La Voz de Asturias

El 15M, un hijo del 90%, vivo y crecido

Opinión

Eduardo Madroñal

26 May 2021. Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué sucedió en 15 de mayo de 2011? El 15 de mayo de 2011, miles de personas salen a la calle en 50 ciudades españolas. Han sido convocadas por Democracia Real Ya, bajo el lema «No somos mercancías en manos de políticos y banqueros». El 16 de mayo, 200 manifestantes deciden montar una acampada y pasar la noche en la plaza. Se organizan en comisiones. Voluntarios y pequeños comercios de la zona aportan comida y materiales. El 17 de mayo 200 personas acampan en la Plaça de Catalunya de Barcelona, en Valencia hacen lo propio 300 en la Plaza del Ayuntamiento, 300 en la Plaza de Arriaga en Bilbao y en muchas más ciudades españolas. El 27 de mayo, los Mossos d´Esquadra desalojan por orden la Generalitat, la acampada de la Plaça de Catalunya, provocando 121 heridos. Pocas horas después, 10.000 personas levantan nuevamente la acampada. El 14 de junio, miles de personas se concentran frente al Parlament catalán, protestando contra los recortes ejecutados por la Generalitat y obligando a Artur Mas a huir en un helicóptero. El 23 de junio, una marcha con columnas procedentes de toda la geografía española llega a Madrid, confluyendo en una multitudinaria manifestación. El 2 de agosto se desalojan los últimos acampados. Durante 79 días, las principales plazas españolas han sido el símbolo del 15-M. El movimiento se traslada a los barrios, y da origen a numerosas organizaciones de lucha contra los recortes.

Las declaraciones y los lemas del 15-M

«Nosotros los desempleados, los mal remunerados, los subcontratados, los precarios, los jóvenes… queremos un cambio y un futuro digno. Estamos hartos de reformas antisociales, de que nos dejen en el paro, de que los bancos que han provocado la crisis nos suban las hipotecas o se queden con nuestras viviendas, de que nos impongan leyes que limitan nuestra libertad en beneficio de los poderosos. Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo». (Manifiesto fundacional del 15-M)

«No somos mercancía en manos de políticos y banqueros». «Juventud Sin Futuro. Sin casa. Sin curro. Sin pensión. Sin miedo». «Tu Botín, mi crisis». «Manos arriba, esto es un contrato». «Esta crisis no la pagamos». «No falta dinero, sobran ladrones». «No debemos, no pagamos. ¡Auditoría de la deuda Ya!». «Que no, que no, que no nos representan». «Lo llaman democracia y no lo es». «Somos el 99%».

15-M Asturias. Un hijo del 90%, vivo y crecido

¿Era el 15M simplemente un grupito de jóvenes, exaltados y utópicos, que ensuciaban plazas? Mentira. Un año después ha demostrado que es una expresión viva y crecida del rechazo al expolio que sufrimos el 90% de la población española.

La manifestación convocada ayer en Asturias para conmemorar el aniversario del nacimiento del movimiento ciudadano 15M ha contado con la participación de miles de personas en Oviedo. Además de la asistencia masiva -unas 10.000 personas, mucho mayor de la esperada incluso por los propios convocantes- ha destacado la denuncia y el rechazo al expolio que sufrimos el 90% de la población en Asturias y en toda España. Y todo ello de forma pacífica. ¿No se habían cansado de repetirnos que el 15M no era más que una algarada provocada por jóvenes violentos que aprovechaban la crisis para causar desórdenes en las plazas y en las calles? ¿No decían que era un fenómeno que desaparecería tan rápidamente como había surgido?

Entre la multitud que salió de la estación de Renfe se podían ver padres y madres con sus bebés, padres e hijos adolescentes juntos, jóvenes en paro, médicos, profesores, músicos, jubilados… y hasta Henar Ortiz, tía de la Princesa de Asturias. Tal variedad social entre los manifestantes es la expresión viva de que el objetivo del expolio, sea de una forma o de otra, somos el 90% de la ciudadanía.

Y las consignas que se corearon durante la manifestación señalaban, con mayor claridad cada vez, quiénes son los culpables. Así se cantaron, entre otras, «la banca nunca pierde», o «la crisis es mentira, mandan los bancos». Cuando los manifestantes llegaron, dos horas después, a la plaza de la Escandalera se dio lectura al manifiesto nacional donde se denunciaban las ayudas públicas a los bancos, los recortes en sanidad y educación y los desahucios, se afirmaba que no es la crisis sino es el capitalismo y se hacía un llamamiento a continuar con la lucha.

Y la gente en los corrillos que se formaron durante la concentración exponía su convicción de que debemos unirnos y movilizarnos. Un músico destacó la alta participación. Una profesora decía que existen motivos más que sobrados para salir a la calle. Un jubilado sentenciaba que lo que no se pelea nunca se gana. Un médico afirmaba que el 15-M está más vivo que nunca. Una joven añadía que en un año no cambió nada, si acaso, a peor. Una madre con su bebé en brazos animaba a salir de casa porque quedarse significa dar vía libre a más recortes.

Mientras tanto, desde los centros de poder político, económico y mediático se ha intentado desprestigiar al movimiento 15M, se ha tratado de confundirlo, de dividirlo. Por ello, los propios portavoces del 15M han denunciado los intentos de criminalización y división para hacerlos desaparecer y responsabilizan, entre otros, a la política del Ministerio de Interior ante las concentraciones ciudadanas.

