La Voz de Asturias

Lo de las luces de Navidad

Opinión

Álvaro González López
Iluminación navideña en Oviedo

24 Dec 2020. Actualizado a las 05:00 h.

La Navidad ya está aquí, se nos viene encima y nos envuelve con su alegría, compras y comidas, y también, por desgracia, con sus toques de queda, allegados y limitaciones.  Los turrones en los supermercados y las luces navideñas que iniciaron con bastante premura, cada año más, su llegada, ahora no hacen más que constatar la época del año en la que nos encontramos, esa quinta estación, diferente y mejor a todas las demás, quizá no, que es la Navidad.

En este año vírico Oviedo brilla más que Las Vegas, hay mas luces de colores en la calle Uría que las que había en la Gran Vía en su época de esplendor, allá por los sesenta y los setenta, cuando era el Broadway patrio. Si se enteran de esta afrenta a Vigo que plantea la ciudad,  no creo que Abel Caballero  tarde mucho en plantarse delante de las cámaras y hacer el ridículo, que es lo que suele hacer, pero no él sólo, sino muchos de nuestros políticos.

Paseando bajo el arco de luz que han colocado en la calle Pelayo, similar al del año pasado que tanto éxito tuvo y que pocos ovetenses y visitantes se resistieron a subir a su Instagram, se siente uno como cuando cerraba Tribeca a los 20 años: esos flashazos de luz, la gente allí concentrada y música de fondo. Las estridencias que hacen las bombillas con su intermitencia ponen a los paseantes al borde del colapso, deberían apostar por ahí cerca a unos sanitarios por lo que pueda pasar. Toda la decoración y el alumbrado navideño tienen cierto aire naíf, y de ahí a lo hortera hay una frontera muy pequeña, tan pequeña que se traspasa una y otra vez. La simpleza es elegancia, y no creo que esas calles tan recargadas de diferentes motivos y luces, véase Uría o Palacio Valdés, estén dentro del canon de lo que alguien considera como bello; a no ser esas señoras, muy rubias y no tan bien peinadas, de fingido rancio abolengo que llenan sus casas de tapetes y figuritas de Lladró. Hay un reno en la Losa, formado por cientos de bombillas blancas, que permanece en soledad en la Plaza de los Ferroviarios, esperando con ansia y esa luz azul que da la tristeza que alguien le saque una foto de la que va a hacer la compra al Mercadona. ¿De verdad es tan difícil planificar una iluminación que siga un patrón homogéneo, que no parezca que fue sacada de restos de almacén y ensamblada por un vendedor de la ONCE? Pues parece que sí, porque años tras año, en la inmensa mayoría de ciudades, pasa lo mismo. Espero que sean verdad todos esos estudios y conclusiones que dicen que toda esta ornamentación por las calles impulsa al comercio y a la hostelería, que no se queden sólo en teorías, ya saben que el papel todo lo soporta, como la inmensa mayoría. No estaría mal encargar esta tarea de engalanar la ciudad a algún artista, ahora y siempre que tan duro es su trabajo, y ver como nos sorprende con su trabajo, para bien o para mal, al menos sería algo diferente y rompedor.

En Oviedo hubo quienes protestaron por el desembolso empleado en la luces navideñas, decían que era un gasto innecesario, y no les faltaba algo de razón. Y ahora hay quienes protestan porque no llega a sus barrios, les parece poco. Estoy seguro de que hay algunos, bastantes, que se quejaron en las dos ocasiones: protestar como forma de estar en el mundo. Está claro que nunca se ilumina a gusto de todos, pero hubo años mucho peores, que se iluminaba a gusto de nadie.


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