La Voz de Asturias

El populismo son los otros

Opinión

Luis Ordóñez

07 Aug 2016. Actualizado a las 05:00 h.

El día que Syriza ganó las elecciones en Grecia, uno de los tertulianos de la noche en el canal 24 horas de TVE se vino arriba y nos alertó de que estábamos a punto de ver nacer una «Cuba en el Mediterráneo» en la que Putin iba a poner misiles apuntando a Occidente, poco menos que el regreso a los peores momentos de la Guerra Fría. Y ya ves. No me voy a parar aquí hoy a reflexionar sobre el fracaso de Syriza (en el que pesó ante todo la falta de alianzas) sino en la matraca constante con la que se nos machaca a diario con el extremado peligro del advenimiento de un populismo de izquierdas que va a llenar de koljós nuestras urbanizaciones.

Lo cierto es que el verdadero peligro no es otro que el populismo de derechas, contra el que todos estos sesudos analistas no han tenido tiempo de decir nada hasta que se ha plantado aquí a la puerta de casa, en todas partes; estamos rodeados. La eurozona lleva una década estancada por el populismo democristiano alemán, una visión ordoliberal de la economía en la que se equipara deuda a pecado, en la que de la recesión sólo se puede salir con una expiación llena de sufrimiento y en la que, a golpe de portada del Bild, se ha alertado de la imparable inflación provocada por los derrochadores mediterráneos hasta que ha llegado la deflación.

En el Reino Unido se votó a favor del «Brexit» después de una campaña descaradamente racista en la que se ha culpado a los inmigrantes de todos los males de Albión y después de décadas de mentiras hiperbólicas en los tabloides británicos sobre el terrible leviatán burocrático de Bruselas. Entre otras cosas se llegó a publicar que la UE iba a legislar el grado de curvatura obligatorio de los plátanos que podrían venderse al público. Y nadie dijo nada. Estábamos demasiado ocupados alertando de los perniciosos efectos de los derechos laborales frente a la flexibilidad de los mercados.

¿Qué se puede decir de lo que está pasando en Hungría o en Polonia? Si apenas se publica una noticia en la prensa española sobre la degradación del estado de derecho en países que son miembros de la Unión, y donde están a punto de desplegar progromos para perseguir a los gitanos. No hay noticias de esto, aunque sí muchas sobre la falta de papel higiénico en Venezuela. En Francia, tiene todas las papeletas de pasar a la segunda vuelta presidencial el Frente Nacional, un partido abiertamente racista, cuyos líderes son negacionistas del holocausto nazi. No leemos muchos análisis por aquí sobre el auge de la extrema derecha que sí tiene posibilidades de llegar al gobierno.

 

Y al otro lado de Atlántico, se ha hecho con la candidatura del Partido Republicano un egomaniaco que amenaza con deportaciones masivas contra los musulmanes, que asegura que construirá un muro con México por ser un país que envía a «violadores» y que ha preguntado a sus asesores que por qué no van a usar armas atómicas si las tienen a su disposición. Crece y crece sin parar en todas partes un populismo derechista que alienta los más bajos instintos, que toma a los extranjeros como chivo expiatorio de todos los males y que anhela volver a un mundo ideal en el que las mujeres están en casa con la pata quebrada y sólo salen de la cocina para ir a la iglesia. Pero el peligro, por lo visto, es la amenaza de la izquierda radical.

 

Es de risa por no llorar, porque la mitad de esos que llaman de izquierda radical son unos panolis que van al parlamento como si fueran de excursión, y la otra mitad que tiene dos dedos de frente apenas está reclamando que se cumplan lo que ya recoge nuestra legislación y que la patronal se pasa sistemáticamente por el arco del triunfo. Que haya salarios que den para vivir, que se abonen las horas extra, que no se hagan contratos temporales para puestos que son fijos, que se cotice lo que es debido. A esto hemos llegado, a que se considere revolucionario pedir que se cumpla la ley.


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