Lobos de pantalón: las 12 profecías que teme el mundo rural asturiano
Opinión
30 Jan 2022. Actualizado a las 05:00 h.
«Vivo en mi pueblo pequeño, la fe, la alegría, la paz del hogar», como cantaba el gran Víctor Manuel cuando yo era un guaje. El lugar en cuestión se llama Villar, en el concejo de El Franco, y dista unos 4 kilómetros de la capital del mismo, La Caridad. Desde hace meses vivimos entre lobos, literalmente, cosa extraña tratándose de un municipio de la rasa costera del occidente asturiano, pero así es. A escasos trescientos metros de mi casa hay una manada de lobos encamada en el monte que ha ido creciendo estos últimos años hasta tener unos 8 individuos y el problema está empezando a ser serio.
Todo empezó con encuentros casuales, esporádicos, a cierta distancia y sin aparente peligro. Se veían huellas de pisadas, se encontraban excrementos, se escuchaban aullidos por la noche… Antes se recibían noticias de ataques a ganados y mascotas llegadas de concejos situados más al interior como Boal, Illano, la comarca de los Oscos, etc… pero de un tiempo a esta parte el problema se ha ido acercando a donde vivo. Desde hace meses se están produciendo avistamientos cada vez con más frecuencia y en mayor número.
En las últimas semanas la situación es cada vez más preocupante y está afectando a los concejos costeros de Asturias; muchos vecinos de Villar y de los pueblos aledaños han podido ver ejemplares de lobo o sufrido sus consecuencias. Si bien antes eran casos aislados, con ejemplares solitarios, ahora ya se están viendo en manada, creciendo la inseguridad. En lo que respecta a este que les escribe, el primero que pude ver cruzó mi finca a las dos de la tarde y pude verlo por la ventana mientras comía. Nadie me creía. Poco tiempo después apareció muerto el mulo de mi vecino Suso, devorado por tres lobos, y el revuelo fue mayúsculo.
Pero la cosa ha ido a más. El pasado viernes a las ocho y cuarto de la noche al llegar a mi casa en coche me encontré con tres ejemplares de gran tamaño junto a la puerta del garaje. Eso ya se sale de lo normal. Días después pude ver otro lobo junto al contenedor de basura a un horario parecido. El lunes siguiente la conductora del autobús escolar y la cuidadora que acompaña a los alumnos pudieron ver un grupo de seis individuos cruzando la carretera a poco más de un kilómetro de mi casa cuando venían a recoger a mis hijos a las nueve de la mañana.
El problema va a más y está afectando a zonas habitadas, presentándose los animales en torno a viviendas familiares. Una vecina ha sufrido un ataque mientras recogía ropa del tendal y dos lobos se han llevado a su perro delante mismo de sus narices, con sus hijos pequeños presenciando la escena. Creo que esto ya rebasa el límite de lo razonable. Enviamos cartas a nuestro ayuntamiento informando de lo sucedido y de ahí se remitieron a la consejería, pero con la nueva ley en la mano no pueden hacer nada; el lobo está protegido, no se puede tocar.
En mi opinión creo que no debería estar pasando esto y que de alguna forma se debería hacer algo porque esto no puede seguir así. Para que lean esto sin prejuicios debo aclarar que no soy ganadero, no soy cazador, no pertenezco a ninguna ONG a favor del lobo, no estoy en ninguna asociación en contra del lobo, ni estoy afiliado a ningún partido político o sindicato. Solo soy un autónomo que trabaja once horas diarias por sacar adelante una familia con cuatro niños pequeños en medio de todo este desbarajuste.
Además, en mis ratos libres soy adivino, como la mayoría de mis paisanos, y gracias a ese don somos capaces de predecir el futuro de la tierra en que vivimos. Todos aquí vemos lo que va a pasar. Pues bien, ahora que empieza un nuevo año, aquí les dejo algunas de las agoreras profecías que se verán cumplidas de aquí a mediados del siglo XXI si nadie toma cuentas, imitando las crípticas paráfrasis del viejo Nostradamus:
Predicción número 1.- «Los problemas irán a peor». Si como parece, todo sigue su curso, las comunidades quedarán sin competencia para actuar y los ayuntamientos estarán maniatados para hacer frente a la problemática. Asturias junto a otras comunidades afectadas recurrió el texto de la nueva ley que incluye al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, pero desde la Audiencia Nacional se desestimó su petición.
