Primos hermanos
Opinión
23 Nov 2022. Actualizado a las 10:58 h.
Es bien conocido el popular dicho que convierte a gallegos y asturianos (permítaseme un respetuoso masculino inclusivo) en primos hermanos. No se pueden negar, entre otras, afinidades lingüísticas (son importantes entre el bable y el gallego), culinarias (potes, empanadas, etc.), instrumentales (la gaita como herencia celta), de trajes típicos, o arquitectónicas (los respectivos hórreos como solución al problema de la humedad), por ejemplo.
Sin embargo, desde el punto de vista afectivo, desde el respeto y el aprecio recíprocos, desde la complementariedad, desde la admiración por lo que unos tienen y los otros podrán co-disfrutar pero no poseer, considero que nadie como leoneses y asturianos merece esa consideración de primos hermanos.
Separados geográficamente por una Cordillera Cantábrica que ha dificultado a lo largo de los siglos la comunicación física, quienes habitan las dos vertientes de aquélla han ido estrechando lazos y compartiendo páginas de la Historia. Así, en la Antigüedad, los astures se extendieron por amplias zonas de lo que hoy son Asturias y León. En la Hispania romana, ambos territorios formaron parte primero de la región de la Gallaecia, y luego de la Tarraconense. En su imparable avance, las legiones fundaron lo que llegaría a ser Asturica Augusta, hoy conocida como Astorga. (En esta ciudad se celebran cada año las tradicionales fiestas de Astures y Romanos, en las que vecinos y visitantes toman partido por uno de los dos bandos en unos combates pacíficos llenos de colorido).
Importante figura de la Reconquista, el rey Alfonso III el Magno es considerado el último monarca asturiano y el primero leonés, si bien sería su hijo Fruela el que trasladaría la capital del nuevo reino a León.
La Guerra Civil volvió a unir políticamente los dos territorios Manuel Azaña dividió España en consejos provinciales e interprovinciales y, por decreto de 6 de septiembre de 1936, creó el de Asturias y León, transformado poco después en soberano (llegó a emitir papel moneda en Gijón), y que incluía la franja norte de la montaña leonesa.
Al diseñarse la España de las autonomías tras la aprobación de la Constitución de 1978, surgieron en León voces que defendían una provincia independiente, y otras que consideraban que una autonomía astur-leonesa reportaría beneficios a ambos territorios por su complementariedad. La decisión final de constituir la comunidad de Castilla y León convirtiendo a Valladolid en capital de la misma dejó insatisfecha a parte de la población leonesa.
Independientemente de la coyuntura política, leoneses y asturianos han ido tejiendo unas relaciones fecundas y entrañables. Han compartido el esplendor y la decadencia injusta e insensatamente precipitada de la minería. Han convertido Valencia de Don Juan en el principal secadero de huesos asturianos, y la de San Lorenzo en la playa de León. Han hecho del escaparate de la Feria de Muestras de Asturias y su día de León una cita ineludible de encuentro y promoción. Han complementado la formación universitaria respectiva para forjar profesionales que en bastantes ocasiones han acabado dejando lo mejor de sí mismos en la provincia vecina, allí donde muchos empresarios se han convertido en referencia imprescindible pese a no ser su tierra de nacimiento.
Leoneses y asturianos sienten como propias aspiraciones como la finalización definitiva de la variante de Pajares, la llegada de un AVE de verdad y no de un sucedáneo a Oviedo, Gijón y Avilés, la eliminación del peaje del Huerna, la creación de la autopista del mar, o la no postergación indefinida del corredor del Atlántico Noroeste. Sería bueno que unieran sus fuerzas y sus estrategias en la defensa de tan justas reivindicaciones. Sería una forma más de demostrar que comparten más que una vecindad, que son auténticos primos hermanos.
* José Ignacio Algueró Cuervo es historiador