La Voz de Asturias

Ciudadanos del mundo

Opinión

Félix de la Fuente Redacción

12 Oct 2016. Actualizado a las 05:00 h.

Ante la intoxicación político-electoral o, mejor dicho, político-barriobajera que llevamos viviendo desde hace ya un año, quizás nos convenga  mirar un poco hacia el horizonte y tomar conciencia de nuestra cualidad de personas.

Sí, quizás entonces nos percatemos de que con esas personas que llegan pidiendo auxilio a nuestras costas compartimos mucho más de lo que compartimos con el vecino de nuestra casa o nuestro apartamento. El hecho de  que tengamos un pasaporte igual o hablemos el mismo idioma no quiere decir que tengamos que entendernos necesariamente mejor que con el peruano de los Andes o con el ciudadano de Senegal. Al niño que se le ha enseñado a ser solidario y a trabajar en equipo, al niño que no se la ha atosigado con ideas de superioridad o de exclusivismo podrá entenderse con cualquier niño. En caso contrario, incluso su compañero de pupitre puede ser su enemigo.

Quiero decir con esto que si en la familia o en la escuela no se nos han transmitido «valores», el concepto de ciudadanía es algo falso y ficticio.  Me puedo sentir orgulloso cuando un español consigue una medalla de oro en los juegos olímpicos, pero debería sentirme también orgulloso cuando la consigue el atleta de cualquier otro país. Pero ¿verdad que no es lo mismo? Efectivamente, el concepto de ciudadanía está imbuido de nacionalismo hasta la médula. No me gusta el nacionalismo de las regiones, ni el nacionalismo de los Estados, ni tampoco el nacionalismo de unos posibles Estados Unidos de Europa.  ¿Qué es lo que nos une a los ciudadanos españoles entre nosotros fuera de los intereses egoístas?  Me diréis que nos unen unas leyes comunes, una historia común, un idioma común y otras muchas cosas. Sí, es verdad, Pero hay unas leyes universales que me unen con todos los ciudadanos del mundo y otras muchas normas comunes a toda la UE. ¿Una historia común?  La historia es pasado y, aunque pueda influir en nuestro presente, lo que realmente nos une o nos separa es la realidad actual. El hecho de que se habla el mismo idioma no quiere decir que sea una garantía de mejor convivencia.  Nuestros políticos hablan todos el mismo idioma, y mirad cómo se entienden.

Hablar de ciudadanía universal en el momento actual suena, además de a utopía, casi a blasfemia, pues ahora lo que priva es la semixenofobia generalizada y xenofobia pura y dura de los partidos de extrema derecha.  Mientras caen las barreras y fronteras físicas, levantamos otro tipos de fronteras ideológicas mucho más difíciles de cruzar, por no hablar de los nuevos muros de hormigón o de las nuevas alambradas en EE.UU o en Hungría.

Tampoco está de moda hablar de la ciudadanía europea, pues la mayoría de los españoles quizás no sepan siquiera que existe y, mucho menos, qué es. Además, la idea de Europa se nos ha venido abajo. Mejor dicho, la construcción europea nos la han derribado nuestros políticos, que nos habían vendido una UE simplemente como la Europa del bienestar económico, como si la UE no significara también otras muchas cosas más importantes: Paz, convivencia pacífica, respeto de los derechos humanos, derechos sociales de los trabajadores, libertad de movimiento y de establecimiento en cualquiera país, acercamiento entre las personas. Seguridad social

El camino que ha emprendido España, que es el mismo que ha emprendido la UE, es un camino peligroso

¿Ciudadanos españoles, ciudadanos europeos, ciudadanos del mundo? Al paso que vamos, ciudadanos de ninguna parte.


Comentar