Por lógica, si no se puede matar al lobo, y en la naturaleza no tiene en depredador que lo amenace, crecerá de forma descontrolada hasta la superpoblación, siempre y cuando tenga alimento suficiente. En Asturias, con la fauna y el ganado que hay, es de esperar que prospere a lo grande y estos hechos que he comentado irán a más. De momento los tenemos en pueblos, más tarde llegarán a las villas de toda la región y sin tardar mucho merodearán los alrededores de las principales ciudades. Si no se pone freno a tiempo, la situación que vivimos en Villar se repetirá en muchos otros lugares. ¿Cuándo se tomarán medidas? No lo sé, no soy tan buen adivino, pero cuanto más se tarde, peor para los asturianos y peor para el lobo.
Predicción número 2.- «Tropezaremos en la misma piedra una y otra vez». Soy partidario de la vida animal en libertad, en un ecosistema equilibrado y con la menor intervención posible del hombre. El hombre suele empeorar las cosas, de hecho da la sensación de que cada vez que el hombre interviene sobre un ecosistema, este se desequilibra aún más. Por ejemplo, hace unos cuantos años el río Ebro sufrió una superpoblación de caracol manzana que invadió los arrozales de la zona baja del río. Se comía planta y todo.
En un alarde de ingenio alguien creyó que la entrada del cangrejo azul, depredador foráneo voraz e insaciable, podría acabar con la plaga de caracol manzana. Y lo hizo, pero provocó lo que los biólogos conocen como «cascada trófica», una reacción en cadena que desequilibra el ecosistema afectando a varias especies. Acabó con la plaga en un tiempo récord, pero cuando el cangrejo azul terminó de comer al caracol manzana seguía con hambre, era más grande y numeroso. Ahora está instalado en el delta del río devorando berberecho, almeja, coquina y mejillón, arrasando con el medio de vida de los mariscadores de Tarragona. Se irán todos al paro por culpa de un cangrejo.
Un solo ejemplar de cangrejo azul come 500 almejas al día. Un solo ejemplar de cangrejo azul rompe todas redes del aparejo de un pescador. Y se está desplazando a otras zonas del litoral mediterráneo: la última vez que lo vieron estaba comiendo langostinos en Sanlúcar. ¿Cómo lo van a solucionar? Tampoco lo sé, pero puedo traducirlo a otro idioma: al ritmo reproductivo del lobo pronto veremos un lobejo azul comiendo un perrito manzanero en la Gran Vía.
Predicción número 3.- «Sufrirá el hombre si maltrata a los animales». Todos los seres vivos han de tener su espacio, porque todos tienen su importancia; todos la tienen, hasta un gato. En la Europa medieval la religión del hombre blanco tomó partido en contra del gato negro, como símbolo de mal augurio, acusándole de ser la reencarnación de las brujas. No se dudó en exterminar a todos los gatos negros… y a gran parte de los gatos pintos también, por si acaso. Total, como los gatos no se comen, no sirven para nada. Vaya metedura de pata humana.
En pocas campañas, a falta de gatos, las ratas negras invadieron todos los rincones de las ciudades y con ellas trajeron piojos y con ellos trajeron una bacteria llamada Yersinia Pestis, aunque entonces nadie sabía lo que era una bacteria. La Peste Negra asoló el continente y durante 400 años fue un misterio el porqué de tanta mortandad. El humano creyó que se trataba de una obra de Dios para castigar sus pecados. El Papa Clemente VI compuso una oración a tal efecto y ordenó que en todas sus iglesias se rezase contra la plaga. Otra metedura de pata del hombre. Miles de cristianos se congregaban en misas y procesiones para combatir la peste rezando, contagiándose entre ellos al compartir piojos y bacterias. Por miedo a la muerte las ciudades se desalojaron y la gente marchó a los pueblos, llevando consigo la peste y contagiando al resto de la población.
