Un sindicalista genuino
Opinión
05 Jun 2018. Actualizado a las 18:38 h.
Nos ha dejado un hombre comprometido. Con las libertades democráticas y los derechos de la clase trabajadora. Con el sindicalismo y la izquierda transformadora. Nos ha dejado una figura irrepetible en la historia de Comisiones Obreras. También nos ha dejado un buen hombre. Era Emilio Huerta. Era «Triqui».
Aunque discreparas de sus ideas, aunque no compartieras su análisis, era prácticamente imposible llevarse mal con «Triqui». Quienes trabajaron a su lado en la sede del sindicato siempre han destacado su cercanía y afecto, la de alguien que cuando ostentó el cargo de secretario general de CCOO de Asturias «no era un jefe», no se comportaba como «un superior». No conozco a nadie en el sindicato que hablara mal de Triqui.
Quienes tuvieron la fortuna de compartir responsabilidades sindicales con él saben bien de su extraordinario conocimiento del mundo del trabajo. Y de su sagacidad. Conocía como pocos la historia de CCOO y del sindicalismo español. Aparte de su profunda cultura sindical y de esta bonhomía, una sus principales virtudes era la honestidad. Supongo que la había «heredado» de algunos de sus grandes ídolos sindicales y políticos, como Marcelino Camacho y Horacio Fernández Inguanzo.
Era un sindicalista «clásico», que nunca dejó de considerarse un obrero, y del metal (entró de aprendiz en Ensidesa, donde sacaría la maestría industrial, y como maestro industrial se jubilaría). Y como muchos de aquella generación, era un obrero con conciencia, que se implicaba.
A mediados de los setenta ya estaba en el PCE y en las comisiones obreras, todavía en la clandestinidad. Cuando Juan Muñiz Zapico salió de la cárcel, tras varios años en prisión por el «Proceso 1.001», Triqui acompañó a Gerardo Iglesias a buscarlo a la estación de Mieres.
Siempre estuvo ahí, en la lucha contra el franquismo, en la vida sindical. Fue primero secretario de organización de CCOO de Asturias, con Gerardo Iglesias y Francisco Javier Suárez, y su labor resultó fundamental en la configuración de la estructura del sindicato. Sustituyó luego en la secretaría general a Francisco Javier, tras dimitir en diciembre el 1981. Y se mantuvo en esa responsabilidad hasta que dimitió a finales de 1994. Entonces volvió a Ensidesa, a su puesto de trabajo. El obrero que durante años representó a sus compañeros y compañeras, volvía al tajo.
Triqui defendía la independencia del sindicato, que no debía ser correa de transmisión de ningún partido. Decía que CCOO tiene que ser «más socio que político». Y siempre creyó, también él, que fue en las calles y con las movilizaciones donde se abrieron paso las libertades, para pasar de la dictadura a la democracia.
Su trayectoria política es igualmente destacable. Fue diputado regional y concejal por Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Oviedo, una experiencia particularmente grata para él: «Es una política más directa, más cercana al sindicalismo», reconocía en una entrevista reciente.
Sabemos que le gustaba el fútbol (había jugado en el Mosconia de su Grao natal), y le gustaba la vida. Pero sobre todo le gustaba el sindicalismo. Y la política. Un sindicalismo y una política a los que entregó mucho. Y que tanto le deben.