Feliz y Gutiérrez, los guerrilleros del Sueve vuelven al Sella 50 años después
Opinión
25 Jun 2018. Actualizado a las 05:00 h.
El río Sella, esa serpiente verde y cristalina que va desde el infierno de su nacimiento al cielo de su desembocadura en 66 kilómetros de gloria, no se cansa jamás de dibujar historias prodigiosas. Una de esas historias como surgidas de la imaginación de una mente maravillosa y convertida en tangible realidad, tiene a dos protagonistas que ya forman parte de la mitología deportiva y humana del Sella.
Juan Manuel Feliz y Pepe Gutiérrez eran dos chavales en aquella Asturias de 1968. Los dos, cada uno a su manera y con su personal circunstancia, habían mamado el Sella con tanta fruición como la leche materna. Y aquel año, el del famoso mayo del 68, Feliz y Gutiérrez decidieron hacer su agosto del 68.
No era fácil. Aquellos chicos nacidos y criados en el meollo piragüero, entre Arriondes, Cangues y Ribadesella, no tenían entrenador, ni fisio, ni médico deportivo, ni nutricionista… Tenían una fortaleza de titanes, una buena amistad, muchas ganas de entrenar, y sobre todo querían beberse el río sorbo a sorbo entre palada y palada, porque su pundonor deportivo y personal, y esa xana que llevan de serie los piragüistas asturianos, les cantaba dulce e insistentemente que ese año el trono del Sella tenía que ser asturiano y oriental, tan casero como una tarta de la abuela de las de verdad.
Y así sucedió. El trono del Sella, porque cuando el plus del honor está por medio lo del Sella más que un podio es un trono, fue para Feliz y Gutiérrez. En aquel 1968, a golpe de cañonazo - fue el año en que Juan Antonio Samaranch regaló el cañón al descenso del Sella - salieron Juan y Pepe como tiros camino de una meta y de una victoria que dejaría para siempre una huella imborrable en sus vidas y que los convirtió en su pueblo en unos auténticos y queridos héroes.
La pasión que suscitó aquella gesta hizo que el gran periodista asturiano Ricardo Vázquez Prada calificara a aquellos jóvenes y apuestos piragüistas astures como unos auténticos guerrilleros del Sueve, cuyo espíritu, emulando al de Don Pelayo, los condujo a la victoria absoluta.
La curiosa y mágica aritmética del destino quiso que Feliz y Gutiérrez llegasen a la 82 edición del Sella - cincuenta años después de aquel triunfo ? sanos y salvos, y tan amigos y compañeros como lo eran entonces. Y tan enamorados del Sella como en los días de su infancia. Y que celebren este aniversario cuando se cumplen trece siglos del Reino de Asturias, y cien años de la coronación de la Virgen de Covadonga en su trono del Monte Auseva, y otros cien del Parque Nacional de los Picos de Europa.
Juan Manuel Feliz nunca se bajó de la piragua. Aireó su bandera de guerrillero del Sueve como aventurero, expedicionario y conquistador fluvial por los cinco continentes. Pepe Gutiérrez acrecentó su leyenda guerrillera como excepcional pescador de salmones, y vio durante décadas las piraguas pasar sin subirse a una.
Definitivamente, el Sella es un fluir constante de prodigios. Dicen que una xana, escondida entre la vegetación de la ribera, vio días atrás a Pepe paleando en una piragua con un estilazo propio del campeón que fue. Juan entrena siempre que puede. El Sella es su gimnasio al natural.
Definitivamente, el Sella es un caudal de magia, un poderoso sentimiento que emana del magnetismo de la madre naturaleza… El Sella 2018 nos regala una escena histórica: dos septuadolescentes, cincuenta años después, dándonos una lección magistral.
Feliz y Gutiérrez: honor, amistad y pasión. Dos guerrilleros de la eterna corte de Don Pelayo en el río más bello del cielo y de la tierra.