La globalización ya existía entonces, no es cosa nueva. Aunque los datos no son precisos, murieron al menos entre 80 y 100 millones de europeos, casi la mitad de la población, por la fobia a los gatos negros. Increíble, ¿verdad? Tremendo, pero es que cada vez que tomamos partido a favor o en contra de un animal lo estropeamos todo. ¿Favorecer al lobo tendrá consecuencias en esta ocasión? Sin duda.
Predicción número 4.- «Tocaremos fondo por no escuchar al que sabe». En la China de Mao los disidentes fueron eliminados y entre ellos había miles de agricultores y ganaderos bien capaces, que de otras cosas no, pero de lo suyo sabían un rato; y nadie los quiso escuchar. Las macro-explotaciones comunistas fueron dirigidas por técnicos y peritos bien instruidos sobre el papel, pero poco experimentados sobre el terreno.
Para proteger las inmensas granjas de pollos que construyeron decidieron exterminar a todas las aves rapaces que les causaban enormes pérdidas. La cascada trófica se desató. Al faltar depredadores, los pollos no sufrían bajas pero los gorriones se multiplicaron por millones y como cada uno comía 4 kilos de grano al año pues las pérdidas eran aún mayores que antes. Hubo que exterminar a los gorriones. El gobierno recompensaba a cada campesino por cada kilo de gorriones muerto y había camiones que pasaban por los pueblos recogiendo los mil millones de cadáveres de gorriones que resultaron de tal empresa.
El plan surtió efecto y la plaga de gorriones terminó… dando paso a otra mucho mayor de insectos de los cuales se alimentaba el alegre pajarito extinto. La plaga de insectos arrasó las cosechas y la hambruna consiguiente se llevó por delante a más 25 millones de chinos. 25 millones de personas, sobrecogedor. Hubo que reintroducir aves rapaces y controlar su número para cortar la cascada trófica y superar así el problema. ¿Escucharán aquí al ganadero, al veterinario, al científico, al cazador o al agricultor? No esperen ustedes tal cosa.
Predicción número 5.- «Para todo habrá una primera vez». Crecí en los 80, hipnotizado los martes después de la cena con la sintonía de El hombre y la tierra, con la boca abierta admirando a Félix cuando jugaba con Sibila y Remo. Aún guardo el cuaderno de campo (adjunto fotografía) donde dibujaba lobos jugando a ser «Martin Rodríguez de la Fuente» cuando cursaba 5º de EGB. Después estudié en Oviedo y en Madrid, pude trabajar en Madrid y en Oviedo, pero siempre tuve claro que quería vivir en mi pueblo. Me gustan los pueblos, me gustan sus gentes, y me gusta el entorno natural que los rodea. Me gusta criar a mis hijos aquí y que conozcan todo tipo de bichos y plantas, pero de eso a tenerlos rodeados de lobos, hay una gran diferencia. ¿Atacarán a las personas? Tampoco lo sé. Quiero pensar que no, nunca lo han hecho, aunque para todo hay una primera vez. Y quiero pensar que las personas están por delante de los animales, si no algo estamos haciendo mal como sociedad. Siempre esperamos a que pase algo para tomar medidas, pero aquí ya está pasando y no se toman.
Predicción número 6.- «El hombre será un lobo para el hombre», tal y como proclamaba Hobbes. Lobos de Pantalón, aludiendo al tema del señor Mercado, formarán una «tribu de ficción con síndrome de bufón». El doctor Rodríguez de la Fuente con su elocuencia y su acento burgalés lo describiría tal que así: «El Lobo de Pantalón es una subespecie de Homo Urbanita que vive en estado semisalvaje rodeado de asfalto y desde un sillón de cuero legisla, dicta y pacta; urde leyes, decretos y alianzas para que todo vaya mejor. Unas veces lo consigue y otras no tanto. Pero el Lobo de Pantalón sobrevive en lo alto de la cadena trófica porque domina, apabulla, engaña, elucubra y requisa con mezquina impunidad. Avasalla a sus congéneres hasta casi asfixiarlos, para refugiarse al final del agotador día de trabajo en su lujosa guarida en un barrio pudiente de Madrid».
