Los políticos españoles, además de ser malos, ¿son tontos?
Opinión
08 Jun 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Después de cuatro meses de discusiones e insultos, cuando está en juego algo tan serio como el futuro de cuarenta y cinco millones de ciudadanos ¿iban a ponerse de acuerdo los cuatro jinetes del apocalipsis, es decir los líderes de los grandes partidos, en una cosa tan apetitosa y tan trivial como renunciar al dinero? Pero si el dinero/poder es su razón de ser, su leitmotiv. O sea, «como tu no renuncias a los millones de euros que vas a percibir por los votos obtenidos, yo tampoco lo hago». Además de avaros, son tontos.
¿Os imagináis el impacto mediático que tendría si alguno de estos políticos dijera que iban a hacer una campaña de coste cero? El primero que tuviera el valor o la picardía de decirlo, se habría asegurado la campaña electoral más barata y más llamativa de su vida. Y si sólo fuera uno el que lo dijera arrasaría en las urnas. Pero no, para ver esto, hay que tener un mínimo de inteligencia. Que un partido pequeño renuncie a las subvenciones o reduzca prácticamente a cero los gastos de la campaña electoral, no tiene ninguna repercusión. Nadie se enterará, ni lo recogerá ningún medio. De hecho, es lo que le ocurrió a CILUS en las elecciones municipales de Linares: gastos prácticamente cero, y por esos gastos no pidió subvención alguna. Raro, ¿verdad? Evidentemente, ningún periódico se interesó por la noticia. Pero, si un partido grande se comprometiera a hacer esto, sería una bomba mediática, prescindiendo del hecho de que mostraría un poco de solidaridad con tantos millones de españoles que están sin trabajo o pasándolo mal.
Y he dicho «políticos españoles» y no «nuestros políticos», porque somos muchos los que no hemos votado a ninguno de ellos. «A la fuerza, me niego incluso a dar un beso a mi madre». Esta frase, dicha por un amigo, hace ya mucho tiempo, se me grabó profundamente. En las próximas elecciones no sólo nos imponen unos partidos y nos cierran el camino a cualquier otro, sino que además nos obligan a votar a todos e incluso en el mismo orden que ellos quieren. ¿No sería posible adoptar un sistema igual o similar al del senado? Al menos tendríamos un poco de libertad en el momento de elegir. Volverán a bombardearnos machaconamente con sus promesas vacías en los medios de comunicación e insistir en la obligación que tenemos los ciudadanos de ir a votar. La palabra elecciones procede del verbo elegir, o al contrario, pero ¿Cómo vamos a ir a votar, si la posibilidad de elegir es mínima o nula?
Los cuatro jinetes del apocalipsis de nuestra política, a quienes yo, apartándome de la Biblia, calificaría como señores de la ruleta, del humo, del fuego y de la espada (me reservo el derecho de aplicar a cada uno de los cuatro su correspondiente calificativo), seguirán su camino con mirada altanera y despreciativa hacia el ciudadano, mientras éste tiene que caminar a pie.