La presión
Opinión
14 Jan 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Es curioso que el paso del tiempo no haya terminado con las reticencias y críticas hacia la ciencia. Siguen muy presentes ciertos pensamientos y creencias de lo más variopinto e inexplicable. Ya dijo Marx en su día que la religión es el opio de los pueblos, y viendo que siguen influyendo en nuestras vidas, no es extraño que haya personas que nieguen la efectividad de las vacunas, que confíen en las cabañuelas (para asegurar que la semana que viene podría repetirse un nuevo temporal al estilo de Filomena), que defiendan la homeopatía o que se sientan influenciados por lo que dice su horóscopo (mañana cumpliré 36 años y no es poca la gente que me dice que cumplo a la perfección con las características propias de un capricornio). Es evidente que no somos perfectos ni lo seremos nunca, pero pongamos nuestras decisiones en lo que quienes más saben nos dicen, que para eso trabajan sobre lo demostrable, no en presiones de cualquier tipo.
Es verdad que en ocasiones hay cuestiones que no se explican bien o que el transcurso del tiempo cambia las ideas, y como claro ejemplo reciente pondría a los test de antígenos, porque no fueron pocas las veces que se puso en tela de juicio su fiabilidad, pero creo que ante el furor y la fuerte demanda que se creó a raíz de esta sexta ola en la que nos encontramos ha presionado al Gobierno a fijar un límite en su precio (2,94 euros). Pese a que la incidencia por ómicron sigue subiendo, la presión sobre los hospitales no es la misma que en antaño, y la mayor parte de ese éxito se lo debemos a las vacunas. En Asturias/Asturies ya nos están llamando a los treintañeros para la dosis de refuerzo, y confiemos que nos siga ayudando a prolongar nuestra inmunidad y que más pronto que tarde terminemos con esta pandemia. La mayor preocupación estos días se encuentra en las bajas, tanto por el aluvión de peticiones que se están encontrando en los centros de salud para tramitarlas como por los problemas que está acarreando en las empresas y a quienes son autónomos y nadie se puede hacer cargo de su negocio (en nuestra comunidad autónoma hay alrededor de 10.000 personas sin poder ir a trabajar).
A nivel mundial, continúa el culebrón de Novak Djokovic, con un juez que le ha permitido salir del hotel donde estaba retenido, pero parece ser que aunque haya una autorización judicial, es el gobierno del país quien tiene la última palabra de si deportarlo o no. En países democráticos choca bastante que se pueda revocar de manera administrativa un auto judicial y más para algo tan importante como es la permanencia o no en el país, pero imagino que Australia, que es un país que pone a todo el mundo unas condiciones muy complicadas para ir a trabajar, tiene como argumento que el tenista mintió en su declaración (según él fue por un error humano) para obtener el visado (entre otras cosas, viajó a Marbella antes de ir a Melbourne). Sin duda alguna este suceso se va a abrir un antecedente de cómo actuar en estos casos, tanto si le dejan continuar en el país para disputar el Open de Australia como si le embarcan en un avión de vuelta a Serbia (o Mónaco, donde tiene fijada su residencia a nivel fiscal). No obstante, se nota el poder del dinero, porque hay gente que lleva años esperando entrar en Australia y seguirán retenidos ahí a la espera de que les den una salida. En el Reino Unido se han conocido nuevos escándalos de su primer ministro, que tuvo la desfachatez de decir en el parlamento británico que las fiestas en las que participó en Downing Street eran de «trabajo». No ha dimitido, pero la presión sobre él es grande, incluso dentro de sus propias filas. No quiero terminar este artículo sin aplaudir la magistral actuación del cantante belga Stromae en el informativo de una televisión francesa para cantar L’enfer (el infierno), cuya letra recoge la presión y la soledad que sufrió él mismo, reconociendo que en varios momentos pensó en el suicidio (cuyo día mundial tuvo lugar ayer).