Sentimos informarles: la princesa Leonor y Don Pelayo no comparten material genético
Opinión
07 Sep 2018. Actualizado a las 11:45 h.
Aunque esto le pueda parecer obvio al 99% de los lectores y lectoras de este artículo, conviene recordarlo en estos días de desaforada exaltación covadonguista: la princesa Leonor y Don Pelayo no comparten material genético. Si la sangre azul existe, cosa de la que también dudamos, la que corre por las venas de nuestra joven y cinéfila princesa (junto al inestimable aporte sanguíneo procedente de los Ortiz Rocasolano) viene de los Borbones, familia francesa asentada en nuestro país tras una cruenta Guerra de Sucesión, que duró, vaya vaya, 14 años. En 1715, fecha en la que termina el conflicto bélico, no existía España, tampoco Francia, como mucho, un conjunto de reinos y una embrionaria idea de lo que terminaría siendo España y una embrionaria idea de lo que terminaría siendo Francia. Si en 1715 Felipe V se convirtió en el vencedor de una guerra por un territorio donde nadie se sentía perteneciente a una nación española, todo lo más, vecino o vecina de su aldea, pueblo o comarca, mucho menos, en el 722, Don Pelayo, en algo que no pasó de ser una mera escaramuza con los musulmanes, podía sentir que estaba “reconquistando” España. Sería el nacionalismo español el que inventaría en el siglo XIX el fabuloso relato de una España eterna que renacía en los montes asturianos frenando el avance del Islam. Al servicio de este gran relato nacional se pondría a trabajar a grandes profesionales de la época: pintores, dibujantes, literatos, historiadores, escultores y hasta músicos... Uno de los mejores artistas, Roberto Frasinelli, «el alemán de Corao», diseñaría la Basílica de Covadonga aportando todo el imaginario y la fantasía propias del nacionalismo romántico alemán al proyecto de construir un puente histórico entre la Batalla de Covadonga y la moderna monarquía de Alfonso XII.
Desgraciadamente la historia, desprovista de atrezzo, es, como siempre, más prosaica, cutre y cruel de lo que nos cuentan estos días los principales medios de comunicación. Sentimos informarte, Leonor, que el trono en el que se sientan tus padres no lo ganó Don Pelayo en la batalla de Covadonga, sino tu bisabuelo, Don Juan, poniéndose del lado de los que en 1936 destruyeron la democracia. Es una historia dura, con muchos muertos. Todavía más que en una peli de esas pelis de Kurosawa que tanto te gustan. Tienes ya casi 13 años, es decir, eres toda una moza, y ni tu ni la sociedad asturiana nos merecemos que tus padres y sus palmeros nos sigan contando cuentos para niños.