La recuperación del tiempo
Opinión
08 Jul 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Tras las elecciones políticas celebradas en Andalucía el pasado 22 de junio, las cuales parecen abrir un espacio nuevo en el panorama político en nuestro país, porque pueden influir en futuros resultados ante nuevas citas electorales que se van a producir en el próximo año 2023.
Aunque las fuerzas políticas de la izquierda, las grandes perdedoras, digan ahora que no tiene por qué tener ningún efecto arrastre, parece que si lo puede tener y mucho, si seguimos de cerca el proceso ascendente de la derecha y la extrema derecha en otros comicios anteriores, Galicia, Castilla y León, Madrid, Murcia, con resultados de mayorías absolutas con la suma de una o de ambas fuerzas juntas.
Sin duda corren muy malos tiempos para la consolidación democrática y mucho más aun para un estado de derecho garantista. Jamás la derecha ha traído progreso en el mundo, basta revisar tiempos pasados y presentes para ver la cruda realidad, o simplemente consultando las hemerotecas. Da miedo ver sus propuestas y votaciones parlamentarias votando siempre en contra de cualquier cambio que suponga progreso.
Hay muchas razones para el desánimo y la incredulidad que se está generando en buena parte de la sociedad, que no vemos salida a esta situación y que hace que muchas veces nos preguntamos. ¿Dónde está la izquierda?
Los resultados electorales de la izquierda en Andalucía y otras comunidades autónomas, deberían favorecer una reflexión y un debate profundo, sobre las causas que motivan esta falta de apoyos de la ciudadanía a sus propuestas e iniciativas.
Es evidente la falta de confianza en la que se ha metido la izquierda política en este país, que debería estar presentando soluciones conjuntas, en vez de mirarse tanto así misma, aferrándose al sectarismo, individualismo y liderazgos personales y partidistas, que solo favorecen el momento actual de desanimo generalizado en los sectores más progresistas de la sociedad.
Recuperar el tiempo como referencia, es imprescindible, estamos en tiempos de debate y de dar soluciones conjuntas ante esta grave situación, que aún puede ser mucho peor, alejadas de las diferencias internas y publicas
Hemos pasado ya por distintos procesos electorales a lo largo del tiempo, generales, autonómicos, municipales, europeas y también las promesas electorales que siempre nos hacen, con el objetivo de que las formaciones políticas puedan mejorar resultados de anteriores elecciones.
El caso es que los resultados, sean los que sean, no cambian, como ya viene siendo habitual, nada o casi nada, de lo que hasta ahora y en estos años pasados hemos venido padeciendo las clases populares más desprotegidas. Es decir, la vida sigue igual en algunos casos y peor en otros, según el momento que nos toque vivir.
Si la vida actual ha de liberarse de la angustia que la caracteriza, de la ansiedad con la que vivimos y con ello amanecer, de un modo distinto en el siglo y en el milenio del que ya llevamos cerca de veintidós años, conviene que aclaremos con nosotros mismos los objetivos prioritarios que queremos alcanzar y las recuperaciones imprescindibles que hemos de conseguir.
El periodo que se extiende ha sido un periodo de agotamiento de formas morales, éticas, sociales y políticas, que han tratado de sobrevivir mediante la creación de artilugios técnicos y conceptuales que nos han llevado a una masificación presentada como globalización cultural, o, de un agotamiento de la libertad presentada paradójicamente como liberación.
Tenemos que intentar salir de una estancia agotada, siendo conscientes que esa salida no se va a producir solamente a través de unos resultados electorales y de unas promesas siempre incumplidas, por parte de los que obtuvieron la mayoría de los votos, pero debemos de calificar esa salida como culminación de lo que llamamos modernidad. El caso es evitar el vértigo que produce dejar el terreno sólidamente conocido para adentrarnos en el que ignoramos casi todo.
Estamos pasando la gran puerta tras la que la racionalidad largamente ejercida por las clases sociales no nos sirve apenas, ni la ciencia practicada nos devuelve carencias profundas, ni la técnica nos ayuda en lo que requerimos fundamentalmente, ni la política nos enriquece la participación que llamamos democrática. El hecho es que algo apremiante nos requiere otro arsenal de conceptos en lo político, en lo moral, en lo científico, en lo social y en lo económico.
Bajo las crisis coyunturales de cosas que se van sucediendo en ciclos cada vez más breves, parece imperar una crisis más profunda que nos exige ideas radicalmente nuevas, y sobre todo muy fundamental, algunas recuperaciones imprescindibles de valores que forman el depósito primordial de lo permanente.
Creo que una de las demandas que nos urgen con mayor viveza es la recuperación del tiempo, como elemento plenamente humano y no como herramienta manejada con intenciones ajenas a una vivencia asistencial asumible.
Hemos devorado el tiempo o, quizá lo hemos convertido en una sustancia a la que había que superar constantemente. Las tecnologías y también las personas, porque no decirlo, con sus políticas y decisiones erróneas han devorado el tiempo humano de comprensión de las mismas.
La política se ha convertido en poder ajeno a la auténtica soberanía de los pueblos y de los seres humanos, la ciencia se ha propuesto fronteras a las que no podemos llegar con los medios que poseemos, la moral se ha dispuesto en un sistema de conveniencias que nos atomizan como sociedad… Todo lo que nos sucede nos lleva a sospechar que hemos intentado sacrílegamente devorar el tiempo.
Al parecer dentro de nada viviremos una media de cien años, podemos sustituir nuestros órganos, nos generaremos al margen de la relación personal, cambiaremos nuestro vínculo con la gravedad, dejaremos de ser el Homo Faber, nos inventaran los deseos, la realidad será virtual, esto es, no será la realidad que nos ha hecho.
Pero todas esas innovaciones no contendrán tiempo humano, tiempo primordial, creador, original, tiempo para pensar.
Lo haremos todo, ya lo estamos haciendo sin pasarlo por el tamiz del tiempo del que nos apropiábamos del entorno y de nosotros mismos, y podíamos elegir ambas cosas convirtiéndolas en vida vivible. Nos hemos convertido en prisa sin la medida del tiempo.
Quizás nos hayamos trasformado en soberbia y egoístamente en ese aparato tecnológico que intenta destruir conciencias, fomentar insolidaridad entre los seres humanos para beneficio de los que cada cuatro años prometen que todo va a cambiar, que tendremos un mundo plagado de igualdades, sin guerras, sin catástrofes ecológicas, con pleno empleo, sin precariedad laboral, con salarios dignos y pensiones dignas, que nos permitan vivir sin agobios económicos, sin accidentes laborales, con viviendas para todos, servicios públicos y gratuitos.
En fin, pero no nos olvidemos que los cachivaches se sublevan tenazmente para recuperar el alma. Sí, hay que cruzar la puerta y recuperar el tiempo.