Cada norma que invente el Lobo de Pantalón perjudicará al Homo Ruralis hasta que la cascada trófica lo extinga. Cada ganadería que se cierre en un pueblo se sustituirá por una oficina en la ciudad; cada mecánico que cierre su taller dará lugar a un funcionario en una consejería; cada cual que marche, nunca volverá. El Lobo de Pantalón creará una Ley de Bienestar Animal para que corderos y terneritos crezcan con todas las garantías de salud pecuaria; creará también una Ley de Protección de la Infancia para que ningún niño o niña sufra daño físico o emocional; y creará una Ley de Protección del Lobo para evitar su extinción y favorecer su reintroducción por todo el territorio nacional. ¿Cómo hará el Lobo de Pantalón para hacer cumplir las tres leyes con el cánido viviendo entre granjas con ganado y viviendas con niños? Lo desconozco, pero en Villar se están solapando las tres leyes rozando lo irracional.
Cada ley encierra un mensaje a la sociedad; con la del lobo nos dicen que nos vayamos del pueblo, que dejemos sitio al lobo, que nos vayamos a un piso en la ciudad y que busquemos trabajo en algún polígono. No me gusta la idea, estoy en contra. Y no se trata de ver si el campo o la ciudad es mejor, se trata de valorar lo mejor de cada cual y después cada uno que elija vivir donde más le guste.
Predicción número 7.- «Borregos con colmillos dominarán alimañas». Animalistas, ecologistas y naturalistas somos todos, en mayor o menor medida. Creo que a todos nos gusta preservar el medio ambiente, pero los radicalismos no son buenos, da igual en qué ámbito se presenten. La defensa de los animales en libertad y el cuidado de los animales domésticos debería ir grabado en nuestro ADN, pero el extremo de anteponer los animales a las personas roza con lo patológico. Todo debe tener un límite. Las personas también debemos ser protegidas ante invasiones de animales.
Hay profesionales que trabajan muy duro en favor de la vida animal que merecen todo el reconocimiento. Controlan epidemias, evitan plagas, protegen al hombre de zoonosis, evitan extinciones, controlan aduanas, etc…Tienen mi apoyo porque aman a los animales y cuidan a la gente. Pero en el otro extremo también hay otros especímenes de moqueta que se autoetiquetan como animalistas (cada día con algún término nuevo) que son defensores selectivos de los animales. Son defensores del lobo, pero no de la oveja. Les da pena que un cazador mate un corzo pero protestan si alguno del deja su coche siniestro. Les cae simpático el jabalí… hasta que entra a destrozar el jardín de su chalet de Oviedo o Gijón. Entonces ya no les gustan, y contratan arqueros para exterminarlos. ¿Tiene más derecho a la vida por ejemplo el lobo que el mulo que tenía mi vecino Suso? Parece ser que si, según ellos.
Este tipo de animalistas, en adelante Animalistos, serían pasto de las palabras de Rodríguez de la Fuente, estoy seguro. «Los Animalistos son ejemplos de fauna vividora, dominada por tendencias que les dicta un terminal móvil que les esposa las manos permanentemente y les domestica a ritmo de algún tono o vibración. Se ocultan entre redes sociales y despachos, actúan por interés viciado y conveniencia pervertida, movidos en rebaño por colores y siglas, alimentándose de sueldos públicos y subvenciones, y muestran gran habilidad para camuflarse en puestos influyentes desde donde toman decisiones arbitrarias sobre los animales». Son parásitos, las garrapatas del país. Predican desde su púlpito digital y el mensaje cala en la secta. No respetan más el medio ambiente más que yo o que cualquier otro, y aman más al puesto que a los animales, eso seguro. ¿Cómo lo hacen? No lo sé, mi bola de cristal no da para tanto, pero me dice que el lobo ha llegado hasta aquí sin ellos y que cuando ellos falten también seguirá habiendo lobo. Hasta entonces chuparán de la teta todo cuanto puedan.
