Confinamiento, nuevo ordo y crímenes de lesa humanidad
Opinión
26 Oct 2020. Actualizado a las 05:00 h.
Una persona favorita, pero favorita con el elevado significado de antaño, que se está edificando como persona y que, por ser toda persona obra inacabada, sabe de los trabajos y de los días (Hesíodo) duros que le restan, me relató un vídeo-red en la que dos chicas españolas jugaban a formar palabras a partir de una letra. Estaban en el apartado de países y salió la «A». Como la jovencita que tenía el turno no acertaba a nombrar ninguno, ni siquiera Alemania, que parece más al alcance que Azerbaiyán, la segunda salió en su auxilio: «Asturias», y la primera, con dudas, dijo: «Eso creo que es un continente».
No cabe escandalizarse. Ya no. El infortunio mental es un ordo con una mirada tan subyugante como la del basilisco, que, como este, fulmina, fulmina no el cuerpo, fulmina la sustancia capitular. Y es el círculo de este nuevo ordo un aliado que refuerza, según nuestra hipótesis, al imperial coronavirus y, en consecuencia, el porqué de los confinamientos de las tres principales ciudades asturianas y el Estado de Alarma nocturno en el país (país que podrá ser considerado un planeta de ser Asturias un continente).
Inmediatamente hemos de respaldar las medidas que se tomen, aunque sean severas, para tasar los andares de las personas, porque, materialmente, antes que el beneficio, prima el cuerpo. Quien apele al «Ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, de donde fuiste sacado. ¡Porque eres polvo y al polvo volverás!» (Génesis, 3:19), o no tiene el cuerpo doliente (por el virus), o no llora ningún cuerpo amado que pasó del polvo organizado al polvo-ceniza (por el virus). Es decir, hay una dependencia de las circunstancias que evidencia la ausencia de conciencia social. Por descontado, el pan es asimismo materia esencial que, ante la pérdida de trabajo y otras calamidades, debe ser amasado y distribuido, efectivamente, por los gestores de los dineros públicos.
De los gestores en general y de Isabel Díaz Ayuso en particular ya les hicimos las consideraciones que correspondían a su mal hacer en artículos recientes, salvo que a Díaz Ayuso no la catalogamos en ellos como una criminal de lesa humanidad, que es lo que hacemos ahora. Pero las responsabilidades de esta segunda ola del SARS-CoV-2 (¿llegará a ser un oleaje propio de la mar acéana?) cuenta con más protagonistas, camuflados entre el pueblo, de los que no es dichoso decir que son una minoría, porque, siéndolo, es una minoría de un grosor tal que desvirtúa el sentido mismo del signo «minoría».
Se escribe y se dice que hay gentes que expanden el virus por irresponsables. Y no es incierto. Pero al lado de estos están los homicidas. No nos vamos a detener en las borracheras colectivas (edulcoradas con el sintagma «ocio nocturno»), en las fiestas y celebraciones privadas (públicas luego, por cuanto cada uno de los privados se mezcla con lo público en los días siguientes), en los negacionistas, etcétera. Queremos ir con diligencia a los núcleos de las células que se replican ególatramente, insolidarias con sus disciplinadas hermanas, a las que se comen con glotonería.
Nuestras células gulosas están constituidas por azúcares, fósforo, carbono, nitrógeno e hidrógeno, al igual que las células sociales prudentes, pero, desigualmente, los compuestos que las componen, con alteraciones epigenéticas, no es que sean imprudentes (las hay, pero en otros grupos celulares intermedios), es que son asesinas natas (Asesinos natos, de Oliver Stone), asesinas en serie: matan, y saben que matan, y siguen matando. Desde luego, el nuevo ordo es tierra rica en minerales (Asturias, de Víctor Manuel), dadora de estas mesnadas, como se anotó en el párrafo segundo.
En este mundo de matones, estos solo se detienen, aparte la enajenación y la locura, si la cosa va con ellos. Así, si de la peste negra del siglo XIV se tratara, donde hubo poblaciones enteras aniquiladas. Así, si la gripe española fuera, donde los que sucumbían, mayoritariamente, eran jóvenes (una de las razones, que no la única, fue el hacinamiento en los cuarteles y las trincheras de la Primera Guerra Mundial). Sea lo que fuere, donde lo que fuere no dejaría de ser una variante de lo que sea, la presidenta de la Comunidad de Madrid no está sola en la perpetración de crímenes de lesa humanidad (homicidio intencionado, donde las intenciones nacen de una panoplia de intereses sórdidos).