La encíclica del papa latino
Opinión
02 Dec 2020. Actualizado a las 05:00 h.
(Primera parte)
Acaso sea de lamentar que, por juramentos de guardar secretos, no sepamos, con fehaciencia, lo que ocurrió en el Cónclave de la primavera de 2005 en el fue elegido papa Joseph Ratzinger, que fue seguido de cerca por el jesuita Bergoglio. Acaso sea de lamentar el desconocimiento de las razones de este último para «salir» de la pugna electoral, en la que tanto importó el ya fallecido cardenal Carlo María Martini, el del simbólico bastón, y también jesuita. Recientemente se publicó el libro, extenso (1.150 páginas), de Peter Seewald, titulado Benedicto XVI, interesante para conocer al papa emeritus, que es libro complemento de los dos anteriores sobre el mismo papa (Luz del mundo y Últimas conversaciones), y que ignora -es un peligro- lo escrito en el dintel del templo del oráculo de Delfos: nada en demasía.
Un libro, el de P.S., que en la página 775 contiene un error: atribuir al maestro de ceremonias pontificio, el arzobispo italiano Piero Marini, la condición de cardenal, no siendo tal sino arzobispo por designación de Juan Pablo II. Incidentalmente señalaré que, para carreras vertiginosas de ceremonieros, está la del actual Limosnero pontificio, cardenal Konrad Krajewski, que en 2005 era ceremoniero de a píe, que llevó la cruz en la primera bendición urbi et orbi de Benedicto XVI. Hoy está en lo más alto, para desazón de los obispos de allí, de Roma, y de aquí, que confiaban en llegar al cardenalato culminando así el cursus honorum de sus hábitos de color carmesí.
En aquel libro, sobre la elección papal en 2005, se escribe muy poco: «El claro favorito del grupo San Galo, cuyo objetivo era impedir que Ratzinger fuera papa, era Jorge Bergoglio», «cuando a las once dio comienzo la tercera votación, estaba claro que el conclave se había convertido en una competición entre dos favoritos: Ratzinger y Bergoglio»; «No obstante quien comenzó a dudar no fue Ratzinger, como esperaba Martini, sino el argentino», y, finalmente, se escribe: «En declaraciones al periódico británico Catholic Herald añadió (Bergoglio) que en aquel momento les pidió a sus partidarios que votaran a favor del candidato Ratzinger. En su libro-entrevista Latinoamericana, de octubre 2017, también declaró (Belgoglio) que entonces había sentido que aún no había llegado el momento para un papa latinoamericano».
Es curioso, no sorprendente, y diría que hasta natural, que los dos papas actuales, uno emeritus y otro en pleno ejercicio, sean precisamente Ratzinger y Bergoglio, el primero de carácter conservador, más bávaro que germánico, y el segundo, latino y jesuita, un progresista como muchos latinos y jesuitas hoy. ¡Qué cara de angustia mostró el cardenal Sodano, cuando en las inmediaciones de la capilla Sixtina, en el Conclave de 2013 -no pudo asistir por rebasar los 80 años- se le comunicó la elección del argentino! ¡Lo que tuvo que aguantar Sodano, Decano del Colegio Cardenalicio, amigo de Pinochet y Maciel, al escuchar al Papa argentino, en las ceremonias de salutación con ocasión de las Navidades, decir toda clase de improperios sobre los pecados de la Curia vaticana! Acaso pensaría Sodano que, estando él en el Conclave, jamás Bergoglio hubiese sido Papa (pudiera ser que la culpa fuere del Espíritu Santo, personificado en el cardenal Re).
En el año 2016 escribí siete artículos para Religión Digital, sobre los dos papas, Parecidos y diferentes, que también se pueden encontrar en Lasmilcarasdemiciudad.com. A ellos me remito. Y ahora, en el 2020, se aprecia más el carácter conservador del papa Ratzinger (sus declaraciones y el libro «conjunto» con el cardenal Sarah), y el carácter progresista del papa argentino, teniendo en cuenta: a) Su decidida batalla contra los chiringuitos financieros del Vaticano, b) El perfil de los nuevos cardenales nombrados y c) Las encíclicas papales, la Laudato si, y especial la última: Fratelli Tutti.
