El ciudadano pide paso
Opinión
20 Jun 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Hace todavía no muchos años nos encontrábamos a cada paso y en todas las ciudades de nuestra geografía con el letrero de «gestoría». Para cualquier tipo de trámite necesitábamos del asesoramiento de personas expertas en gestiones burocráticas. Entretanto, las circunstancias han cambiado y la vida ha evolucionado: la administración se ha democratizado y agilizado y el simple ciudadano tiene una formación y una preparación que le permiten poder resolver por propia iniciativa todos los trámites que antes tenía que encomendar a otros.
Las gestorías no han desaparecido, pero su número se ha reducido. «Si veo que me compensa, porque no dispongo de tiempo o porque tengo que desplazarme muchos kilómetros, quizás recurra a una gestoría. Pero recurro libremente, porque pienso que merece la pena, no porque me vea obligado». Pasa lo mismo en el ámbito comercial y en el ámbito laboral: muchas cosas que podemos hacer por nuestra propia cuenta, se las encargamos a otros, si vemos que nos va a salir más económico. Las gestorías no han desaparecido, pero han dejado de ser indispensables.
Hay un ámbito de la vida en el que las cosas no han evolucionado y en el que seguimos anclados en el siglo 19. Ese es el campo de la política. Aquí todo tiene que pasar necesariamente por la gestoría, es decir por los partidos políticos. No importa que el gestor sea un inútil, un incompetente o un corrupto. No importa que muchos de estos gestores, es decir políticos, no alcancen el nivel de formación media nacional. Aquí no hay otra opción. Los gestores deciden. Reducen al mínimo el número de partidos que se pueden presentar a las elecciones, obligándonos a elegir a todos los candidatos de una lista y, además en el orden que los partidos te imponen, sin hacer la más mínima concesión a la intervención directa del ciudadano, fuera de las elecciones municipales. Lo tienen todo «atado y bien atado», como en tiempo de nuestra dictadura. Nadie pide que los partidos políticos desaparezcan pero nadie les ha dado el derecho a monopolizar la actividad política. Además, se toman unas prerrogativas que jamás se tomaría un gestor. Por ejemplo, si no nos dicen previamente con qué otro partido van a pactar en caso de necesidad, ¿por qué luego deciden por su propia cuenta pactar con el partido que más les conviene, si no tenían autorización para esto, porque no constaba en su programa?.
Esto es lo que está ocurriendo en España y a nivel de la Unión Europea. El ciudadano ha sido totalmente excluido de las decisiones que afectan a su vida y a la de sus familiares y ha perdido, por tanto, todo interés por los problemas políticos, que son, al mismo tiempo, problemas sociales. La actitud monopolística de los partidos políticos es todavía más excluyente a nivel de la UE. El ciudadano se siente como un cero a la izquierda. Los partidos políticos nos han hecho una UE a su imagen y semejanza y el desprecio y la indiferencia de los ciudadanos frente a los partidos políticos se convierte en desprecio frente a la UE. Lo tienen todo «atado y bien atado», mejor incluso que en un dictadura, y ni siquiera se plantean la posibilidad de democratizar la vida política.
Lo que está ocurriendo en Gran Bretaña es el reflejo del fracaso de unos políticos que no nos han educado como ciudadanos europeos. Además, nos han vendido una Europa rica y próspera, como si éste fuera el único y principal argumento, y este argumento no nos sirve ante una UE económicamente en crisis. Ni en la enseñanza primaria, ni en ninguna otra etapa de su vida recibe el ciudadano la menor información sobre los que significa una auténtica Unión Europea, ni sobre los valores que implica. En lugar de educarnos en unos valores universales, nos han educado en unos complejos nacionales.
Estamos recogiendo el fruto de lo que han sembrado. El ciudadano se siente excluido de este proyecto de una UE y en la primera ocasión que se le brinda, probablemente lo rechace. La frivolidad con que se ha jugado con el referéndum de Gran Bretaña es la misma frivolidad y la misma prepotencia que han venido demostrando los grandes partidos en la UE.
Frente a la EU de los políticos y de los gobiernos ha llegado la hora del ciudadano. El ciudadano español y el ciudadano europeo piden paso.