Predicción número 8.- «Ya nada volverá a ser como antes»; porque no aprendemos. Otros países han protegido al lobo al extremo y han sufrido sus consecuencias. Pero han aprendido que la naturaleza se autorregula si el humano no mete la zarpa. Por ejemplo, en el Parque Nacional de Yellowstone (EEUU) en los años 30 del siglo pasado exterminaron al lobo porque se comía a Bambi, el cervatillo de la película de Disney. La alarma social fue tan grande que para proteger al uapití, tan hermoso e indefenso, eliminaron al lobo del parque. Pero toda intervención tiene un efecto en cascada.
Tras 70 años sin lobo, la superpoblación de uapitíes era tal que estaba dejando Yellowstone sin árboles. Los árboles viejos se morían y los brotes nuevos que iban naciendo se los zampaban los 30.000 bambis que superpoblaban la reserva. Sin raíces que fijasen el suelo, la erosión de las lluvias arrastró sedimentos a los ríos, que se fueron quedando sin peces a causa del fango; peces que eran alimento de un montón de mamíferos y aves, que también desaparecieron. La mano del hombre volvía a hacer de las suyas. El daño estaba hecho, el parque estaba a punto de colapsar. ¿Qué salvó el parque? Se salvó cuando lo dejaron como estaba al principio.
Dentro de estas aves que morían en Yellowstone estaba el águila calva, emblema nacional del país; y eso allí es intocable. Para salvar la vida del símbolo patrio, a finales de los 90 reintrodujeron unos cuantos lobos y lobas procedentes de Canadá. Al encontrarse con tal cantidad de comida y ningún depredador que los afectase, se multiplicaron año a año sin límite pues las autoridades así lo consideraron oportuno. «El lobo ni tocarlo», decían los americanos (como decimos ahora los españolitos). El lobo se zampó a los uapitíes y alcanzó tal superpoblación que ante la falta de alimento tuvo que terminar por comerse también a los mapaches, los castores y las ratas; especies éstas que son alimento del puma, el coyote y el zorro, que al verse sin comida diezmaron su población hasta casi desaparecer. El lobo contrajo las enfermedades de los roedores que comía y sufrió tal epidemia que lo dejó de nuevo al borde de la extinción en el parque.
El sistema se fue equilibrando al cabo de 25 años en unas cifras que oscilan en 11-12 manadas de lobos para todo Yellowstone. Cuando bajan de 10 se desboca el número de uapitíes y los árboles menguan, pero el lobo enseguida prospera porque tiene más comida; cuando pasan de 13 hay demasiados lobos y van enfermando y muriendo hasta regular el sistema. La naturaleza ha encontrado el equilibrio por sí sola y tiene la biodiversidad que le corresponde: han vuelto los árboles, los ríos de agua limpia, el águila calva, los pumas, etc... ¿Cuándo cortaremos aquí la cascada trófica del lobo? Supongo que actuaremos cuando el lobo ataque al cerdo ibérico de pata negra y al toro de lidia, emblemas de este país (como el águila calva para los yankees, vamos).
Un dato: allí la naturaleza ha tardado 25 años en conseguir el equilibrio. Si en Asturias esperamos 25 años ya no hará falta hacer nada porque no quedará nadie en los pueblos. Otro dato: Yellowstone tiene casi la misma superficie que Asturias, allí tienen equilibrado el ecosistema con 12 manadas y aquí tenemos censadas 38 con fecha de 2020. Hoy habrá bastantes más y siguen aumentando. Y otro dato: en Yellowstone no vive nadie y aquí un millón de asturianos. Un poco de sentido común, por favor.
Pero eso parece no importar, parece que al ser humano no le afecta lo que pase en el ecosistema que lo rodea. ¿Puede la humanidad sufrir una pandemia como la del lobo de Yellowstone? Eso no pasará nunca. Para eso tendría que haber un remoto país del mundo con una superpoblación tal que los habitantes se viesen obligados a alimentarse de murciélagos (por poner un ejemplo), que estos murciélagos infectasen al hombre con algún virus respiratorio desconocido (por ejemplo) y que contagiase a toda la población del planeta causando millones de muertes. Imposible, eso nunca ocurrirá.