Si bien (1) a la fraternidad, núcleo de Fratelli Tutti, denominada «encíclica social», ya se refirió Benedicto XVI en el Capítulo Tercero de su encíclica Caritas in Veritate (2009); si bien (2) el comienzo de Fratelli Tutti copia la frase del Evangelio de San Juan de que Dios es amor, con la que se inicia la encíclica Deus caritas est (2005) de Ratzinger; si hay (3) citas frecuentes a Benedicto XVI, Juan Pablo II y Pablo VI; si (4) la Parábola del Buen Samaritano, esencial en el Capítulo II de Fratelli Tutti, es igualmente importante en la 2ª Parte de Deus Caritas est; y si bien (5) en el apartado 120, sobre la función social de la propiedad, Bergoglio cita a Juan Pablo II, no obstante eso y todo lo demás, causaron sorpresa los planteamientos de la encíclica, que muchos -no todos- ven radicales y rupturistas respecto al tradicional Magisterio Social de la Iglesia Católica. Por ejemplo, el conservador arzobispo electo de Burgos y antes obispo de Bilbao ha dicho: «Viene a recoger lo que han dicho sus predecesores».
Una segunda encíclica, la Fratelli Tutti, que lo es si tenemos en cuenta que la llamada «primera» de Francisco, Lumen fidei, fue «obra a cuatro manos», de los dos papas. Es natural que los planteamientos de Doctrina Social del europeo Benedicto XVI, no coincidan con los del latinoamericano Francisco; el lenguaje de uno es del Primer Mundo y el lenguaje del otro es del Tercer Mundo. Son diferentes las realidades sociales vividas por ambos y, consecuentemente, las preocupaciones teológicas. El pensamiento de Ratzinger, con cumbres sublimes de Teología, como todo lo relacionado con Razón y Fe, lo griego y judío en el pensamiento cristiano, incluyéndose la injustamente criticada «Lección magistral» en la Universidad de Ratisbona (2006), ha sido fundamental. Y el pensamiento de Francisco sobre lo teológico parece ser de vuelo corto y bajo.
Es comprensible que el último papa europeo pisara con satisfacción y gusto lugares tan importantes políticamente como el Westminster Hall (Londres) en 2010, el Parlamento Federal en el Reichstag (Berlín) en 2011, el Palacio del Eliseo (París) en 2008, y que pronunciara en esos «lugares de poder» unos discursos de Teología Política con reflexiones sobre el Estado liberal que, posteriormente, tanto denostará el papa Francisco en Fratelli Tutti. Los gustosos palacios de Ratzinger ciertamente no son los gustosos establos de Bergoglio.
Es evidente el agotamiento del eurocentrismo y del catolicismo eurocéntrico. Después de las catástrofes humanitarias, tan europeas, como las de Verdun, Auswitch y Goulag, y de la crisis profunda del catolicismo en Europa, es la hora de otros, de otros continentes, cuya radicalidad en materia social hace pensar que el tradicional planteamiento del sistema económico social a lo europeo se basa en antigüedades, en la mentira o en la corrupción, necesitándose la proclamación por la Iglesia de nuevas verdades; que eso es la Caritas, que es constitutiva de la Iglesia y también vía maestra de la doctrina social de la Iglesia según las encíclicas de Benedicto XVI y Francisco. Al fin y al cabo lo que hizo Francisco con Fratelli Tutti fue derribar muros o abrir la Iglesia a la verdad del mundo, que es acto de caridad o amor.
(En la segunda parte se analizarán aquellos aspectos socioeconómicos y/o políticos que de encíclica del papa argentino más llamaron la atención).