La Voz de Asturias

Salvar la (na)vida(d)

Opinión

Diego Valiño
Decorados de Navidad en Oviedo

18 Dec 2020. Actualizado a las 05:00 h.

Ha cambiado todo tanto que hasta la publicidad en estas fechas se ha tenido que adaptar a las circunstancias de la pandemia. El Almendro no vuelve a casa por Navidad y El Pozo juega con la imaginación para simular una peineta con sus salchichas y, al igual que El Gaitero, para brindar con un ¡qué le den al 2020! Las colonias y sus peculiares promociones son la resistencia en este momento de consumo desenfrenado. A los que nos dirigen todos estos mensajes nos incitan a comprar, y hasta en esto las cosas han cambiado porque como nunca antes hemos tirado de ordenador y de tarjeta para que nos traigan a casa nuestros pedidos. Son tiempos en los que hasta algo tan típico como el sorteo de la Lotería se ha visto totalmente afectado por la bajada de ventas de décimos y participaciones.

A las puertas del día de Nochebuena, fecha tradicional para reunirse con la familia y con los amigos, hay una controversia importante sobre el deber y el querer. Normal que tras un año tan trágico y difícil queramos volver a juntarnos. Normal, muy normal. Y ojalá pudiéramos abrazarnos y besarnos por fin, pero la pandemia no ha terminado. Hay lugares como Alemania donde no van a poder disfrutar de estos próximos días como, en principio, nosotros podremos hacer. Los decretos en vigor lo permiten (aunque haya sido un lío definir qué es un allegado o que haya posibilidades de modificar las posibilidades de movilidad). El dilema entre el querer y el deber nos sitúa ante la responsabilidad de evitar la tercera ola y de que no se trunque el inicio de las vacunaciones.

¿Salvar la Navidad o salvar la vida? Desde el principio he defendido que hay que preservar la salud a la economía. A estas alturas seguimos viendo discursos en algunos dirigentes políticos del PP, empezando por el Alcalde de Oviedo/Uviéu, que animan irresponsablemente a la ciudadanía a salir de casa en vez de pedir a la gente a que se quede en casa el máximo tiempo posible. Sí, las consecuencias de la pandemia en materia de empleo se intuyen catastróficas, tanto porque habrá empresas que no aguantarán la crisis como por circunstancias que conllevarán a cambios en los modelos de negocio. Sí, hay hosteleros y comerciantes muy asfixiados económicamente, pero sin salud no hay economía que resista. También algunos han sabido adaptarse, porque todos los comercios tienen que enfocar ya muchas de sus ventas en la red y la restauración precisa normalizar que tendrá más clientes (a través de un móvil) desde sus casas particulares que en sus propios locales. Las restricciones son incómodas y no nos permiten hacer una vida normal, y para todos es agotador y duro, pero si no las tuviéramos no nos estaríamos protegiendo de un enemigo que ha matado a 1,5 millones de personas en el mundo, casi 50.000 de ellos en España. No normalicemos la cifra de fallecidos como si nada pasase, por favor.

Hay casos y casos, pero sinceramente y por norma general me gustaría que pensáramos más en cómo debemos actuar en vez de lo que tenemos permitido hacer. No tiremos por la borda tanto esfuerzo colectivo ni dejemos a nadie atrás. Ya viviremos las navidades como nos gusta cuando se pueda. Primero salvemos vidas.


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