Azucena Lorenzo, la vaqueira libertaria
Opinión
25 Feb 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Jovellanos se fascinó con ellos. Yo también. No es para menos. Y es que la historia de los vaqueiros de alzada da para mucho. Para mucho en lo antropológico, en lo etnográfico, en lo medioambiental, en lo cultural, en lo sociológico y sobre todo en lo humano.
Por su estilo de vida, los vaqueiros de alzada podrían ser considerados precursores de un singular movimiento hippie. Por su comunión con la naturaleza y su plena conciencia de mimar el medio en el que viven y del que viven podrían ser los primeros ecologistas de pleno derecho de la historia moderna. Por su rebeldía social y su amor por la libertad, podrían ser unos revolucionarios pacifistas.
En el contexto acelerado hacia la extinción que sigue la Asturias actual, los vaqueiros de alzada no son una excepción, y se debaten entre el olvido y la diáspora. Pero en medio de esta inexorable realidad, de vez en cuando, como si de la luz de un faro lejano y amigable se tratara, o como si de pronto una aldea se llenara de vida en medio de una noche de invierno, refulge en el firmamento una estrella vaqueira, casi como la que llevó a los magos hasta Belén.
Mi estrella vaqueira se llama Azucena Lorenzo, digna heredera de los valores del pueblo al que pertenece.
Silenciosa, como si pasara de puntillas por el gran teatro del mundo, Azucena tiene un sentido tan arraigado de la solidaridad que recuerda al de una celadora de la caridad en una braña. En su casa y en su vida, nadie es un extraño. Nadie se queda con sed o con hambre, y su hogar siempre está presto para mitigar la fatiga del que llega exhausto de mil batallas. Nadie pasa frío porque conoce todos los secretos del fuego, como si de una guerrera se tratara. Nadie se siente desasistido.
Con extrema dulzura y con un mimo que parece milagroso, esta especie de druidesa, como sacada de la iconografía sagrada medieval, te invita a la calma sin fin, a la quietud, a la paz de espíritu.
De pensamiento firme y contundente, de vez en cuando se sienta en el trono del matriarcado vaqueiro, y desde él administra justicia y libertad. Porque Azucena piensa y siente, como lo hizo Cervantes, que por la libertad se puede y debe aventurar la vida, y así lo hace cada día.
Si hubiera nacido en Escocia apoyaría la causa de William Wallace, pero como nació en El Pevidal - una aldea del concejo de Salas ? contribuye a perpetuar el honor del pueblo vaqueiro con sus acciones cotidianas.
Rebelde con causa, no olvida el pasado de sus antepasados. Nunca para alimentar el rencor, sino para luchar por los derechos humanos, esos derechos que durante siglos los vaqueiros de alzada no tuvieron.
Hoy su vida transcurre al pie del Camino de Santiago Primitivo, a pocos kilómetros del Monasterio de San Salvador de Cornellana, y por su porte y sus modales, Azucena es como una peregrina extranjera, que viniera del norte de Europa, siguiendo el rastro de Alfonso II…
Una peregrina que si un día tuviera que gritar para avanzar en el gran itinerario de la existencia, gritaría ¡Libertad! Y es que yo la he llamado la vaqueira libertaria, sin caer en la cuenta de que vaqueira y libertaria son términos sinónimos, porque no se puede ser vaqueira de alzada de verdad sin amar la libertad…