Amazon y Asturias
Opinión
12 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Al menos durante las últimas cinco décadas, los asturianos crecemos con un estribillo de manifestación y megáfono, resumen de nuestra forma de ser y encarar la vida: «Asturias/ se salva/ lu-chan-do». Siempre afligidos de épica y memoria, sostenemos que todo lo bueno vino y vendrá de la mano de la lucha. A la mínima que se tuercen las cosas, el asturiano se encierra en el pozo, el ayuntamiento o la sacristía con el saco de dormir de los hijos, latería como para pasar otra guerra y la promesa de no salir hasta la victoria. Como si siempre se tratase de parar una huida empresarial con barricadas, pretendimos la reindustrialización luchando frente a un gobierno de Madrid que a falta de inversiones devolvía prejubilaciones, inútiles para cimentar el porvenir pero suficientes para aliviar y olvidar el presente. Como siempre, es el verbo lo que delata: salvar se dirige al pasado. Y el futuro no se salva, se construye.
Por eso nos tiene perplejos la apuesta de Amazon por Asturias. No proviene de luchas ni subvenciones, sólo de la decisión de una empresa orientada a su beneficio. Por faltarle esa legitimidad de la lucha, hemos acogido con frialdad el anuncio. Algunos incluso con desconfianza. Acostumbrados a convocar el futuro con petardos y batucadas, todo se vuelven sospechas ante la apuesta voluntaria de una multinacional por Asturias. Algo raro tiene que haber. Como si la alternativa a la inversión de Amazon fuese una nueva Ensidesa en vez de un enorme solar vacío, desconfían y recelan, alertando sobre peligros inevitables en un mercado global sin alternativa a la vista ni siquiera como hipótesis. Siempre cenizos, lo único que celebrarían de verdad sería la nacionalización de una empresa en quiebra tras una marcha a pie a Madrid, concluida en la Puerta del Sol con el respingo del Asturias de Víctor Manuel retumbando en un mundo que ya no existe. Ahí sí encajaría todo en la retórica del orgullo y la cruda realidad de la decadencia.
Otro de los mitos que rompe Amazon es el lamento empresarial por nuestra enfermiza conflictividad laboral como obstáculo a la inversión y el desarrollo. Amazon no teme al ardor guerrero asturiano. Si Asturias no se salva lu-chan-do, tampoco se hunde por hacerlo. Para decepción de unos y otros, la lucha parece hoy poco más que un placebo, una rutina inofensiva pero repetida a falta de alternativa. Para rematar, nos pasamos la vida quejándonos de nuestras penosas infraestructuras, señalando agravios históricos de movilidad frente al vecino, y van estos y eligen Asturias para instalar un colosal centro de logística. Son ganas de provocar.