Elton John que estás en los cielos
Opinión
28 Jun 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Elton John, ataviado con un chaqué oscuro con lentejuelas y unas enormes gafas de pasta negra con el cristal ahumado, tomaba asiento frente a su piano y arrancaba el recital con Bennie and the Jets mientras el reloj de la Puerta de el Sol daba las nueve campanadas: puntualidad inglesa, haciendo valer sus maneras de «caballero del reino». El espectáculo empezó a las 21:00, a la hora programada, cosa que, por desgracia, uno ya ha de agradecer. Los 12000 espectadores que abarrotaron el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid -me niego a llamarlo Wizink Center, me niego- para despedirse del de Middlesex encima de los escenarios no salieron indemnes de este derroche de virtuosismo. A sus más de 70 años Sir Elton es capaz de aguantar más de dos horas frente al público: valiéndose sobre todo de su portentosa voz y el piano, deslizándose esos rechonchos dedos a una velocidad endiablada y acariciando las teclas. EJ, como el viejo del chiste, sigue mirándose al espejo, sacando la lengua y calentando la voz: aunque se retire aún hay paisano para rato.
El humo que echaban los cañones simulaba el smog londinense y el recinto olía a esa mezcla extraña de nacionalidades, especias, cerveza y clase que huele el metro londinense. En Madrid se le vio como en casa, porque su hogar es su música y sus fans: «Gracias por comprar una entrada. Espero que les guste». A la gente le cuesta permanecer sentada, y los pasillos y la pista central del Palacio van poblándose poco a poco. Rompe a sonar Rocket Man y el público se vuelca aún más, arropan y llevan al británico hasta la más lejana de las galaxias. Los que aún siguen sentados carecen de sangre en sus venas, son de ese tipo de personas que creen que lo importante es participar.
Ojalá que el gran Reginald Kenneth Dwight (nombre real de Elton John) haga como el Pana (un torero mejicano), que el día que se iba a retirar de los ruedos, a cortarse la coleta, cuadró una de sus mejores faenas y decidió quedarse. Porque los artistas están hechos de espantadas y éxitos, de miedo y arrojo, de arte y sangre, de sudor y genialidad. Elton John que estás en los cielos, quédate encima de un escenario un poquito más.
Todo sonó a la perfección, porque, aunque la mayoría del espectáculo sea el propio Elton, la banda que ha elegido está a un nivel superior: de lo bueno lo mejor. Con Levon y Candle in the wind logró la mayor de la ovaciones. Cuando empezaban a sonar los acordes de esta última la pantalla mostraba imagines de una falsa Marilyn y el cantante aparecía con un nuevo traje azul muy claro tan excéntrico y salpicado de alamares; uno de esos trajes tan excéntricos que sólo pueden sentarle bien a él.
Con su gira Farrewel, yellow brick road, que consta de 300 conciertos, Elton John dice adiós a la música. Recen porque las baldosas amarillas nunca se acaben y podamos seguir disfrutando del Genio: que él «hasta siempre» sea un «hasta luego».