La Voz de Asturias

Mitos, más mitos y todo es un mito

Opinión

Ángel Aznárez
Las estanterías están repletas de libros de alto valor patrimonial perfectamente ordenados.

19 Mar 2023. Actualizado a las 05:00 h.

La semana pasada en Joyas entre papeles amarillos conté «el proceso de selección» de los que llamé papeles amarillos, entre el azar de lo fortuito y la búsqueda intencionada, resultando ser dos los artículos periodísticos elegidos, ambos del siglo pasado: uno de la italiana Maria Antonietta Macchiocchi, escritora y periodista, publicado en El País en 1990 y otro, del asturiano Francisco Grande Covián, médico y nutricionista, publicado en ABC en 1983. Y ambos textos siguen siendo de eso que se llama la rabiosa actualidad, que es un tipo actualidad rabiada, pues la rabia, además de ser locura de perros, es frecuente estar de humanos.

El de la italiana reflexionó sobre una mujer feminista, la escritora M. Yourcenar, amante de las suaves flautas japonesas de bambú, que escribió entre otros libros, sobre Adriano imperator. Su libro Memorias de Adriano es un monólogo, una larga epístola a Marco Aurelio, una mezcla de páginas ficticias, literarias, y de páginas históricas, verdaderas, llevando al límite la llamada «novela histórica», situada entre fronteras dudosas: de la verdad, la verosimilitud y la ficción. El artículo del asturiano Grande Covián es sobre nutrición y alimentación, de tantos desarreglos en este nuevo siglo, como lo prueban las cada vez más grasas y gorduras a lo Botero, tan visibles en calles y plazas.

Me llamó la atención, incluso exclamé ¡Qué curioso! que un Adriano imperator, el hombre de la Pax Romana, hubiese sido tan duro contra los judíos de Jerusalén, a los que aplastó, sin miramientos, en la guerra de los años 132-136, la conocida como «la revuelta de Shimon bar Kosiba», con episodios terribles, pues hasta dejó de existir Israel/Judea como nación. Y un Adriano tan artista, tan pacificador frente a su antecesor y padre adoptivo, el bélico Trajano, tan del gusto de la sensible Yourcenar, tan moldeado, tan cincelado, por ella misma según Macchiocci («modelándolo en cierto sentido»). Adriano, tan inteligente, nunca comprendió a los judíos, a los que juzgó fanáticos, quiméricos, peligrosos, monoteístas de un Dios impronunciable; con una manera de vivir incomprensible para los demás (André Chouraqui), siendo una perniciosa gens, nación impía y amenaza para el mundo romano (Martin Goodman). Y eso incomprensión está también en la obra de Yourcenar.  

En una entrevista responderá la «hagiógrafa» escritora belga: «La incapacidad de Adriano en comprender a los judíos producirá la guerra de Palestina y adelantará en algunos años hasta la muerte misma del mismo emperador». Y un Adriano que fue el destructor de la identidad judía, como dijimos antes. Las páginas despreciativas de lo judío en Memorias de Adriano motivarían acusaciones de antijudaísmo contra la autora. En la página 201 (edición de EDHASA), de 1982, escribió Yourcenar, poniendo la voz el mismo Adriano: «Judea fue borrada del mapa y recibió, conforme a mis órdenes, el nombre de Palestina».  

Las acusaciones de antisemitismo tuvieron cortos vuelos, pues nada en la vida de Yourcenar hizo prueba de las mismas, hoy ya fuera de lugar, habiendo reconocido la escritora que estudió con pasión la tradición religiosa judía y ciertas obras de contemporáneos pensadores judíos: Martin Buber y Elie Wiesel. Y Yourcenar, nacida a principios del siglo XX en Bélgica, de familia con ascendencia católica, no rozó ni el antisemitismo nazi de Hitler ni el fascista de Mussolini. En 1979 dijo: «Mis primeros trabajos sobre Adriano hubiesen fracasado por tener una visión inicial puramente estética del Emperador. Hitler y Mussolini me hicieron mucho meditar sobre lo que representa un príncipe y cual es su poder».

