Yo soy, yo eres, yo es
Opinión
11 Dec 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Hasta hace poco bastaba un sencillo protocolo funerario. Con familiares y amigos se iba al tanatorio a dar el pésame y con los conocidos se cumplía usando la mensajería web de Esquelas de Asturias. Pero las redes sociales lo están complicando todo. Cualquiera con mil seguidores se ve hoy en la obligación de escribir unas palabras en cuanto se corre la voz de la muerte de un famoso. El género del tuit necrológico acaba de alcanzar su cumbre con la prematura y sentida muerte de Almudena Grandes. Aunque se pueden describir variadas tipologías en el tuit funerario, la decisiva separa a los privilegiados que pueden exhibir una foto con el finado, demostrando cercanía y proclamando la superioridad de su dolor, frente a los perdedores que a falta de foto alzan la voz y fuerzan el adjetivo: «¡Terrible pérdida!», «¡Desgarradora noticia!».
En algunos casos se trata de «la insufrible torpeza de quienes se empeñaban en hacer llevadera la insoportable carga de la muerte», como dejó escrito la propia Almudena Grandes en «Las tres bodas de Manolita». Pero en muchos otros no hay ánimo de consolar, ni siquiera de ensalzar la figura del difunto, solo de aprovechar el velorio para seguir hablando de uno mismo. Estamos ante verdaderos enfermos, incapaces de conjugar el verbo ser de otra forma que «Yo soy, yo eres, yo es», como tituló Juan Bonilla aquel libro sobre egos y tormentas adolescentes.
Entre todos los tuits autorreferenciales compartidos tras la muerte de Almudena Grandes, me quedo con uno del escritor Manuel Vilas. Reconozco sin empacho actuar guiado por el resentimiento. Hace unos años, siguiendo un mal consejo, compré Ordesa y tras leer quince páginas lo tiré a un contenedor. Cuando vi este tuit creí llegado el momento de ajustar cuentas:
«Aterrizar ahora en Roma, abrir el wasap y enterarme de la muerte de Almudena Grandes. Lo siento muchísimo. Gran persona y gran escritora. Siempre lectora de todos los amigos y amigas. Me hizo mucha ilusión que pusiera unos versos míos al principio de «Los besos en el pan»»
La cosa canta ya al peso. De cuarenta y ocho palabras solo cinco se ocupan del trámite de ponderar a la finada: «Gran persona y gran escritora». No se mató mucho. El talento lo reserva para atufarnos con el aroma dulzón de su perfume. «Aterrizar ahora en Roma» es un gran comienzo. Desde el principio sabemos que estamos ante un triunfador a quien las tragedias pillan aterrizando en Roma, no saliendo del metro en Aluche. Cuando continúa «siempre lectora de todos los amigos y amigas», se intuye la tentación de haber escrito «entusiasta lectora mía», frenada por un momento de lucidez y vergüenza insuficiente para contener el empuje de ese ego hasta el final del tuit: «Me hizo mucha ilusión que pusiera unos versos míos al principio de «Los besos en el pan»». ¿Entre las miles de páginas que deja escritas Almudena Grandes, destacas, en el momento de su muerte, la única que habla de ti?