La Voz de Asturias

De Perroflautes a Feminazis

Opinión

Sara Combarros

11 Jun 2018. Actualizado a las 05:00 h.

Este mes se cumplía el séptimo aniversario del 15M siendo el año de la huelga feminista (8M) y por eso, la semana pasada nos juntábamos en La Amagüeta: un nuevo formato de debate feminista con cañas donde reflexionamos colectivamente sobre lo que ha ocurrido a nivel estatal  y en Asturies desde el 15 de mayo de 2011 hasta el 8 de mayo de este mismo año. ¿Qué puede haber pasado con el feminismo desde la gran ola de protesta social que desencadenó el 15M para llegar a la construcción de una huelga feminista que fue desbordante e histórica?

Es un recorrido complejo que debe analizarse teniendo en cuenta por supuesto diversos movimientos, fechas, hitos feministas anteriores al 15M… Aun así en el debate centrado desde el 15 al 8 salieron ideas que pueden ayudar a entender el momento actual, un momento en el que el feminismo se ha convertido en el terreno de juego para hacer política transformadora.

El 15 de mayo de 2011 comenzaba una revuelta comunitaria dónde se asumía naturalmente como parte del núcleo del movimiento el poner a las personas en el centro y no a los mercados. «No somos mercancía en manos de políticos y banqueros» fue el grito que se lanzó y que se hacía eco en las miles de gargantas que se echaban a las calles y a las plazas. Se  colocaba la vida en el centro, se impugnaba el sistema, se cuestionaban los privilegios de los poderosos,  y todo esto significa feminismo. La forma de hacer política cambiaba y se pretendía y buscaba, con éxito en ocasiones, en otras no, funcionamientos asamblearios, horizontalidad, desjerarquización, consensos, cambios en el sistema de representación y todo esto significa feminismo. Esta forma de hacer política construía espacios, aunque con mucha dificultad, más amables. La horizontalidad facilitaba que las mujeres, como sujetos subalternos en las prácticas políticas y públicas, pudieran acceder a espacios de liderazgo y protagonistas dentro del movimiento. Iba germinando un empoderamiento colectivo de  mujeres organizadas para hacer política, que se encarnó luego en muchos liderazgos femeninos en organizaciones posteriores y no relacionadas directamente con los derechos de las mujeres (mareas, PAH, Marchas de la Dignidad, Asamblees d’Estudiantes d’UniOvi). Eso sí, con conflicto. Aun así, el feminismo no tenía reconocimiento en el movimiento 15M, seguía sin ser un punto de consenso, y se observaba desde el miedo que feminismo significase división y no fuera entendido y asumido externamente, una realidad muy distinta a la actual.

Después se daba la movilización continuada (manifestaciones, concentraciones, escraches) contra la reforma del aborto de Gallardón. El movimiento feminista desde la calle consigue hacer caer a un ministro. Además, vuelve a darse un espacio de politización importante para mujeres que van descubriéndose a sí mismas como mujeres, viviendo paralelamente con este descubrimiento la opresión machista sobre sus cuerpos y la vulneración de sus derechos.  

Los ataques frontales contra nuestros cuerpos y nuestras libertades, las violencias sexuales, los feminicidios empiezan a convertirse en un eje vertebrador de las movilizaciones feministas que aglutinan cada vez a más mujeres jóvenes (se empieza a dar un corte generacional). El 7 de noviembre de 2014 representa lo descrito.

Y así, pasando por el paro parcial del año 2017 llegamos a la Huelga Feminista General e Internacional de este año. Jornada en la que se materializa todo el éxito que se fue tejiendo en los últimos años. En el 15M se construía relato colectivo sobre quiénes éramos, qué nos estaba ocurriendo, y ahora, se vuelve a vivir una ruptura y proceso de cambio parecido, pero siendo las mujeres quienes, estando en el centro, evidencian los conflictos y contradicciones del sistema (capitalista y patriarcal) y construyen esa explicación colectiva y relato sobre nuestras vidas.

El 8M, dentro del activismo feminista, significó un salto cuantitativo (cifras históricas) y cualitativo. Cualitativo porque en la construcción de la huelga y en la propia jornada se conectaban dos realidades (la generación 15M, con mujeres que no lo vivieron por cuestión de edad) y porque la sociedad asumía las reivindicaciones y el discurso radical que fuimos capaces de desplegar en los meses previos a la huelga. Ahora sí se vive una proliferación de activismo feminista, de mujeres jóvenes organizándose, de creación de nuevos colectivos feministas, algo que no se había vivido post15M de manera tan clara.

A lo largo de este proceso, el feminismo ha pasado a ser «una cosa de las feministas» que no generaba consenso en el 15M, a hacerse totalmente incuestionable en los movimientos y organizaciones transformadoras. De ser un tema desplazado «para no generar divisiones» en el movimiento a ser el tema que más gente nueva atrae al movimiento. De abarcar solamente una agenda específica de reivindicaciones «sectoriales» en torno a los derechos de las mujeres, a impregna transversalmente todas las luchas. Precisamente eso es lo que hace que haya que mantenerse más alerta que nunca contra apropiaciones indebidas. Ya hemos visto a Cristina Cifuentes reclamando sororidad para su máster comprado o sus cremas para caradura, Inés Arrimadas para evitar todo debate incómodo o Albert Rivera proclamándose líder del feminismo y añadiendo el apellido «transversal» para tratar de desacreditar al feminismo como el movimiento más transversal de la historia.

El 8 de marzo de 2018 empezó el siglo XXI. El feminismo se ha convertido en expectativa de vida que atraviesa a toda la sociedad. Tenemos por delante varios retos: la gestión del éxito, la construcción de la inclusividad dentro del movimiento y la materialización en cambios concretos que mejoren la vida de las personas. ¡Seguimos!


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