La Voz de Asturias

Las uñas de los muertos, la libertad y el estropicio bancario

Opinión

Enrique del Teso
Mario Vaquerizo acaba de anunciar que padece artrosis

18 Mar 2023. Actualizado a las 05:00 h.

Hace años, juntaron en una de aquellas tertulias a Gustavo Bueno con un curandero de Lugo y un psicólogo. Tras detallar el curandero los conjuros con que había curado más de un cáncer, Gustavo Bueno tronó con tal ímpetu que el moderador le exigió que respetase la libertad de los demás. «¿Pero no oye que está hablando de ectoplasmas? ¿Acaso se puede ser más libre?», repuso el filósofo. Hace unos días oímos a Mario Vaquerizo hablando con Paz Padilla de la libertad de expresión, de cuánto retrocedimos y de cómo se identifica con las víctimas de la opresión de la dictadura, ahora que la padece él. Como una parte de las neuronas, al menos de las mías, son como canicas sueltas que andan rebotando por la memoria a su aire, me dio por acordarme décadas después de Gustavo Bueno. Paz Padilla y Mario Vaquerizo juntaban sus conocimientos para hablarnos de la evolución de las libertades: ¿se puede ser más libre? Freedom for Mario, el oprimido.

La profesión periodística cayó. Pasan por periodistas mindundis, lameculos descerebrados y odiadores enloquecidos que solo esparcen demencias. Los periodistas de buen fuste torean condiciones laborales que complican su buen oficio. El ruido de las redes sociales es la imagen de la actualidad y enmierda también la actividad periodística. Los grandes medios, sobre todo las televisiones, están concentrados en muy pocas manos y cultivan con furia políticas ultras y montaraces, chabacanería y mal gusto. La profesión periodística está bajo mínimos y eso es una tragedia que pagamos con una degradación acelerada de la vida pública. Cuando la gente se muere, parece que las uñas y el pelo siguen creciendo. En realidad, no crecen. Asoman más porque la carne y los tejidos se consumen, como asoma más la mina de un lápiz cuando lo tajamos y retiramos en virutas la madera que lo envuelve. Algo se fue consumiendo en nuestra vida pública para que, por ejemplo, en un tema como la libertad de expresión, lo que asome, se haga audible y parezca crecer, como las uñas de los muertos, sean Mario Vaquerizo con Paz Padilla, Pablo Motos o Ana Rosa.

Muchos tejidos se consumieron para que sean visibles clamando contra la actual dictadura progre Alfonso Guerra o Joaquín Leguina. Tarantino dijo hace poco que no entendía el cine que se estaba haciendo ahora. Dijo que por eso la película que está iniciando será su última película, porque no quiere convertirse en un viejo desubicado. No es tan mayor, pero la edad afecta a cada uno de una manera. Hay creadores, políticos y científicos muy fértiles a los sesenta años y a edades mucho mayores. Y hay quien siente que no está ya en lo que se celebra. Cada uno tiene su brújula y sus afanes. Tarantino prefiere encoger su espacio al tamaño en el que se siente orientado. Parece que otros, como un pequeño puñado de notables de los 80, ignoran que se perdieron y se empeñan en perorar desde su desorientación. Pero solo lo parece. Les amarga el espacio que los ignora y en el que ya no pintan nada, se rebelan contra su impotencia, hacen un pedrusco con una memoria falseada y ofenden como pueden, que suele ser dañando la memoria real que comparten con otros. Se saben fuera de sitio y solo les da vitalidad la ofensa y el resentimiento. Es un tipo de escocedura que existió siempre, pero que ahora asoman más estos escocidos.

Esa consunción de los tejidos hace asomar también a Nacho Cano dándonos lecciones de historia y explicándonos el origen nuestra raza (qué palabra). Y a Toni Cantó como autoridad de nuestra lengua. Toni Nadal nos dice, con la circunspección con que se dicen las grandes cosas, que hay que mantener la educación y las formas. Lo dice en cháchara con Isabel Díaz Ayuso, porque la habían increpado en la Complutense; la que solo habla de corrido cuando encadena exabruptos; la que justificaba sus insultos diciendo que a la política se viene llorado de casa. Toni ya está en la fundación esa que montó Feijoo. Por rebelde, supongo. No cabe más libertad: el pudor está bajo mínimos y la audacia en máximos. Cómo no notarán lo libres que son estos llorones de la cultura de la cancelación. Parecen plañideras. Dicen lo que quieren y consideran una dictadura que los demás digamos, si nos place, que lo que dijeron fue una gilipollez, una falsedad o un desvarío.