Predicción número 9.- «El mundo rural desaparecerá». Si Félix abordase esta problemática, en su programa nos describiría así: «El Homo Ruralis vive en el campo, viste camisa de cuadros y viaja en tractor. Está cansado de luchar por su medio de vida trabajando 12 horas diarias, 365 días al año, cansado de adaptarse a cuotas lecheras fantasma, cansado de ordeñar vacas locas que le arruinan, cansado de lenguas azules que azotan su cabaña, cansado de márgenes de producción ínfimos y cansado de reinvertir todo cuánto gana en un negocio familiar sin relevo generacional».
Aparte de todos los inconvenientes históricos para salir adelante, ahora le añadimos lobos por medio. Se comen todo ganado menudo y mediano que quede sin guardar por la noche, además de mascotas y animales de tiro y monta. Es más, si el campesino quiere preservarlos deberá construir nuevos establos y cierres electrificados que pagará de su bolsillo. Y si aun así sufre la pérdida de algún animal deberá aportar pruebas fehacientes de que la muerte fue provocada por el lobo, porque será tomado por estafador hasta que se demuestre lo contrario (que algún episodio hay también, no lo vamos a negar). En el mejor de los casos cobrará los daños año y medio después, para cuando su animal rentaría 5 veces más de lo que le van a pagar, pero acepta la «limosna» y sigue tirando p’alante, como toda la vida.
En Asturias el sector ganadero mueve un volumen de negocio directo de 220 millones de euros, entre leche y carne. Son muchos cuartos como para no tenerlo en cuenta. Esto da vida directamente a almacenes de piensos, clínicas veterinarias, mataderos, cooperativas agrícolas, talleres mecánicos, repartidores de gasóleo, ferreterías, constructores de establos, plantas de aglomerado y de hormigón, aserraderos, etc… que son el sostén de muchos trabajadores que con sus sueldos gastan en supermercados, bares, restaurantes, zapaterías, dentistas, clínicas de fisioterapia, tiendas de muebles, peluquerías, gestorías, oficinas de seguros, etc… Es un auténtico ecosistema socio-económico. ¿Conocen a alguien que trabaje en estos sectores? Seguro que sí, puede que incluso le afecte directamente lo que expongo aquí. Si dejamos que el pueblo muera estaremos ante una cascada trófica que afectará al resto de sectores. ¿Y si desaparecen tantos negocios, quién pagará impuestos para sostener todo este tinglao? Rita la Portera.
El mundo rural queda deshabitado, desaparece, y con él desaparecerá todo tipo de recuerdo, tradición, folclore, etc… y de forma de vida rural. No me vengan después llenando las bocas con demagogia y hablando de la España Vaciada. El momento de actuar es ahora. La población del occidente de Asturias decrece, envejece, y la que se resista a marchar a una ciudad grande se concentrará en la franja costera atraída por la industria de Navia y los servicios de Ribadeo. No estoy diciendo nada nuevo, y sé que no es solo culpa del lobo, pero es otro clavo más en el ataúd del mundo rural. Lleva mucho tiempo pasando, no lo queremos ver, pero que levante la mano el que no haya escuchado alguna vez eso de «Tapia queda morta despós del verano», o lo de «en Castropol tá todo pechao», o aquello de «na Caridá nun hai nada». Y si están así Tapia, Castropol y El Franco, los concejos del interior están mucho peor; véase por ejemplo Pesoz, con la pérdida de un 93% de su población desde 1950. Somos la comunidad más envejecida de España y además, la juventud no vive en el pueblo: se marcha a estudiar y a trabajar donde tenga mejores condiciones, y ya nunca vuelve, con lo que la natalidad es prácticamente nula en la Asturias interior. En pocos años tendremos aquí un paraíso, el paraíso natural que tanto publicitamos…pero desierto.
