Son hosteleros, no culpables
Opinión
05 Nov 2020. Actualizado a las 05:00 h.
La hostelería asturiana está indignada con las medidas adoptadas por el Gobierno regional, se decreta el cierre pero nada se sabe de cuándo será la reapertura. «Nos sentimos absolutamente desprotegidos. No han hecho más que un batiburrillo de medidas contradictorias sin previsión ni razón», asegura Mariano González Solórzano, de La Ferrada. La gente de los bares, cafeterías y restaurantes tiene todo el derecho del mundo a vivir y a poder dar sustento a sus familias, y también a ganar dinero. Este país vuelve a sus vicios cainitas, parece que se empieza a mirar sospechoso a los que tienen buenos sueldos, pero nunca se para a valorar todo el trabajo y el esfuerzo que hay detrás. Porque trabajar durante años más de diez horas al día, jugarse su dinero y crear puestos de trabajo no es tarea fácil; qué menos que lograr una buena retribución que permita llevar una vida desahogada, la mejor posible, a los suyos. Una vida de la que el hostelero no suele gozar, porque ellos trabajan cuando los demás disfrutamos
Criminalizan al sector hostelero, y así los políticos quieren lavarse las manos. Uno que anda por la calle y por los bares, puede asegurarles el gran trabajo y el cumplimiento de todas las medidas como no he visto en ningún otro sector. Dice Gonzalo García-Conde, del Sol y Sombra, que ellos están para ayudar a la gente a divertirse, que su función no es la de hacer de policías; pero que, aun así, se hizo sin obtener ningún beneficio ni recompensa o reconocimiento. Todo costeado por los empresarios, que muchos de ellos están luchando por la supervivencia, por mantenerse abiertos y tratando de evitar que todos sus trabajadores se vayan a la calle. «Unos iremos a un ERTE y otros al paro, a la calle. No sé cómo haremos para poder vivir», dice el encargado del Jamón Jamón, Saúl Souto. Se les trata como responsables cuando son unas víctimas más del virus y del desconcierto del Gobierno en la toma de decisiones. Son hosteleros, no culpables; trabajadores como otros cualquiera, que no se olvide nunca esto. Es innegable que en sus locales ha habido contagios, pero como en otros muchos, nada ni nadie está libre y a salvo. Javier Velasco, uno de los propietarios de la Cafetería Cadillac asegura que no son el problema, que en su cafetería, y en la inmensa mayoría, siempre hay borrones, se cumplen todas normas.
«Estamos desamparados, se juega con nuestro trabajo. Gobiernan a golpe de improvisación», dice Pepe Reina, responsable del Mamy Blue, y sigue: «Se veía venir. Sin ayudas o alguna compensación por el cierre reina la incertidumbre y el miedo». Hay que recordar que los bares de copas llevan meses cerrados y siguen sin saber cuándo se solucionará su situación. La hostelería se enteró del cierre de las actividades no esenciales al mismo tiempo que el resto de asturianos, tras la rueda de prensa de Adrián Barbón. Pero se quejan de que se han ido enterando de todo a través de los medios y la prensa; «con todas las dudas y confusiones que esto conlleva», apostilla Iván Vázquez, de Mala Saña. Nadie se puso en contacto con uno de los principales implicados para intentar que minimizasen las pérdidas. Se les obliga a cesar su actividad sin tener ni siquiera previsto un paquete de ayudas que les permita resistir y no verse abocados a la ruina. «Sin salud no hay nada, entiendo que es una decisión difícil, pero noto cierta improvisación», comenta Carmen García, al frente de La Paloma. Cerrar un negocio hostelero no es bajar la persiana y ya está. Esto parece que nuestros políticos lo desconocen. Se trabaja con productos perecederos que si no se les busca una salida se pierden, acaban arrojados a la basura. Olegario González «Churi», de Casa Ramón, recalca que los gastos siguen, los impuestos y facturas les siguen llegando, que se les imposibilita trabajar de un día para otro y nadie les da una solución. Acatan la decisión adoptada por Barbón y su equipo, pero el sentir mayoritario es que nunca les van a llegar esas ayudas que necesitan. «Cumplimos con la ley, pero no estamos de acuerdo con que se cierre un sector sin ningún tipo de contraprestación, nos llevan al precipicio. Pagamos nuestros impuestos, y esperamos que se nos apoye cuando lo necesitamos, es lo mínimo. Estamos desamparados», comenta Saúl Vega, de Mala Saña. Con estas actuaciones, da la sensación de que los políticos, en lugar de su labor de servicio a la ciudadanía, hacen todo lo posible para aprovecharse y que el ciudadano sirva para lograr sus objetivos.
Todos los que han hablado conmigo ponen en duda que el cierre sólo se prolongue durante quince días; la mayoría fija como fecha diciembre, tras el puente de la Constitución, el momento en el que podrán retomar su actividad. Muchas de las persianas que se han bajado, ya no volverán a levantarse. Desde Mala Saña recalcan: «No es sólo nuestro sector, son todos esos puestos de trabajo indirectos, toda esa gente que también va a resentir el cierre». Esperan que el cierre de sus establecimientos consiga el fin deseado y que los contagios bajen. Tienen claro que la salud es lo más importante, pero quieren subrayar que esto les hace mucho daño, y que no son los culpables. Estarán ahí cuando se les permita abrir tratando de hacernos disfrutar y que seamos felices. Nos vemos en los bares.