [antiguo Twitter] le pareció oportuno señalar que «vivimos en un país de inquisidores donde si piensas diferente te lapidan»). En uno de los diarios deportivos hemos leído en portada que Jenni Hermoso «deja caer» a Rubiales. El día anterior a la final, los dos periódicos deportivos de Madrid consideraron que era una buena idea que la portada de ambos diarios fuera destacar el trabajo del entrenador en vez del de las jugadoras. Seguramente no haya ejemplo más claro de que todo lo que ha rodeado a este tema requiere una autocrítica severa en el periodismo, y especialmente en el que concierne al deportivo.
En general, cuando hay un caso de racismo en un estadio (como los que ha sufrido vergonzosamente Vinicius), todos los jugadores, clubes y hasta la propia patronal (La Liga) censuran, condenan y protestan por estos comportamientos. ¿Por qué con Jenni Hermoso no ha existido un goteo de comunicados censurando lo ocurrido? ¿Por qué apenas hay reacciones de solidaridad con la jugadora por parte de futbolistas de primera, segunda y demás divisiones? ¿Por qué los entrenadores que han expresado su punto de vista han sido muy suaves? Aunque parezca duro decirlo, seguramente merece la pena que ocurran crisis de este tipo para despertar y entender cómo funciona desgraciadamente el mundo.
Tanto silencio y tibieza solamente se justifica en quién tiene el poder, porque si no hubiera ningún riesgo a posibles consecuencias no tendría sentido mirar para otro lado. Uno de los sentimientos de las y los humanos es el miedo, y es natural que ante una situación difícil sea complicado exponer tu criterio, pero también argumentar que no puedes condenar una acción machista en un estado democrático como el nuestro nos sitúa en una triste controversia. Para otro día cabría hablar de más injusticias, como la prohibición que se estableció en el Mundial de usar en los brazaletes la bandera LGTBI o que la remuneración económica que se llevarán las jugadoras de la Selección es significativamente menor a la que consiguieron sus homólogos masculinos en 2010. Y qué decir de Álvaro Martín y de María Pérez, que pese a llegar a lo más alto en el Mundial de Atletismo de Budapest, sus merecidos triunfos han quedado totalmente difuminados por algo que no debería haber pasado (termino este articulo sin tener constancia de la dimisión de Luis Rubiales o, en caso de que se atrinchere, de su cese por inhabilitación. Deseo que hoy, viernes 25 de agosto, tengamos por fin la confirmación oficial de su salida).