La Voz de Asturias

Cómo crear buenos hábitos de alimentación en niños a partir de dos años

Bienestar y Salud

Es muy importante diseñar una alimentación de calidad desde edades tempranas que servirá de base para los años posteriores

10 Oct 2024. Actualizado a las 05:00 h.

La alimentación de los más pequeños de la casa repercute de forma directa tanto en el crecimiento físico como en el intelectual. Durante los primeros meses de vida la leche -materna o artificial- es el alimento exclusivo y, a partir del medio año de vida, comienza a introducirse la alimentación complementaria que, como su propio nombre indica es, inicialmente, un complemento a esa leche que seguirá siendo todavía la protagonista.

De forma paulatina se van introduciendo diferentes alimentos, comenzando por frutas y verduras, siguiendo por carnes, pescados, legumbres, cereales... hasta incorporar en la dieta la mayoría de alimentos. 

Es a partir de los dos años cuando ya se dan por sentadas unas rutinas alimenticias bien definidas. Es una época crucial para que el niño o niña disfrute con lo que come, pero que no tendrá éxito si no hemos ido incorporando todos los alimentos importantes -frutas, verduras, carne, pescado, legumbres, huevos...- y limitando al máximo los no recomendados -dulces, ultraprocesados, bollería industrial y todo lo que contiene calorías vacías-. No está de más recordar que los alimentos azucarados, grasos y calóricos son altos potenciadores de la obesidad infantil, por lo que limitar su consumo o, mejor aún, suprimirlo es la mejor decisión que un padre o una madre pueden tomar.

Entre los dos y tres años de edad deberían quedar bien establecidas cuatro comidas al día: desayuno, comida, merienda y cena. En algunos casos, se suele incorporar un suplemento lácteo a media mañana o antes de acostarse; esto es algo que el propio niño o niña irá demandando o no en función de sus necesidades. Lo que sí está claro es que el aporte calórico diario lo aportarán las cuatro ingestas anteriormente mencionadas que, a su vez, marcarán las bases para los años posteriores.

El reparto de calorías diarias recomendado para un niño de entre dos y tres años es de un 25% en el desayuno, un 30% en la comida, un 15% en la merienda y un 30% en la cena. A este reparto se añaden otros factores como interiorizar que la comida o la cena es un momento para disfrutar en familia o en grupo (con sus compañeros de escuela, por ejemplo) y para compartir conversaciones tranquilas en las que no hay lugar para las pantallas de móvil, tablet o televisión.

En resumidas cuentas, y aunque la alimentación infantil es un tema de largo recorrido, compartimos algunas recomendaciones de vital importancia para que la alimentación y la nutrición de los más pequeños de la casa vaya por buen camino.

Un desayuno completo y diario

La mejor forma de empezar el día es hacerlo con un desayuno completo. Cereales, frutas y lácteos son la combinación perfecta. Con estos vasitos de yogur con fruta y avena queda resuelto el desayuno, además de que se divertirán preparándolo.

No obligar a comer

Forzar a un niño a comer no trae más que consecuencias negativas. Ellos mismos saben cuándo necesitan comer y cuándo no, por lo que ante una negativa lo mejor es no forzar.

Evitar los frutos secos enteros

Son prácticamente los únicos alimentos que tienen vetados a estas edades tempranas, más que nada por el riesgo de atragantamiento.

Comer de forma frecuente

Es mejor hacer varias comidas al día, por ejemplo, incluir un tentempié a media mañana para que el niño no llegue muy hambriento a la comida. Planificar estos tentempiés también ayuda a no caer en los recurridos snacks salados de bolsa. Una buena idea puede ser un batido como este.

Limitar los alimentos procesados

La comida rápida, los embutidos, la bollería industrial o los dulces en exceso no son compatibles con una alimentación saludable.

Evitar las bebidas azucaradas

Ni refrescos ni zumos envasados y menos aún dárselo en el biberón. Si queremos alternativas a este tipo de bebidas, los smoothies son una opción mucho más acertada.

No usar la comida como premio

Hacerlo puede provocar conductas caprichosas y quebraderos de cabeza. Premiar con dulces y chucherías solo crea un círculo vicioso del que es muy difícil salir.

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