La Voz de Asturias

Demografía y mundial

Opinión

Mario Bango

20 Jul 2018. Actualizado a las 05:00 h.

De las cuatro selecciones finalistas del Mundial de Rusia, tres de ellas eran, en realidad, multiraciales por el origen de sus jugadores. A Marine Le Pen y a Salvini no les habrá gustado nada el color de esos equipos. Pero Europa es así. Y cada vez más, afortunadamente. El dominio de las colonias en los siglos XIX y XX por parte de Francia, Bélgica e Inglaterra y, desde hace menos, las migraciones masivas desde África y otros continentes han surtido a las vetustas selecciones europeas de valores nuevos, formados con criterios occidentales y perfectamente integrados en sus sociedades.

El resultado son esas masivas recepciones de los héroes que han llegado hasta las finales, especialmente significativas en Bruselas y París (y también en Zagreb, aunque en la joven y pequeña república croata, desgajada de la antigua Yugoslavia, no haya un mestizaje tan evidente como en las otras). El fútbol ha actuado en ese caso de salvoconducto identitario. Nadie pondrá en duda que Sterling, Pogba o Lukaku son tan nacionales como Pickford, Griezman o De Bruyne. Y, en efecto, en las sociedades occidentales son muchos los que han entendido hace tiempo que no hay distinción de razas ni de colores. Todos somos iguales.

Sin embargo desde hace años, y sobremanera tras la crisis económica de 2008, han ido apareciendo en estos países (Reino Unido, Holanda, Francia, Italia, Austria, Chequia, Polonia…) corrientes cada vez más fuertes contra refugiados e inmigrantes procedentes del lado sur del Mediterráneo o de otras partes. Una oposición que ha conseguido éxitos insospechados como la salida del Reino Unido de la Unión Europea. O han alcanzado el poder en Italia. Eso sin citar a las democracias autoritarias de Hungría o Polonia. Todos ellos han mantenido un discurso hosco y brusco contra los diferentes, han estigmatizado a los grupos étnicos y han logrado doblegar a la impasible Angela Merkel.

Pues bien, Francia sin la aportación extraordinaria de los hijos y los nietos de los inmigrantes  que han ido mejorando su solar, entre ellos también los españoles, no hubiera sido campeona en 1998 ni en 2018. No.

Por eso hoy el fútbol es una espléndida demostración de lo que significa la mezcla demográfica. Si es muy enriquecedora en el deporte también lo será en la vida. Pero hay que apostar por ello. Sobran supuestos salvadores como Salvinis y Lepenes y faltan más Mbappés y Fellainis aportando diversidad cultural a nuestras sociedades abiertas y comprensivas. Por eso este triunfo francés -más de media selección es de origen africano- y la presencia entre los mejores de ingleses y belgas han venido tan bien en este momento. Contra el alejamiento bravucón de barcos cargados de gente desesperada nada más inteligente que la cercanía gloriosa de los futbolistas.


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