El crack cero. El crack Garci
Opinión
02 Oct 2019. Actualizado a las 08:37 h.
Escribo esto bajo la sugestión que me produce José Luis Garci, porque el director genera en mí la misma sensación que generó José Tomás, y que ahora lo hace Aguado. También Canelo y Lomachenko. O Messi, o Borja Sánchez o Sangalli en el Oviedo. Todos tenemos nuestras debilidades, pero si se trata de Garci yo me pierdo. Con Qué grande es el cine aprendí a amar el séptimo arte, y con lo de Los Cowboys no sólo el cine; también la literatura, las copas, algo del amor y de la vida. «Las películas o los libros son esa vida de repuesto», José Luis lleva toda la vida diciéndolo, y todos aprendíamos.
He tenido el placer de ver El crack cero antes de que llegue al común de los españoles, y ha sido como uno de esos besos en los que uno quiere quedarse a vivir toda la vida. La nueva película de JLG me ha vuelto a reconciliar con el cine, tras las decepciones de la de Tarantino, Ad Astra y el bodrio de Amenábar parodiando al gran Miguel de Unamuno. Ha vuelto a la gran pantalla el mejor Garci, el primer ganador de un Óscar en lengua hispana y el más nominado de los directores españoles. Ha hecho un filme sublime, uno de esos que pasan a engrosar ese exclusivo grupo de películas clásicas, necesarias e imprescindibles.
Me compadezco de todos ustedes que aún no han podido ver esta maravilla, de verdad. Me siento como Dominguín tras estar con Ava Gardner, pero sin poder contarlo. La película es cine negro en vena, puro cine sin cortar, del bueno, del de verdad. Carlos Santos ha nacido para ser Germán Areta, como lo hizo Landa. Me costó un poco creerme a El Moro, interpretado por Miguel Ángel Muñoz, pero es tan guapo y lo hace tan bien que me lo he acabado creyendo. Ese blanco y negro, más bien gris marengo, reconcilia al cine español con ese Hollywood ya extinto. Y esos planos de la Gran Vía, cuando era el centro del mundo, hacen que se me ponga el vello de punta.
El crack cero huele al humo de tabaco, al sudor de un ring, a lascasa de comidas donde todos los días había cocido, a Chanel Nº 5 y al olor de la pólvora tras un disparo. Sabe a un buen amor, al cuchillo disuelto que es de dry Martini y a una buena película.