Réquiem por la última Brigada de Salvamento Minero de Asturias
Opinión
11 Feb 2019. Actualizado a las 05:00 h.
La actuación impecable de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias en el rescate del niño Julen puso el foco sobre los mineros asturianos con una pasión y corriente de positividad social completamente inesperada.
Los mineros de Asturias, siempre demonizados por los diferentes regímenes históricos en España, tanto tiránicos como democráticos, están pasando a mejor vida en medio de la más absoluta pasividad política y social, y de repente el «filón informativo» que supuso la desgracia de Julen los sacó de un ostracismo deliberado e injusto.
Y así en una especie de irónico buche del destino, estos «demonios» con caras pintadas de negro, que suben y bajan en jaulas del infierno al cielo y viceversa, se convirtieron de la noche a la mañana en ángeles para un pueblo ávido de liderazgo moral y de valores que lo hagan un poco más humano.
Los mineros nunca le han importado a nadie, porque siempre fueron esclavos, y los esclavos no le importan a nadie. Solamente cuando abandonaron la condición de esclavos, gracias a su tenacidad revolucionaria y a su mente ilustrada e inquieta, empezaron a ser cuestionados. Y ahí sellaron, a veces con ingenuidad y a veces con inconsciencia, el principio de su fin, que a su vez fue el principio de la extinción moral, mental y demográfica del pueblo asturiano.
Casi toda la sociedad se les echó encima, con evidente simplismo y desconocimiento, e incluso algunas dosis de mala fe, cuando sus «popes» políticos pactaron la reconversión industrial, en una traición sin precedentes hasta la fecha a toda la clase obrera. De pronto, aquellos héroes descendientes de esclavos, se convirtieron en unos villanos que se iban prejubilados a sus casas en los alrededores de los cuarenta años y que, según una leyenda minera muy extendida, lo hacían con miles y miles de euros totalmente inmerecidos en sus bolsillos.
Y cuando algunos de ellos protestaban, escenificando batallas callejeras, con cañones en forma de neumáticos ardiendo en alguna autopista de esas que comenzó Borrell y remató Cascos, eran simplemente una «panda» de canallas «minerócratas» que se quejaban de vicio.
Como España es un país con amnesia colectiva, especialmente patente en sus poderes públicos, nadie se acordaba ya del papel que habían jugado los mineros asturianos en la historia de la Humanidad: la primera guerra mundial, la revolución del 34, la lucha contra Hitler para que Europa sea libre como es hoy, la lucha contra Franco y sus tecnócratas malditos, o la lucha contra los políticos y sindicalistas corruptos en la España democrática.
Sí señores, los mineros asturianos pagaron la deuda de la Guerra Civil Española con su sudor, su sangre y sus lágrimas en las minas de esta tierra, habilitadas adecuadamente para la ocasión como campos de concentración. Sí señores, hubo mineros, y no fueron pocos, que en plena democracia se opusieron a la corrupción sistémica posfranquista (y democrática, perdón se me olvidaba) que aniquilaba estratégica y selectivamente toda la minera, y con ella toda esperanza para una sociedad abocada a una muerte anunciada.
Pero, ¡oh, ironías del destino! El último reducto minero asturiano salta a la primera plana de la actualidad y de la más alta consideración social en el rescate de un niño que se cayó en un pozo profundizado ilegalmente en Málaga.
Es verdad. La Brigada de Salvamento Minero encarna la humildad, solidaridad, rigor técnico, compañerismo, trabajo a destajo, vocación formativa, capacidad de superación ante la adversidad, y por qué no decirlo, los pares de huevos que les faltan a muchos y a muchas.
Es verdad. La Brigada de Salvamente Minero de Asturias personifica el caudal de valores y conocimiento que algunos indeseables con careta y careto de demócratas han cortado de cuajo y sin miramientos, en aras de sus intereses personales.
Es verdad. La Brigada de Salvamento Minero de Asturias, que no está desmantelada «de petaca», tuvo que intervenir donde otros muchos no saben.
Es verdad. El ministro Grande-Marlaska se olvidó casi completamente de ellos en la rueda de prensa de peloteo (uy perdón, de agradecimientos) que dio tras el rescate del fallecido Julen.
La verdad es que al gran e inefable Grande-Marlaska no nos pone el mismo tipo de personas. Me siento afortunada.