La Voz de Asturias

Ganar masa crítica para tener plaza en Europa

Opinión

Pelayo Cobos

07 Feb 2018. Actualizado a las 05:00 h.

A menudo la política local y regional es un serial inacabable de regates en corto. Un tiro al pichón de reproches sobre la visión del vaso medio vacío de la realidad, que termina por crear en la sociedad un estado de melancolía.

Por ejemplo, la semana pasada nos encontrábamos el bajo dato de población activa de Gijón, uno de los peores de entre las principales ciudades españolas; con apenas poco más de un tercio de la población en el mercado laboral y muy debajo de los números de Oviedo. No se escuchó reacción alguna desde la Alcaldía, instalada en su propia burbuja de victimismo y miopía. Tras casi siete años, ya no se espera plan estratégico alguno, ni más programa político que ir tirando, ni más gestión que no liarse demasiado con la organización de las verbenas y el mantenimiento del bacheado. Ni rastro de liderazgo.

Junto a esta ausencia de visión a medio plazo, es patente la renuncia del equipo consistorial a realizar un diagnóstico de nuestros problemas (parece que sólo nos acordamos de ellos si son susceptibles de ser arma arrojadiza ante la Administración que gestiona el adversario). Un cóctel de excusas para no afrontar nuestras debilidades presentes y las amenazas sobre nuestro futuro, pero que a su vez obvia las fortalezas que retenemos o hemos generado en las últimas décadas, y las oportunidades que se nos brindan si nos cohesionamos en torno a un proyecto que sea tan realista como ambicioso.

Formar parte de la España periférica es la realidad que nos toca transformar. Un fenómeno global también descrito por el geógrafo Christophe Guilluy en su obra La France Périphérique, y que alcanza a Reino Unido e incluso a un país tan descentralizado como Alemania. La periferia europea es la de las áreas rurales y la de ciudades como Gijón, poblaciones de tamaño medio que sufren la desindustrialización del continente y la peor cara de la terciarización de la economía. El Noroeste español, como otros territorios desconectados de las áreas más pujantes, que son las metrópolis mundializadas, se enfrenta a la despoblación y al envejecimiento. Es un modelo recurrente, consecuencia de la adaptación a las tendencias de la economía internacional. Hoy día es un hecho que el empleo y la riqueza se concentran en las principales ciudades.

Esta dinámica aparece en todo Occidente. La industria, inmersa en un proceso de automatización tecnológica acelerada, ha dejado hace tiempo de ser el gran motor de creación de empleo… lo que quiebra el antiguo equilibrio contaminación/trabajo y aumenta la sensibilidad ambiental, frente a lo que se percibe como un menguante retorno en lo laboral.

El sector servicios se estructura dualmente en Trabajos A, ligados a los servicios centrales de las grandes corporaciones industriales, financieras, comerciales, energéticas, de telecomunicaciones, mediático-culturales… deslocalizados (física y fiscalmente) de las instalaciones productivas y concentrados cerca de los centros de poder; y Trabajos B, que son los que tienden a permanecer en la periferia, aún intensivos en mano de obra pero menos productivos y por tanto peor remunerados (hostelería, turismo, distribución minorista… y la resistente mano de obra del sector público, que sostiene los pilares del Estado de Bienestar -el personal sanitario y docente-; y el necesario ejercicio de control del territorio -Administración de Justicia, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad-).

En este marco de juego hay que reivindicar la acertada Táctica seguida en políticas públicas, que han puesto en marcha herramientas reales de efecto inmediato en la calidad de vida, mejorando la movilidad, la igualdad en el acceso a una educación de calidad, la modernización y racionalización del equipamiento ambulatorio y hospitalario, las medidas de cobertura y reinserción social…, o las iniciativas para facilitar el desarrollo de las pymes y los proyectos de nuevos emprendedores. Táctica que no es oportunista ni improvisada, sino la ejecución de un programa ideológico definido sobre el presente.

Y dedicarnos, igualmente sobre unos principios ideológicos, a la Estrategia: debemos ganar volumen para competir, y como en un símil deportivo, volver a jugar en Europa. El Área Metropolitana Asturiana, es esa vía para contar con ese gran polo de dinamización y, finalmente y a pesar del recelo localista de FAC y de las críticas, otra vez sin ánimo constructivo, del Partido Popular, comienza a madurar como proyecto.

Partimos de un territorio con una gran potencialidad económica, natural, cultural y de servicios. Desde la planificación integrada de los usos del suelo, hay que tener en cuenta todas las variables que intervienen en su definición: desde las ambientales (ganando en eficiencia energética), las sociales (procurando accesos cohesionados a los servicios), y las económicas (buscando evitar los fenómenos descritos de deslocalización y dándole la vuelta a esa tendencia, para ser un núcleo tractor de inversión y empleo).

La característica propia de esta área hace necesario que se conserven Grandes Espacios Libres, de interés natural y cultural, que deben ser incorporados en la planificación como áreas para recreo, contacto y conocimiento de la naturaleza.

Y para convertirla en un centro de actividad económica de dimensión competitiva, precisa de medidas como la ordenación del eje Oviedo-Siero-Llanera para transformarlo en un nodo integrado de desarrollo logístico e industrial; el impulso al desarrollo del conjunto logístico-portuario regional, aprovechando las ampliaciones de los puertos de El Musel y Avilés y la reserva de suelo de la ZALIA; finalizar las infraestructuras ferroviarias; e integrar en este espacio a las comarcas mineras centrales.

¿Y cómo se paga todo esto? No perdiendo la perspectiva de que hay trabajo para una década, los fondos hay que demandarlos a través de una vieja conocida: la fiscalidad; bien entendida como herramienta de redistribución para «que aporte más quien más gana», porque es quien más gana quien más se beneficia del status quo.

La revisión pendiente de la financiación autonómica debe incluir mayores mecanismos de cohesión entre territorios y personas -como continúan haciendo las instituciones europeas-, nivelando la actual fuerza centrípeta de Madrid y los beneficios para las grandes fortunas, la armonización de impuestos como el de sucesiones y donaciones con un suelo estatal (que en Alemania está en 500.000 Euros); y evitar la competencia a la baja en un escenario generalizado de déficit fiscal, que no cubre la dotación de los servicios públicos (la principal vía de salida de la redistribución mediante gasto e inversión).

El acervo socialdemócrata de progreso y equidad tiene propuestas para el siglo XXI y desea que una renovada mayoría sea partícipe de las mismas.

 

 


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