La Compañía Nueve: los héroes olvidados
Opinión
24 Aug 2019. Actualizado a las 05:00 h.
El día 24 de agosto, unos carros blindados con nombres de lugares épicos de la Guerra Civil como Guadalajara, Ebro, Jarama, Guernika, D. Quijote, Madrid, España Cañí, desafiando el poderío de 20.000 sodados alemanes, irrumpían en Paris y se plantaban en el Hotel de Ville, la alcaldía de la ciudad; al mando marchaba el teniente Granell, teniente ayudante de la Nueve; era la compañía de los republicanos españoles, una unidad de 160 hombres, de los que 146 eran españoles como también lo eran los mandos de las secciones y hasta la órdenes se daban en español.
La entrada en Paris sólo fue un episodio, quizás el menos desconocido, de la larga lista de acciones relevantes protagonizadas por los republicanos. Estos venían de un exilio donde tuvieron que soportar todo tipo de vejaciones y humillaciones por parte de la gendarmería francesa y de las tropas coloniales, y sobrevivir a las duras condiciones de los campos de internamiento franceses, ubicados, entre otros, en las playas de Argelés y Saint Ciprian, cementerio a su vez de 16.000 de ellos; unas condiciones no muy diferentes a las que hoy día padecen quienes huyen de las guerras.
El escritor Max Aub, que sufrió esos campos, recoge alguno de los calificativos con que muchos denigraban a los exiliados: «Esa hez de españoles, asesinos indecentes, ladrones asquerosos, movidos por la envidia de nuestras riquezas». Por el contrario, el escritor Albert Camus clamaba lleno de dolor: «La guerra de España nos demostró que se puede tener razón y ser vencido».
El régimen de Francia, que en fechas tempranas ya había reconocido a los golpìstas, les dio dos opciones: enrolarse en la legión extranjera o ser devueltos a la España de Franco donde sabían lo que les esperaba, por lo que la elección era meridiana. Según palabras del mismo escritor, «mucho tuvo que ver en esta tragedia la actitud de una Europa pacata e insolidaria que prefirió mirar hacia otro lado y su pasividad e indiferencia contribuyó no poco al derrumbe de aquel mundo de valores humanistas que decían sustentar y que acabó con el fin de su sistema democrático y a la postre con la irrupción del fascismo».
Poco tiempo faltó para que esta Europa lo pagara bien caro pues, después de la guerra de España, los gobiernos nazis y fascistas invadían estos países, al tiempo que llenaban centro Europa de campos de exterminio destinados a quienes eran o pensaban diferente. Ante tal drama muchos, ajenos al paso los trenes de la muerte y al nauseabundo olor de los hornos crematorios, eran cómplices con su silencio y sólo hablaban de cosas que no les perturbaran su quietud.
Por el contrario, invadida Francia y consumada la traición de Petain y sus seguidores, los republicanos no tardaron en implicarse contra el nazismo. Prácticamente no hubo escenario bélico donde no estuvieran presentes; en los primeros momentos de la guerra en tierras de Noruega. Al poco tiempo, en tierras de África, después de desertar de la Francia de Vichy, se incorporaron al ejército de la Francia Libre representada por el General De Gaulle. Llegaron después los enfrentamientos contra el Africa Corps de Rommel, siendo los primeros en entrar en Bizerta. También como soldados irregulares se integraron y dirigieron el movimiento guerrillero que liberó la mayor parte del sur de Francia donde destacaron los asturianos Cristino García Granda, JoséVitini, ambos con el grado de teniente coronel, y el comandante Robert.
Tal como se mencionaba al comienzo, quizás el hecho más conocido de la participación republicana, fue la liberación de Paris a cargo de la Nueve, una compañía, perteneciente a la división blindada del General Leclerc. De estos soldados, decía Dronne, el capitán de la compañía, «eran unos hombres extraordinarios, experimentados en la lucha, difíciles de mandar, pero excelentes soldados que jamás retrocedían».
Aquella tarde del 24 de Agosto, su entrada en París fue apoteósica; pese a estar ocupada por 20.000 alemanes, su presencia desató la locura colectiva y fueron acogidos con un intenso volteo de campanas; los parisinos al ver la cruz de Lorena, enseña de la división Leclerc, creyeron que eran soldados franceses, pero les extrañó que portaran banderas republicanas y que hablaban español. A bordo del Guadalajara, fue el teniente Granell el primer soldado en entrar al Hotel de Ville. Desde el primer momento se les unieron miembros de la resistencia, entre ellos muchos españoles, que los condujeron hasta los núcleos que ocupaban las tropas nazis. En la toma y rendición del cuartel general alemán participaron los soldados de la nueve y fueron tres españoles: el extremeño Antonio Gutiérrez, el aragonés Antonio Navarro y el sevillano Francisco Sánchez quienes a base de granadas de mano y metralleta lo asaltaron e hicieron prisionero al general Von Choltitz.
Para los españoles residentes en París fue un día glorioso; conocedores de la noticia pronto acudieron a abrazarlos, entre ellos Victoria Kent y Federica Montseny. Al día siguiente cuando hizo su entrada triunfal el general de Gaulle fueron los blindados de la Nueve los que formaron la compañía de honores; la marcha desde el arco de Triunfo a Notre Dame la encabezaba el teniente Granell, que enarbolaba la bandera republicana seguida del Guadalajara y de otros tres blindados de la compañía.
Después de los honores, llegaron los combates más encarnizados, con la Nueve siempre en punta de lanza; en su avance hasta Estrasburgo libraron duros enfrentamientos que se incrementaron todavía más al adentrarse en tierras alemanas y chocar con las unidades de élite. El tributo en bajas fue muy alto, pues al final cuando la Nueve llegó a Berschtesgaden, el pico de águilas, refugio de Hitler, de los 146 españoles que la integraban, sólo quedaba dieciséis.
Casi de inmediato llegó la ocultación y la mentira. Según de Gaulle, fueron los ciudadanos de París quienes se liberaron a sí mismos; y los medios de comunicación, se hicieron sus corifeos, con informaciones falsas y distorsionadas de la realidad.
Con el deseo de honrar la memoria de tantos españoles la Charanga Ventolin, Medalla de Plata de la ciudad de Gijón, y un grupo de acompañantes van a estar en Paris para participar en los actos conmemorativos de su liberación por la Nueve; a su vez queremos también extender nuestro homenaje a las decenas de miles de españoles que participaron en tantas batallas y por supuesto a los que murieron en los campos de internamiento y a las víctimas de los campos de concentración y exterminio nazis.
Con nuestra presencia no pretendemos quedarnos en conmemorar estos hechos y estas efemérides, sino que pondremos todo nuestro empeño en que la verdad histórica prevalezca y quede reflejada en los currículos escolares. Unos hechos merecedores de esas palabras de nuestro gran escritor Francisco de Quevedo: «Quien no ve la hermosura que tiene el perder la vida por no perder la honra, no tiene honra ni vida».