Para mi sorpresa, hace sólo unas horas, el 11 de marzo, en Babelia (páginas 8 y 9), leí lo siguiente del historiador José Álvarez Junco: «La fase actual en nuestra visión de la historia, la hoy dominante, está marcada, en principio, por la eliminación de mitos, en nombre de la ciencia y la madurez intelectual». Mitología tan relacionada con lo religioso y con lo literario, que, con frecuencia, aquélla es producto de la literatura misma, sirviendo la literatura a la creación de mitos. Y lo del mito y lo mítico ha de tenerse muy en cuenta, aquí, en Asturias, tierra de mitos, los de Covadonga y la Reconquista.

La literatura de M. Yourcenar, a la que recordó Macciocchi, hizo de Adriano un mito, una falsedad literaria, muy lejana de la verdad histórica. A ello habría que añadir lo que los judíos llaman el especial «cuidado» de la exégesis cristiana, cargando las tintas contra los judíos y protegiendo a los romanos (releer lo de Pilatos, prefecto de Roma en Palestina, y el sanedrín judío en el juicio a Jesús), unos romanos siempre preocupados con lo político y no con lo estrictamente religioso.

Maria Antonietta Macchiocchi en su artículo La vida nómada de un genio, recuerda que Yourcenar en 1981 fue acogida será en la Coupole (Academia francesa o lugar de «Inmortales», falsos como todos los llamados inmortales), ocupando el sillón vacante por fallecimiento del gran Roger Caillois, autor, precisamente, de toda una mística sobre las piedras,  de una selección de cuentos breves sobre el fascinante tema del «poder literario de los sueños», sobre el mundo huidizo de los sueños y los sueños más reales que la vida, y finalmente autor de El hombre y lo sagrado, considerando lo sagrado como una fuente de cohesión social.

Y vayamos ya con el Dime lo que comes y te diré quién eres, que así se tituló el artículo Francisco Grande Covián en la «Tercera» de ABC el 13 de octubre de 1983, llamando el autor al título aforismo, pudiendo ser también ser un refrán popular, como el Dime con quien andas y te diré quién eres o Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Don Quijote, gracias a la pluma de Cervantes, dijo: «Paréceme Sancho que no hay refrán que sea que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la misma experiencia, madre de las ciencias todas». El refrán que es título del artículo, como todo refrán, tiene su parte de verdad, pero es una verdad relativa, aproximativa, como es el beber o vestir, que son instrumentos de comunicación, pero lejanos de lo científico verdadero. Grande Covián atribuyó la paternidad del aforismo/refrán al gastrónomo francés Brillat-Savarin, que lo escribió en su libro La fisiología del gusto (1985), habiendo desde entonces cambiado mucho las cosas, y que lo que antes pudo valer, en la actualidad de ninguna manera.

Y señala el asturiano nutricionista que en tiempo de La fisiología del gusto no interesaba el conocimiento de las propiedades nutritivas de los alimentos y sus posibles efectos sobre la salud, sino las propiedades gustativas, la belleza en la presentación y los procedimientos culinarios empleados en la preparación de las comidas, todo muy de aquel tiempo, regido por el Pre-romanticismo, muy alejado de lo que posteriormente sería lo científico, la química de los alimentos. Señala bien Grande Covián el trascendental papel que tuvo la alimentación humana, las necesidades nutritivas, para la supervivencia de nuestra especie. Es sin duda asunto de salud pública, de Medicina y también de Antropología. Y gran parte del artículo se dedica al análisis de las alteraciones nutritivas por causa de dietas extravagantes, dietas que llama de adelgazamiento o regímenes de adelgazamiento.

