La vida sin jamón no merece la pena
Opinión
07 Feb 2019. Actualizado a las 05:00 h.
Donald Trump cree que el cambio climático es una mentira y, tras el temporal polar que azota parte de Estados Unidos, se pregunta dónde está ese calentamiento global. Trump es un hombre que, a fuerza de ridiculizarle los medios, nos cae, en cierto modo, simpático; una especie de guiñol, como aquellos que ponían en el Plus, pero de carne y hueso, y con mucho poder. Muchos tienen miedo de lo que pueda llegar a hacer durante su mandato, pero las democracias consolidadas logran antes neutralizar a los outsiders que estos a las democracias. Rajoy era otro que no creía en el incremento de la temperatura del planeta y su primo, el científico aquel, tampoco. Y como ellos hay cientos.
El cambio climático es algo muy real, que afectará a la vida de todas las personas y generará devastación: lo crean o no. España es un país muy dado a mezclar razón y superstición: desde iglesias en universidades a una figurita de un gallo que predice el tiempo según el color de su plumaje. Y cuesta mucho la concienciación medioambiental de los ciudadanos. Quizá sea por el coñazo de documental de Al Gore que nos hicieron tragar a muchos; o por la pesadez y turra de los ecologistas, asaltándote en plena calle; qué se yo.
Pues, si ya era esta una empresa harto complicada, leo en El Mundo una entrevista a Christiana Figueres (ex secretaria de la ONU para el cambio climático) titulada así: «Para frenar el cambio climático tenemos que dejar de comer carne, incluso jamón ibérico». Y donde pretende la erradicación absoluta de los coches diésel y gasolina; que está muy bien, pero dentro de 40 años, cuando pueda uno recorrer 800 kilómetros de un tirón, recargue con rapidez la batería y no cueste el vehículo una fortuna. Leyendo a esta señora, le entran a uno las ganas de desconfiar de la ciencia, aunque me mantendré fiel a esta y a la razón. Pero, les planteo otra cosa: ¿abandonar el jamón no sería la muerte en vida? Podría restringir la carne, con esfuerzo y sufrimiento, hasta eliminarla de mi dieta, pero el jamón me niego: nunca jamás. De qué sirve que este mundo dure ad infinitun sin poder disfrutar de un Joselito o de una tortilla francesa con unas lascas de papada de cerdo por encima. Al igual que estar vivo no es vivir, tampoco sin poder saborear un buen pernil ibérico. La vida sin jamón no merece la pena.