La Voz de Asturias

Degradación y reafirmación, tareas para la cuaresma

Opinión

Enrique del Teso
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy

11 Feb 2023. Actualizado a las 05:00 h.

Hace un par de años, Vatican News proponía preparar la Cuaresma volviendo a leer el episodio en que Jesús expulsa a los mercaderes del templo. La quiebra de la fe y sus preceptos había llegado al punto de que el templo se había convertido en el patio de cambistas y usureros. Jesús, como Rajoy cuando Sánchez lo llamó indigno, dijo que hasta aquí hemos llegado. Dio correazos a los traficantes y volteó las mesas de los cambistas (lo segundo fue lo duro; que te zurren no es agradable, pero que te volteen las mesas de las monedas …). La enseñanza propuesta por Vatican News era que, siendo la Cuaresma un período de calma y mirada interior, lo dedicáramos a mirar en nuestro corazón las impurezas que nos habíamos tolerado y que nos apartaban de Dios. Nos proponía que en nuestro interior pusiéramos pie en la pared y nos dijéramos hasta aquí hemos llegado, y nos planteáramos llegar la Pascua limpios de concesiones, descuidos y quebrantos de la fe.

Un mensaje muy aprovechable para la vida pública. Tendremos que votar varias veces este año. Dada la tensión que masticamos cada día, parece que echar la papeleta en la urna se parecerá a dar un puñetazo en la mesa. Seguramente no todo es lo que aparenta, pero no vendría mal un poco de espíritu de Cuaresma, un regreso a convencimientos básicos y un pie en la pared por ellos. Todos los días son buenos para no olvidar lo correcto, pero la Cuaresma electoral es además buena para exclamar que hasta aquí hemos llegado, que la democracia no es un patio donde cambistas y trileros jueguen con la vida de la gente y donde deslenguados y golfos se mofen de los derechos de todos y los pongan del revés. El daño de deformar con patrañas y tono soez el envase de la convivencia y la quiebra moral de tanta propaganda y brutalidad antañona es un daño general que nos llega a todos. A todos se nos acostumbra el oído a la grosería y la desvergüenza. Igual que un sonido continuo llega a no oírse, así llegamos a ignorar, como si no las percibiéramos, las grietas que algunos se afanan en abrir en la democracia y hasta en las maneras ciudadanas. Y así llegamos a ocupar el templo como mercaderes. Como proponía Vatican News, de vez en cuando hay que sacudirse las impurezas que fuimos tolerando y recuperar el rumbo ético.

Nos acostumbramos a oír que toda subida salarial es una temeridad, tan arriesgada como quitar cartas de un castillo de naipes. Y nuestros oídos suministran a nuestro búfer de memoria que los empresarios, y tanto más cuanto más ricos y más poderosos, crean puestos de trabajo y crean riqueza. Cuando Garamendi y su panda se niegan a hablar de salarios con sindicatos y ministra roja, qué podemos decir. Tenemos encima de la mesa la subida salarial como una raya de coca, apetecible, adictiva y destructiva; y tenemos además a los empresarios que nos colman de puestos de trabajo. El propio Garamendi cobraba ilegalmente su cargo y, para regularizarlo, se subió un buen montón su muy nutrido salario. Pero qué podemos decir ante tanta creación de riqueza, qué coherencia les podemos reclamar que no ponga en peligro el empleo. La doctrina de empresarios rapaces y sus coros políticos y mediáticos ya estaba inventada en la antigüedad. Los vencedores de las guerras creaban una inmensidad de puestos de trabajo para los vencidos, eso sí, empleos sostenibles: sin salario y sin derechos. La quinta parte de la población de Roma eran esclavos. La Cuaresma es un buen momento para mirar en nuestro corazón y sacudirnos algunas monsergas. Primero, la mayoría de nosotros no crearemos nunca ni un puesto de trabajo; ni operaremos a nadie del corazón, ni vaciaremos en un camión la basura de los contenedores, ni venderemos fruta a nadie, ni escribiremos un libro, ni haremos pasta en una hormigonera; todos hacemos el pequeño y digno papel que nos procuramos o nos tocó, los empresarios ideando negocios y los panaderos haciendo pan; de todos está hecho el tejido social y no tenemos que aguantar más chorradas de empresarios que de costureros. Segundo, tener a gente trabajando con sueldos de supervivencia o de menos que supervivencia no es crear puestos de trabajo. Tercero, hacer más ricos a los ricos a costa de los demás no es crear riqueza. Y cuarto, las leyes (las fiscales y las otras) son igual para empresarios que para los demás. La doctrina Botín o el subidón de Garamendi, es decir, la ley del embudo, tampoco crea riqueza. Solo muestran la jeta que tienen.