Con tanta libertad nos caen ahora Tamames y Vox. Tamames dijo sin tapujos su motivación: quiere que lo vean y lo oigan 47 millones de españoles. En el año 77 Libertad Leblanc le dijo a José María Íñigo que necesitaba un teléfono, pero lo hizo levantándose y mostrando, según Vanity Fair, el primer pecho de la televisión en España, porque quería que la miraran. El bardo de Astérix estaba encantado de que lo mandaran al circo con los leones, porque nunca tendría tanto público. Tamames no va a cantar ni a enseñarnos ningún pecho, pero él quiere que lo oigan 47 millones de españoles. Tiene suerte de que seamos tan libres. Vox hace lo que los fachas hacen con la democracia: el gamberro. Espero que el Gobierno no se esté tomando esto a broma.

Poco a poco la capa de la escena pública que moverá las votaciones se va llenando de ruido, banalidad y falsedad (en EEUU están en niveles de alarma), de odios y frentes, de relatos que se aceptan o rechazan según confirmen nuestra ira, de tácticas y tiempos. Esa capa nerviosa, hiperactiva, llena de picos y chisporroteos saca del escrutinio popular y político el magma lento, pero firme, que va encogiendo derechos y libertades. Las de verdad, no las de Mario Vaquerizo. Tenemos otra crisis bancaria, que debería ser un chasquido de dedos delante de los ojos, si no fuera por esa pantalla de ruidos y gañanes que distrae nuestro sistema nervioso. La banca protagonizó la crisis de la deuda y se comió decenas de miles de millones de euros nuestros. En tiempos de pandemias y guerras, fueron bajando los intereses que daban a la gente por sus ahorros, retirando oficinas, subiendo comisiones y sobre todo subiendo los intereses de los préstamos. Los directivos se subieron sus sueldos a las nubes y, como guinda, se atreven a recurrir un impuesto especial que es una fracción mínima de sus beneficios. Y ahora vuelve la amenaza de crisis financiera y, como bien dice Isaac Rosa, fingen pánico bancario cuando los aterrados somos los demás. Y cuando se amaga con intervenir su actividad o exigir su justa contribución fiscal, llenan sus canales de televisión de tertulianos explicando lo malo que es el comunismo y lo vacías que están las tiendas en Venezuela. Con la guerra estamos viendo lo limitada que es la democracia, cuando los poderes públicos no tienen herramientas para controlar a las oligarquías que dominan la energía, la banca o la alimentación. Y hasta se permiten deslocalizar imperios para saquear nuestra hacienda y decirnos a quién hay que votar, como Ferrovial. Las jubilaciones reciben más mordiscos que el pez de El viejo y el mar, el lobby de la medicina privada crece y serpentea en las entrañas de la sanidad como un musgo maligno que absorbe nuestro derecho a la salud y se entrega el dinero de todos a los colegios de la Iglesia para que segregue a la población y forme a los que interesan. Estos procesos siguen su curso porque el ruido (unidad de la patria y chorradas así) los aparta de las urgencias electorales.

Tamames nos dirá en breve por qué hay que cambiar el gobierno en medio de todo esto. Ya lo dijo en compañía de Abascal: por el Rey, por España y por la Constitución. Quiere que esto sea su último acto de servicio. Quizá podamos hacerle una sugerencia para que sea un acto de servicio. Durante el golpe del 23 F, él recordará a Heribert Barrera diciendo que el lugar de los republicanos era estar con el Rey. Para Barrera había que estar donde estuviera la democracia y en aquel momento ese lugar era la Corona. Siguiendo ese mismo patrón, y ya que va a cantar las excelencias de la monarquía parlamentaria, podría hacer el servicio de explicar cuál es el antecedente de la actual monarquía constitucional: la Segunda República. Siendo lo relevante la democracia, ¿cuál iba a ser?


Comentar