Cancelad a Tarantino, cancelad el cine
Opinión
15 Aug 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Cuando era joven buscábamos ávidamente películas sangrientas en los videoclubs. Desde las delirantes producciones de la Troma como Redneck Zombies o la saga del Vengador Tóxico, hasta las primeras películas del hoy todopoderoso Peter Jackson, como Bad Taste o Meet the Feebles. Además, había, claro, docenas de cintas clásicas del triperío de los años 70 y 80 con los sangrientos efectos especiales de Tom Savini, el Sex Machine de Abierto hasta el amanecer de Robert Rodríguez. En las tiendas de cómics comprábamos fanzines y revistas de cine fantástico y de terror, que en aquellos entonces estaba plagado de todo tipo de productos y subproductos gore.
Quentin Tarantino tuvo el acceso a todo esto bastante más fácil que nosotros, habitantes de un barrio obrero del extrarradio en España. Ayer, en la cuenta de Instagram de la Troma, Lloyd Kaufman, jefe de la compañía y director de la inmortal The Toxic Avenger, publicó una vieja foto en la que se le ve junto a Quentin Tarantino, ambos muy sonrientes. Aunque los medios no hablen casi nada de Lloyd Kaufman, lo cierto es que todo este rollo que he leído últimamente sobre Tarantino y la violencia, eso que piden algunos de «cancelar» al director de Pulp Fiction por la violencia de sus películas, o por la violencia contra la mujer en sus películas, me lleva a pensar que si estas mentes preclaras conocieran las películas de Kaufman, (o las de Peckinpah, Scorsese, Herschell Gordon Lewis o Henenlotter) pedirían cárcel directamente para él. También me lleva a pensar que desconocen por completo el cine de Tarantino, y no han visto Kill Bill o Death Proof.
En cualquier caso, la hipersensibilidad frente al cine violento no es, en el fondo, nada diferente de aquella cruzada contra el heavy metal protagonizada por la entonces esposa de Al Gore en los 80, o la lucha contra el cómic de los años 50 del siglo pasado que tan cara le salió a la compañía EC, quienes décadas después tuvieron un sentido homenaje en el film de George A. Romero Creepshow, con efectistas maquillajes de Tom Savini y la presencia de Stephen King como actor en uno de los episodios.
Detrás de todo esto, de toda esta mojigatería insana, llega la nueva película de Quentin Tarantino, Once Upon a Time in Hollywood, en la que la familia Manson aparece, y en la que Margot Robbie interpreta a Sharon Tate, y algunas se preguntan si es necesario matar a la actriz tantas veces. Ahí radica el problema, en esa imposibilidad de diferenciar una obra de ficción de un crimen real, y ver machismo donde, quizá, no lo hay, como ya ocurrió con la película sobre Ted Bundy producida por Netflix. Pero para criticar esto, al menos hay que conocer lo que se pretende criticar, porque a nada que conozcas aquellos horrorosos sucesos, sabes que Susan Atkins, miembra de la familia Manson, le dijo a una muy embarazada Sharon Tate que no tendrían piedad con ella, y fue Atkins quien empapó una toalla con sangre de la actriz para escribir PIG en la puerta. Sí, una mujer. Podrán decirme que lo que se está criticando es el presunto exceso de violencia en el cine, a pesar de que el de grandes producciones sea cada vez más ñoño y blandito, y no del crimen real, y es cierto. Pero es que no soy yo quien no sabe distinguir una cosa de otra.