Al célebre asturiano Francisco Grande Covián, prestigioso médico, con especialidades en nutrición y bioquímica, en el año 1984, la Caja de Ahorros de Asturias honró con la publicación del libro Nutrición y sociedad, iniciándose con una Introducción a cargo de Severo Ochoa, al que siguen artículos de Pedro Laín, Federico Mayor, Julio R. Villanueva, Valentín Andrés y otros; hay una extensa «entrevista biográfica» firmada por Ramón Sánchez Ocaña, y el libro se concluye con la llamada «Obra escogida» sobre conferencias y trabajos del autor.

Y antes de volver al libro sobre Francisco Grande Covián, procede recordar lo que fue la importante «Obra Cultural» de la Caja de Ahorros, que, si bien se inició en décadas anteriores, fue a partir de los años ochenta del siglo XX, y con ocasión de la celebración del Centenario de la Caja, cuando estuvo al frente de dicha «Obra Cultural» el prestigioso periodista, don Evaristo Arce Piniella, hijo predilecto de Villaviciosa y más tarde conservador de la Colección de Arte de Los Masaveu. Arce, al frente de la Obra Cultural, creó con mucho éxito lo que se llamó el «Servicio de Publicaciones» de la Caja de Ahorros de Asturias. Y dentro de ese Servicio estuvo la «Colección: Libro Homenaje», con títulos publicados de asturianos importantes como fueron Valentín Andrés, Paulino Vicente, Pedro Caravia, Ángel González y también el de Francisco Grande Covían sobre Nutrición y sociedad.

De Evaristo Arce fue también la paternidad de los llamados Los Cuadernos del Norte, la así llamada Revista Cultural de la Caja de Ahorros de Asturias, de prestigio nacional e internacional, siendo su Director el ya ausente Juan Cueto Alas, y Redactor-Jefe el mismo Evaristo Arce, formando parte del Consejo de Dirección José Luis García Delgado, Vidal Peña y Manuel Luis F. Rodríguez García. Precisamente, hace meses, con ocasión de escribir sobre Inglaterra, con ocasión del fallecimiento de la Reina Isabel II, me serví del número 42, correspondiente a los meses de Mayo y Junio de 1987, titulado Culturas en Britania, con importantes artículos, entre otros, de Vidal Peña (Anglosajonia filosófica en España), Valentí Puig (Anthony Powell en Wallace Collection), Molina Foix (England Unmade Me).

Un rico patrimonio, al que hay que sumar el pictórico con catálogos ya publicados y otros patrimonios, no se sabe si desaparecidos para desgracia de los «parias» asturianos, que son eso, que eso somos, unos «parias», en manos de las pseudo elites políticas y económicas, cómplices de todo lo ocurrido hasta hoy desde la Guerra Civil, élites aparentemente tan diferentes, pero en esencia tan iguales. No es extraño que quieran «pasar página» de lo ocurrido con la ya extinta Caja de Ahorros, escándalo de codicias y putrefacciones, en la Derecha y en la Izquierda, y hasta en los Sindicatos, siendo ese trío el principal, y los demás, comparsas prescindibles y glotonas. ¿Qué esperan a colocar el gran cartel en la Plaza de la Escandalera de Oviedo? ¿A quién preguntamos, que no haya sido cómplice: dónde está lo nuestro? Y tan tranquilos y «jetas», unos y otras, dirán tonterías desde las listas electorales y demás medios.

Por la rapiña funeraria de aldeanos y burguesas de aquí, cada vez que veo las escenas de la muerte triste de Madame Hortense en la película Zorba, el griego, pienso en la que fue Caja de Ahorros de Asturias. ¿Quiénes fueron los desgraciados Pinín y Pinón, los cabezudos y descabezados, y la desgraciada Telva?

En la página 160, Sánchez Ocaña preguntó a Grande Covián, especialista en nutrición, sobre las dietas: ¿Si alguien se acerca y le dice: «Quiero adelgazar» ¿Qué le dice? y la respuesta fue: «Reduzca la cantidad de comida».

Y también, en la actualidad, por culpa de la cocina, con un afán de ser intelectualizada (Peyró), por cocineros y guisanderas, estamos ya en el ridículo casi total y en la gran mentira, en el mito. ¡Qué descojone!


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