Sudor electoral
Opinión
10 Jun 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Es que Évole apagó el aire acondicionado durante la entrevista. Esa fue la excusa, ante no se sabe qué acusación, esgrimida por Juan Carlos Girauta -número uno de Ciudadanos por Barcelona para las próximas Elecciones Generales-, tras el agrio debate protagonizado por Albert Rivera y Pablo Iglesias. Una frase que se antoja premonitoria, pues esta campaña electoral 2.0 tendrá lugar en las vísperas y albores de la canícula. Por ello, si ya en los comicios 1.0 hubo una dosis elevada de intervenciones sonrojantes -«Coleta morada no entender pequeño Pujol»-, decisiones incomprensibles -la ausencia del PP en los debates- y momentos ridículos -«¿Y la europea?»-, que en muchos otros países hubieran valido para enterrar cualquier aspiración de un candidato, ahora, echando la culpa a las neuronas refritas, me temo que no nos queda sino esperar muchos más.
Todos los candidatos sudarán, pese a los aires acondicionados, pese a la pericia de quien se encargue de maquillarles y cancelar agua y grasa de su rostro en sus incesantes apariciones públicas. Pero no solo sudarán por las altas temperaturas que a buen seguro bañarán este país durante el mes de Junio, sino también por la angustia derivada de estar jugándose el pellejo político. Nadie se atreve a mencionar en público la posibilidad de que esta vez tampoco sean capaces de formar gobierno y haya que tripitir comicios, así que a alguno le tocará tragarse su orgullo y posibilitar un gobierno que no esté encabezado por él mismo. Porque lo de pactar consensuada y ordenadamente mejor ni lo contemplamos -no es cuestión de hacerse aún más falsas ilusiones-. Ante este panorama, que tire la primera piedra el que esté libre de temores entre los líderes de los cuatro grandes partidos. Ya lo dijo Emily Dickinson: «Las Perlas que enhebra en la Frente / La Angustia cotidiana». Basta sustituir angustia cotidiana por angustia ante el debate, el mitin o la encuesta y se tendrá un perfecto resumen de la campaña electoral. Y mientras, nosotros, los votantes, viendo un país y un futuro en juego, no nos queda sino desear que aquel a quien pensamos votar no la cague tanto como hacer que nos arrepintamos antes siquiera de entregarle la confianza en forma de papeleta electoral.
Eso sí, si hubiera que hacer un ranking hipotético de potenciales sudorosos, un Ibex de transpirantes, resultaría difícil decir quién lo encabeza. Pero, probablemente, al menos a tenor de las siempre fallonas encuestas, podría creerse que ahí están, codo con codo, Pedro Sánchez y Albert Rivera. Ambos son los únicos que no tienen claro ni siquiera repetir lo cosechado en los comicios 1.0. Ambos partidos se disputan el centro del tablero político, pero lo que era el gran granero de votos se está tornando en erial. En situaciones de crisis -aunque el PP intente negarlo, aún seguimos de lleno en ella-, todo tiende a polarizarse. O se piensa que se está yendo por el camino correcto o se piensa que se está avanzando de hacia el abismo. Es decir, PP o Unidos Podemos. Incluso el CIS, tan reticente a incluir lo nuevo en su cocina, sitúa a la confluencia más cerca en porcentaje de voto de alcanzar al PP que del tercer partido en intención de voto, el PSOE.
Pero como decía antes, contra el calor y el sudor, aire acondicionado. El cual, por el momento, parece funcionar quizá demasiado bien en Ferraz y en la sede de Ciudadanos. Sánchez y sus lugartenientes han optado por no dar crédito a las encuestas, por taparse los ojos y repetirse a sí mismos y a quien quiera oírlo, que no están tan mal como parece. Y Rivera ha decidido que sus votantes han de ser aquellos que estén más preocupado por lo que ocurra en Venezuela que por la realidad española. Quizá, cuando salgan a la calle, cuando tengan que hacer pie en la realidad, sientan un sudor frío. Quizá sea un golpe de calor, quizá un golpe de votos.