La Voz de Asturias

Emigraría al Barrio de Salamanca, pero no desearía tener a muchos de ustedes como vecinos

Opinión

Álvaro González López

20 Oct 2016. Actualizado a las 05:00 h.

El pasado lunes, en este periódico, Víctor Rodríguez Caldevilla publicaba un artículo titulado Los emigrantes del Barrio de Salamanca. Artículo en el que exponía su defensa e importancia de mantener el impuesto de sucesiones en Asturias, y cargaba contra quienes se habían manifestado el sábado 15 de octubre en Oviedo pidiendo su supresión. Víctor defendía su posición recurriendo a cierto aire sarcástico: «resulta descorazonador ver a esos menesterosos contribuyentes azotados por el ansia recaudatoria de la administración autonómica». Un poco de demagogia: «A mí me preocupan más, y al Gobierno del Principado también, quienes se quedan aquí y necesitan del colchón del estado del bienestar para asegurarse una vida digna». Y datos, llamémosles de dudosa comprensión  o taimados: «resumen rápido podemos decir que están exentos de tributar por este concepto aquellos que hereden un patrimonio inferior a los 150.000 euros, y que posean previamente un patrimonio que esté por debajo de los 402.678,11 euros».

Estoy totalmente en contra de todo lo que defiende el artículo. El impuesto de sucesiones me parece un robo, es volver a tributar por algo ya tributado; yo, llegado el caso, me exiliaría a Madrid; soy de los que opina que cuando la carga impositiva alcanza cotas asfixiantes, evadir impuestos debería poder alegarse en defensa propia, llámenme loco capitalista si quieren. Para nada considero que los servicios públicos de los que disponemos sean los mejores posibles: ni en las prestaciones ni en la gestión. Está bien pagar impuestos, es sano, pero solo los justos y necesarios, no de la forma actual que nos esquilman; estoy de acuerdo con que el que más tenga más pague, pero porque ostenta más riqueza y genera más beneficio, no porque se le grave una mayor carga impositiva, desangrando así y apalancando a los posibles inversores. Me causa estupor como se permite juzgar y mofarse de aquellos que emigran al Barrio de Salamanca, como si uno no fuese libre de irse a donde quiera, como la izquierda siempre acude a su supuesta superioridad moral para juzgar a unos y otros: si emigra un pobre es un héroe, si emigra uno con dinero siempre hay un halo de sospecha.

Yo emigraría al Barrio de Salamanca, no lo duden.

Así iba a terminar mi columna, hasta que el lunes veo como numerosos miembros de un grupo de Facebook Contra el impuesto de sucesiones,al que apoyo, cargan contra Víctor. Usan descalificaciones, falsas acusaciones y vejaciones. No se dedican a rebatir su postura, ni argumentan datos que dejen en evidencia los del artículo; atacan al autor criticando su aspecto físico, su vida privada, sus ideas y militancias políticas; poniendo en duda su honradez, su capacidad de trabajo. Recurren al ataque personal y comentarios cargados de odio, y no caen en la cuenta de que así se deslegitiman para defender cualquier postura. Tener la razón, pero no las formas, es causa suficiente para perderla. Como si todo esto fuese poco, el portavoz de la plataforma, Álvaro López, pide una foto del autor «para saber quién es cuando le veamos por la calle». Una muestra de matonismo propia de los regímenes dictatoriales, pero que en una democracia sobra. ¿Qué pretende hacer cuando vea a Víctor por la calle? Lo peor de todo es que no se haya sabido confrontar opiniones, argumentos. Dialogar sin llegar al ataque ni alzar la voz, que es a lo que recurre uno cuando se sabe parco en razón. Víctor Rodrigez Caldevilla manifestó sus ideas, ideas que no comparto, pero tiene todo su derecho y cuenta con todo mi respeto. Ojalá llegue el día que aprendamos que un rival no tiene que ser un enemigo. Es hora de enterrar este guerracivilismo, este maniqueísmo rojo y gualdo: conmigo o contra mí.

Es cierto que no todos los integrantes de la plataforma contra el impuesto de sucesiones han actuado así, las generalizaciones nunca son acertadas. El grupo está formado por cientos de personas, y la mayoría guarda silencio y otros tratan de poner cordura y orden frente a los ataques que Víctor está recibiendo.

Yo emigraría al Barrio de Salamanca, pero no desearía tener a muchos de ustedes como vecinos, no lo duden.

Desde aquí todo mi apoyo y fuerza a Víctor Rodríguez Caldevilla.


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