Más cosas debemos mirar en nuestro corazón en Cuaresma. Humpty Dumpty le explicó a Alicia que cualquier palabra puede significar cualquier cosa, la cuestión es saber quién manda. Es decir, la cuestión es saber quién tiene el 80% de la prensa y canales de televisión. Oímos con más frecuencia que antes las palabras que aparecerían en los consejos rutinarios que daríamos a cualquier joven: esfuerzo, formación, adaptación, sacrificio, maneras. Salen en los contextos más variopintos. Se aprovecha cada Roland Garros de Nadal para repetirnos lo del esfuerzo. Nos explica Jordi Cruz que hay que trabajar gratis para aprender y buscar nuestro hueco, como espermatozoides en torno al óvulo. Se divulgan leyendas de las grandes fortunas para mostrar cómo se hace uno a sí mismo. Y se pregonan currículos de másteres que nos susurran que hay que formarse. Como explica Humpty Dumpty, son las palabras de siempre, pero diciendo lo que quiere el que manda. Esas palabras se utilizan para bañar de sentido común la desigualdad creciente. Hay ricos porque hay gente que se esfuerza, que se forma y que se sacrifica. Igual que se grita España y se exhibe la bandera contra españoles, se perora contra los desfavorecidos la cultura del esfuerzo, la formación y el sacrificio. La aporofobia es explícita. Es pobre el que no compite, el que no se esfuerza y el que no se forma, el que  solo vale para cobrar subsidios. Madrid ya decidió dar becas a ricos y pijos, ya se puede decir sin sonrojo que son los que lo merecen. Debemos mirar en nuestro corazón y poner pie en la pared. La desigualdad social es una indecencia y no es efecto de la diferente actitud y valía de la gente. Es efecto del abuso y la injusticia y no se ganaron derechos ni se consiguió redistribución de la riqueza más que luchando. Ante la lucha de muchos, los poderosos tienen siempre un punto de pragmatismo.

Un personajillo del PP nos engrasó también la Cuaresma hablando de la boca de Irene Montero y sus presuntas mamadas a Iglesias. El tono es el de las tripas bajas de la derecha y de mucha población. Siendo mujer y joven, la descalificación normal en política es una capa muy fina que apenas cubre su entrepierna y su boca (o los pezones de Belarra, que para todo tiene saliva este ganado). En Cuaresma debemos recordarnos que no hay ley de solo sí es sí, original o tuneada por el PSOE, que modifique las conductas mientras se cultive desde foros públicos el intenso prejuicio contra la mitad de la población. Esa mala hierba tiene fuertes refuerzos culturales, ideológicos y religiosos. La emulación de Jesús en el templo con los mercaderes debe incluir beligerancia sin tregua con cada tribuna y cada púlpito en el que se predique ese nutriente de agresiones y violencias. Otro motivo por el que el incidente debe ocuparnos en Cuaresma es que forma parte de un convencimiento cultivado tenazmente en televisiones, prensa y libelos de que contra Iglesias vale todo. Esto no va solo con la derecha y la Iglesia. Esto va también con tres cuartas partes del PSOE y con las cabeceras de PRISA. Solo con Iglesias es posible el asedio a su casa e hijos y conspiraciones de jueces, policías y medios, pero no porque se lo buscase. Él no hizo nada más que política y poner el pie en la pared. No es Pablo Iglesias, es la democracia lo que se abolla en esas embestidas.

Lo dicho. Los mercaderes se enseñorean del templo. No es cosa de emprenderla a correazos, sino de lo que dice el Vaticano: expulsar de nuestra mente y nuestra conducta las inmundicias que vamos tolerando por la costumbre.


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