La Voz de Asturias

Tengo un amigo negro

Opinión

Jorge Matías

02 Aug 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Ayer, después de llevar varios días siendo señalado por sus declaraciones sobre inmigración basadas en bulos, el flamante nuevo líder del Partido Popular, Pablo Casado, acudió a Algeciras a fotografiarse con negros. El día 30 de julio vaticiné en Twitter que esto iba a ocurrir en dos días, y, efectivamente, dos días después ha ido a hacerse la foto. Nada nuevo bajo el sol, después de unas afirmaciones dignas de Trump, hay que salir corriendo a intentar aparentar lo que no sé es, táctica esta, la de hacerse fotos con negros, que ya ha puesto en práctica alguna vez el Ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, quien incluso tiene un amigo negro dentro del partido, como en aquella película de Nick Nolte, «Mother Night», en la que tenían a un negro vestido como un miembro de la Gestapo, el Führer de Harlem o del Bronx, no recuerdo bien..

La memoria es frágil. Ahora que parece que quienes nunca vieron peligro alguno en ello empiezan a ser conscientes del auge de la extrema derecha en Europa y en buena parte del mundo, parece como si lo que está ocurriendo acabara de surgir espontáneamente, así de un día para otro. El virus se está extendiendo por todas partes en el viejo continente, y en España ya no podemos estar seguros o a salvo como parecíamos estar del populismo de ultraderecha. Pero la semilla está planteada mucho antes en los estados europeos, y lo de Italia viene de lejos, no solo de los genuinos fascistas, entiéndanme, lejos pero no tanto, aunque también. 

De 1994 a 1995, Italia tuvo un Ministro del Interior de la Liga Norte. Roberto Maroni ocupó el cargo durante la primera legislatura de Berlusconi. Repitió como Ministro del Interior de 2008 a 2011. Como Salvini, Maroni vive intensamente su odio hacia los gitanos y los inmigrantes, lo que le llevó a proponer en 2009 que se tomaran las huellas dactilares a todos los niños gitanos de Italia. En 2009 también, se aprobó un decreto de Maroni que permitía la existencia de patrullas ciudadanas nocturnas para luchar contra el crimen y la inmigración ilegal, es decir, el gobierno de Berlusconi, gracias al decreto del Ministro, dio cobertura legal al vigilantismo fascista.

La Liga Norte tiene un largo historial de racismo. Cecile Kyenge, congolesa de nacimiento, llegó a ser la primera mujer negra en ocupar una cartera ministerial en Italia. Bajo el gobierno de Enrico Letta fue nombrada Ministra de Integración. Los alegres muchachos de la Liga Norte convirtieron a la mujer en el centro de sus insultos. Nada menos que el vicepresidente del Senado italiano, Roberto Calderoli, comparó a la Kyenge con un orangután, y ante el revuelo causado, otro miembro de la formación ultraderechista, Daniele Stival, se apresuró a pedir disculpas en su muro de Facebook a todo aquel orangután que pudiera haberse sentido ofendido. El Movimiento Cinco Estrellas sabía perfectamente con qué clase de partido político estaba pactando para gobernar, así que son ellos quiénes han legitimado a Salvini como hizo en su día Silvio Berlusconi con Maroni.

Las políticas y discursos xenófobos de extrema derecha llevan esperando su momento electoral desde hace mucho en la Unión Europea. Ahora surge la oportunidad de agarrar un montón de votos que no podían soñar hace años. No hace tanto tiempo, muchos izquierdistas aplaudieron en su día discursos antieuropeístas del xenófobo Nigel Farage en el Parlamento Europeo, el mismo Nigel Farage que hizo campaña a favor del Brexit valiéndose de múltiples mentiras sobre la inmigración, el mismo Nigel Farage conservado en alcohol. No hace demasiado tiempo vimos al renacido Jorge Vestrynge en un mitin del Frente Nacional francés negando que la formación francesa sea fascista, aduciendo que él lo sabía mejor que nadie porque para eso fue fascista. Incluso la izquierda alemana, Die Linke, parece tener un sector partidario del respeto a las tradiciones y la identidad nacional, cosas ambas que como todo el mundo sabe jamás dieron disgusto alguno al mundo y menos en ese país.

Y ahora llega Pablo Casado y pone el debate de la inmigración sobre la mesa de la única forma que se suele hacer, que viene a ser mintiendo. Sabe perfectamente que ningún gobierno antes ni ahora piensa conceder papeles a todo el que venga a este país. Aunque su discurso de momento está lejos de la histeria xenófoba del este de Europa o de los delirios antigitanos de la Liga Norte, el endurecimiento del mismo podría llegar a suceder en función de si el debate logra cuajar o no de cara a las generales. En cualquier caso, parece que a Casado le importa poco tener que enfangarse así para atraer votantes de Vox, y al fin y al cabo ningún líder de los que están enarbolando de alguna manera la bandera contra la inmigración en Europa quiere ver que eso equivale a sentarse a fumar sobre un polvorín.

La extrema derecha está en auge en Italia, Francia, Alemania, Austria, y no digamos ya más al este, y la situación es muy inquietante. Los políticos tradicionales han comprado el marco populista más indecente para pescar votos que puedan irse más a la derecha, y parte de la izquierda está pensando en apuntarse al discurso identitario nacionalista, si bien en España eso no se le ocurre más que con el eterno noviazgo con los nacionalismos de la península. Pero si los políticos ajenos al populismo y la izquierda tradicional deciden apuntarse a la moda cavernaria de la identidad nacional, los que tradicionalmente tenían ese discurso seguirán haciéndolo mejor. Y claro, entre dos cosas iguales que tienen el mismo precio, la gente rechaza imitaciones. Ya lamentaremos todo esto y nos preguntaremos cómo pudo llegar a ocurrir, cuando sea tarde.


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