Las demandas del 15-M

¿Cuáles eran las aspiraciones y demandas que el 15-M presentaba? En la respuesta a esta pregunta está la clave de la magnitud y actualidad del movimiento que se abrió en 2011. Es habitual limitar el 15-M a la exigencia de calidad democrática, transparencia, participación ciudadana, rendimiento de cuentas por parte de las autoridades, o a la lucha frente al bipartidismo o la corrupción. Estas fueron solo algunas de las reivindicaciones del 15-M. Y no las más importantes. Son mucho más significativas aquellas que normalmente se silencian.

Desde las plazas, el 15-M exigió la derogación de la reforma laboral aprobada un año antes por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, y defendió las pensiones públicas, enfrentándose a la ampliación de la edad de jubilación a los 67 años. Impulsó la exigencia de una auditoría de la deuda, bajo el lema «No debemos, no pagamos», para liberarnos de un asfixiante dogal utilizado para justificar los recortes. Dio nuevos vuelos a la lucha contra los desahucios, recogiendo 1,4 millones de firmas para paralizar las ejecuciones hipotecarias. Denunció los recortes en sanidad o educación, dando lugar al movimiento de «las mareas». Exigió la prohibición de cualquier rescate financiero, y la devolución por parte de la banca del dinero público entregado.

Aunque no escrito, el 15-M presentó un programa para un país al servicio no de las élites dominantes sino del 99% de la población La crítica al sistema económico fue eje nodular del 15-M desde su mismo origen. Señalando a quienes eran los responsables: la gran banca detrás de los desahucios, las imposiciones del FMI, el BCE o la Troika detrás de los recortes. Desde su mismo manifiesto fundacional, el 15-M denunciaba a las élites económicas y a la clase política que ejecutaba el saqueo contra la población: «Acusamos a los poderes políticos y económicos de nuestra precaria situación y exigimos un cambio de rumbo». Y extendió la exigencia de una democracia real, rechazando que se limite a depositar un voto cada cuatro años, sin tener prácticamente ninguna otra opción de participar y decidir en los asuntos públicos que nos afectan. Esto fue el 15-M, esta es su relevancia y la razón de su rabiosa actualidad.

Las consignas más populares del 15-M («no somos mercancía en manos de políticos y banqueros», «no nos representan», «lo llaman democracia y no lo es», «somos el 99%») no llamaban a pequeñas reformas, lanzó una moción de censura global al orden impuesto como «normal». Pero no se quedó en la mera impugnación. Sin que estuviera escrito, ordenado y articulado -como corresponde a un movimiento colectivo donde confluyeron muchos y diversos sectores- el 15-M sí presentó un programa para organizar la vida nacional al servicio no de las élites dominantes sino de la inmensa mayoría de la población.

Apoyo mayoritario a la exigencia de un cambio real

¿Ahuyentó a la población la radicalidad de los planteamientos del 15-M? ¿Quedó reducido a una juventud de izquierdas y movilizada? Los hechos nos dicen exactamente lo contrario. Según las encuestas realizadas en 2011 y 2012, el 68% de los españoles simpatizaba con el 15-M. Y un porcentaje todavía mayor -entre el 70% y el 80%- manifestaba «estar de acuerdo con las cosas por las que protestan». Es un porcentaje de apoyo social abrumador. Que era auténticamente transversal: solo el 53% de quienes apoyaban al 15-M se declaraba de izquierdas, y el respaldo era superior al 60% en todas las franjas de edad y en todos los sectores sociales.

Cuando emergió un movimiento que planteaba un cambio real y radical, una mayoría social lo apoyó, y lo hizo de forma activa. Entre 0,8 y 1,5 millones participaron de forma permanente en las acampadas y asambleas, y entre 6 y 8,5 millones lo hicieron esporádicamente. Un enorme grado de movilización, que trascendió incluso las fronteras nacionales, dando lugar a que se hablara de la «spanish revolution».

Esa voluntad de cambio fortaleció la unidad entre generaciones -desde la Juventud Sin Futuro a los iaioflautas- y entre todos los territorios a lo largo y ancho de España. A la llamada que se emitía desde la Puerta del Sol se unieron las principales ciudades españolas. En Barcelona y Bilbao se solidarizaban con los «indignados» madrileños. Y el movimiento se extendió a ciudades medianas y a muchos pueblos de nuestro país. Lo que el 15-M ha demostrado es que en la sociedad española existe una enorme energía. Y ha dejado claro que hay una base de masas amplísima para un proyecto de cambio real y de transformación social.

Presente y futuro

No hablemos del 15-M en pasado, resaltando «sus aportaciones» pero dándolo por finiquitado. Refirámonos al 15-M en presente y en futuro. Cuando se cumplió su quinto aniversario, ya planteamos que el 15-M nos hablaba de «un nuevo Estado todavía nonato», porque «prefiguraba en los hechos un nuevo orden en España al servicio de los intereses de la mayoría». Que necesariamente debe enfrentarse a las imposiciones y límites de quienes mandan y pretenden que nada importante cambie.

El 15-M ejerce hoy una poderosa influencia. Está presenta en cada movimiento de lucha organizado, en cada movilización contra los recortes, en cada batalla política donde están en juego los intereses de la mayoría. Las aspiraciones a un cambio real que se expresaron en el 15-M, y recabaron un apoyo social mayoritario, siguen muy presentes en la sociedad española, y son una fuerza de cambio que, como sucedió en 2011, volverá a sorprender a quienes lo dan ya por caducado.


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