Predicción número 10.- «La decadencia reinará sobre el terruño». No esperen encontrar bares abiertos en nuestros pueblos, ni gasolineras operativas, ni áreas recreativas limpias, ni rutas de senderismo transitables. No esperen encontrar playas accesibles, médicos en consultorios periféricos ni camas en hospitales comarcales porque sin población no nos van a mantener esos servicios. No esperen sacar una plaza por oposición de profesor infantil en una escuela rural porque no habrá niños y por tanto no habrá escuela; ni esperen desplazarse en ALSA porque no le pondrán un autobús para usted solo (por el tren ni pregunte); no esperen encontrar las oficinas de turismo abiertas, ni de Correos, ni bibliotecas, ni guarderías ni nada parecido porque ni siquiera habrá ayuntamientos en la Asturias interior. Los concejos vacíos se irán fusionando entre sí ante la falta de recursos y personal para sostenerse. ¿Lograr la oficialidad del asturiano? Apúrense porque pronto no quedará quien lo hable. ¿Jarrio somos todos? Más de lo mismo. Sin población no hay votos, sin votos no hay fuerza. Tanto votas, tanto vales. Hay mil ejemplos…
Predicción número 11.- «Comeremos merda… y lo pior é que nos vai gustar». Esta frase se la escuché a un franquino de 92 años hace mucho tiempo. Por aquel tiempo de mi adolescencia no entendía la sentencia, pero ahora con el paso de los años le voy viendo la forma.
Hoy votan a favor del lobo comunidades que no lo sufren directamente, pero también les llegará su efecto fruto de la cascada trófica aplicada al humano. Según el Lobo de Pantalón vaya cerrando ganaderías y pueblos, habrá menos productores de carne y leche y más demanda de sus derivados en las ciudades. El Homo Urbanita se encontrará un día empujando su carrito de la compra por un moderno supermercado de ciudad y tendrá que pasar de largo las estanterías del queso manchego, el cordero castellano y la ternera asturiana, por citar algunas. «¡Qué precios!», pensará mientras mira de reojo. Cuando pase por caja, en su carrito llevará tranchetes, nuggets y salchichas porque lo otro no se lo puede permitir…y lo peor es que lo que compra le gustará. ¿Qué hay de malo en ello? Nada, faltaría más.
Además, ni se dará cuenta de por qué le pasa eso; y si algún día se da cuenta será tarde: los cachorros de Homo Ruralis se habrán ido a vivir a la ciudad y le habrán quitado al cachorro de Homo Urbanita el ascenso en la empresa donde trabaja, la plaza de la oposición que preparaba o una licitación de la obra que esperaba contratar. No entenderá por qué siendo él pintor, por poner un ejemplo, hay una furgoneta de un pintor de Trevías pintando su edificio en Valentín Masip teniéndolo a él allí. El pintor de ciudad preguntará: «¿Qué demonios hace este tipo aquí quitándome el trabajo?» «Buscarse la vida», le contestaré yo.
La cascada trófica que empezó en el pueblo hará estragos en la ciudad, y sencillamente porque ambos son igual de inteligentes pero el Homo Ruralis trabaja y se esfuerza más. El uno prosperará porque toda su vida le han apretado y ha tenido dificultades que le han forjado así; el otro vivirá cómodamente a expensas del clan familiar hasta que pueda, cobrará el paro y todo tipo de ayudas, y protestará amargamente porque el sistema no le da suficientes oportunidades. Miren a su alrededor y encontrarán ejemplos de lo que digo.
Predicción número 12.- «Todo mejorará por sí solo». Lo malo es que si tardamos 25 años, como en Yellowstone, el mundo rural ya habrá desaparecido para entonces, así que ya no hará falta hacer nada. El autobús escolar no tendrá que ceder el paso al lobo porque ya no tendrá alumnos que recoger, ni mis hijos correrán peligro porque se habrán marchado de aquí, ni mi vecina temerá por su perro porque no lo sustituirá temiendo perder también al sustituto.
