La Voz de Asturias

Iluminación navideña

Opinión

Álvaro González López

19 Dec 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Ahora que la Navidad entra en nuestras casas dando una patada en la puerta -que ni Corcuera- en octubre, que ya se puede tomar ese invento del diablo que es el turrón de Suchard -no es turrón, sino basura- casi en agosto, hay algo que se sigue resistiendo a la premura de estos tiempos: el encendido de la decoración navideña. Toda decoración de Navidad antes del puente de la Constitución debería estar penada por ley; como en esas casas que ponen el espumillón, el belén, el árbol y a Papá Noel colgando de la ventana en noviembre. Esta gente, como poco, merece el destierro a Santa Elena.

El Oviedín ya brilla con sus luces y su fantasía, las bombillas de mil colores alumbran la alegría y el buen hacer de la ciudad, y digo Oviedín, que no Oviedo, porque los barrios gozan del mayor de los desamparos en la iluminación navideña. Que, por otra parte, esa suerte que tienen. La ciudad tiene el alumbrado más hortera y paupérrimo en años, casi comparable con la grotesca Vigo: que no tenía suficiente con Abel Antón, y ahora es el cementerio de elefantes de las bombillas y los leds. Oviedo ya empieza a ser una ciudad sucia y descuidada, el lugar donde las licencias tardan años, donde los concejales son muy amables pero no planchan su ropa; como si este fuese poco, tenemos la iluminación más infame que hayan visto los ovetenses.

Entiendo a los que atacaron el árbol en la plaza del ayuntamiento, todo ovetense con un poco de dignidad y buen gusto debería salir a reventar esta decoración. El muñeco de nieve de la plaza Porlier merece eso y más. Que con esto no quiero blanquear ni justificar los actos vandálicos, sólo pido un poco de buen gusto: no es tan difícil.

La Navidad siempre serán esas fechas mágicas y especiales, donde volvemos a abrazar a la familia y a beber con los amigos; pero con un poco de buen gusto en la decoración de las calles todo sería mejor.

 

 


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