Dentro de 25 años todo se equilibrará solo, el lobo estará en su sitio y en su número, y lo hará la naturaleza misma si le dejamos. Todo mejorará por sí solo, pero en mi opinión habría que intervenir antes para evitar males mayores después. Las consecuencias económicas y sociales serán demasiadas. A mi entender se deberían controlar el número de camadas y la ubicación geográfica de las mismas porque la superpoblación del lobo y la mezcla con el humano es un despropósito tanto para uno como para otro:
El lobo pierde su instinto, se amansa, se acerca a las viviendas y a las carreteras, se hace carroñero, come los terneros muertos en las granjas, y merodea entre contenedores en busca de sobras. Deja de ser el depurador del resto de especies, el que equilibra el sistema, el que controla el medio natural. Deja de ser el majestuoso Canis Lupus que nos presentó Félix Rodríguez de la Fuente, deja de ser un «animal bello, esbelto, imponente, el vértice de la pirámide ecológica», y se convierte en lobo de segunda categoría, un paria, un depredador desnaturalizado. Ya no corre para cazar, come ovejas encerradas y perros encadenados; comida fácil. No se atreve a entrar a un jabalí adulto, y correr detrás de un corzo le cansa. Por aquí se escuchan comentarios que dicen que son lobos criados en cautividad y que los sueltan después para repoblar; se dice que los ceban en puntos determinados y que por eso están acostumbrados al contacto humano. Yo de esto no tengo pruebas, pero de ser cierto me parece un desatino; otro ejemplo más de intervención externa sobre el medio ambiente que saldrá mal.
La jerarquía de la manada expulsa a estos individuos menos puros de las regiones de montaña donde vive el auténtico rey del bosque, su hermano seleccionado. El lobo que vive en la Sierra de la Bobia, por ejemplo, es auténtico, caza a diario y come caliente todos los días; es una fiera que vive apartada del hombre. El que nos llega a la costa, en cambio, es un animal amansado, cebado, desvirtuado, habituado a la gente y a los coches. Ha perdido su esencia, en pocas palabras. Para seguir siendo lobo, el lobo debe vivir en su entorno, no en el nuestro.
El humano también pierde en este juego; pierde su libertad: en mi pueblo los mayores ya no salen de paseo, los niños no juegan fuera de casa a partir de determinadas horas, las mascotas se recogen temprano y los que tienen ganado han de guardarlo antes de que anochezca. Les aumentará el trabajo y dormirán con la incertidumbre de saber si al día siguiente tendrán a todos sus animales vivos. «Y tú, mientras, asumiendo, rebuscando, renegando de tu tiempo», como decía Rosendo.
Construir establos para el ganado, instalar cierres especiales para el lobo, desbrozar fincas que antes limpiaban cabras y ovejas, mantener mastines que vigilen y cebar animales que podrían pastar sin gasto alguno, etc... supone un desembolso de miles y miles de euros a costa nuestra. Súmenle el vivir con miedo y preocupación, que no sé a cuánto se paga. Y, además de todo esto que se gasta en el pueblo, ¿a cómo le sale la broma del plan del lobo a cada contribuyente? Mejor no pregunten, no querrán ustedes saberlo.
Sé que acabo de contar una película exagerada, apocalíptica, decadente. Cierto, pero basada en hechos reales. Por eso espero equivocarme mucho y estar aquí en 2050 para reconocerlo, de lo cual estaré bien contento. ¡Ojalá me equivoque mucho! Y perdonen el tono informal que este artículo toma por momentos aun tratándose de un tema tan serio, pero si no lo adornase un poco a estas alturas ya hace mucho que usted habría abandonado su lectura por deprimente.
Aquel franquino de 92 años que mencioné antes también me dijo que lo que más pena le daba de la vida que le tocó vivir era dejar el mundo peor de lo que estaba cuando él había llegado. Esa misma idea me ronda a mí también por la cabeza desde hace tiempo, por lo menos en lo que atañe al mundo rural. ¿Por qué escribo esto? Por mí y por todos mis compañeros.
Mientras unos cuantos nos dan por mulo en razón a sus ideas, modas o intereses varios, el resto luchamos por nuestros hijos, nuestro sustento, nuestro modo de vida. Estoy a favor de proteger y conservar la naturaleza, pero si quieren convertir nuestra tierra en un parque natural, no olviden que hay gente dentro.