De vender cupones a engancharse a los rascas: el testimonio de un asturiano en rehabilitación
Gijón
Este gijonés de 30 años, se vio inmerso en la adicción al juego de azar tras comenzar a trabajar para la ONCE; ahora comparte su testimonio para concienciar acerca de los problemas que engloba esta enfermedad
04 Nov 2024. Actualizado a las 09:32 h.
Con tan solo 20 años Alex se vio envuelto en mundo de adicciones y deudas. Su trabajo como vendedor de lotería llevó al joven gijonés a adentrarse en una espiral de adicción en torno al los juegos de azar. Su mayor enemigo, los rascas. Ahora, con treinta años, gracias a la terapia y al apoyo de su entorno más cercano, Alex se recupera positivamente: «llevo cerca de dos años sin jugar». Además, el joven asturiano ha comenzado este año a estudiar el grado de Psicología con el objetivo «de poder ayudar a otros».
Alex, natural de Gijón, sufre una discapacidad visual. La falta de formación en algún área profesional, le llevaron a trabajar como vendedor de cupones de la ONCE a los 20 años. «Los primeros años todo era normal, pero con 22 o 23 años comencé a jugar a los rascas». Un juego inocente que derivó en una gran adicción de la que aún a día de hoy se está recuperando.
La gran variedad de juegos de rascas que iban entrando como novedad a los quioscos de la ONCE supuso la perdición de nuestro protagonista. «Cuando empecé a trabajar en la ONCE solo había un tipo de rasca, lo demás no era lotería instantánea, pero la variedad ha ido aumentando». Y es que saber al momento si era el ganador o no del premio generaba en Alex una adrenalina que hacía que no pudiera parar de jugar. «Yo no miraba para los cupones, no me llamaban la atención. El rasca, al ser tan instantáneo era muy adictivo».
«Empecé cogiendo alguno suelto, pensando que no era mucho. Pero luego es cuando empiezas a jugar para recuperar el dinero». La aparición de los rascas virtuales supuso un nuevo bache para el gijonés. «Me llegué a crear una cuenta online en la página de ONCE. Me estaba metiendo en algo más crítico. Ahora, ya ni siquiera tenía que salir de casa para jugar».
Su profesión de aquel entonces no facilitaba la situación. «Como vendedor, me llevaba todos los productos a casa, tenía al enemigo en casa. Eso me generaba mucho estrés y ansiedad». La llegada de la pandemia fue otro de los momentos críticos en la adicción de Alex. «El confinamiento fue un chispazo, se convirtió en otro de los detonantes porque tenía mucho tiempo y no tenía nada que hacer por lo que me dedicaba al juego».
A su adicción a los rascas se empezaron a sumar otro tipo de juegos de azar. «Empecé con las quinielas y las apuestas deportivas, algo que nunca antes había echado, pero son costumbres que vas incorporando y, de repente, empiezas a estar pendiente todo el rato de esto. A veces, ni siquiera miraba si me habían tocado, simplemente las echaba por echar».
Al preguntarle a Alex cuánto dinero podía invertir en un solo día en sus apuestas, el gijonés aclara que «no se trata de cantidad. No es más ludópata el que más gasta. El verdadero problema es el malestar y la ansiedad que el juego te genera. Si un multimillonario invierte un millón en juegos quizá no le suponga ninguna preocupación. Las apuestas se convierten en un problema cuando te crea una necesidad, cuando lo único que piensas al acostarte es que al día siguiente te tienes que levantar para volver a jugar».
Los desajustes en las cuentas y los problemas económicos del joven comenzaron a levantar las sospechas de su entorno y del propio Alex. «Me di cuenta de que algo no iba bien. Muchas veces me engañaba a mi mismo, pero al final las cuentas no cuadraban. Mi familia también empezó a sospechar». Fue este el momento en el que el joven gijonés tomó la decisión. «Quise dar el primer paso, reconocer que tenía un problema y que necesitaba ayuda». Para ello acudió a LARPA, una asociación de auto-ayuda asturiana en la que se trata la adicción a los juegos de azar y con quienes aún a día de hoy continúa su recuperación.
El apoyo psicológico y las terapias en grupo han sido los puntos claves para su salida de la adicción. «Te das cuenta de que hay más gente que se encuentra en la misma situación que tú. Incluso, me he llegado a encontrar con antiguos compañeros de la ONCE».
El apoyo de la familia también ha sido fundamental en el proceso. «Tienen que andar controlándote los gastos, pidiéndote tiques, porque hasta que no estás rehabilitado, lo tienes que justificar todo». Todo esto conlleva que el proceso de aprendizaje no solo recae en el adicto, la familia también tiene que llevar a cabo un proceso de aceptación. «Muchas veces cuesta hacerles entender que no es algo que tú eliges. No decides estar enfermo. Es como quien tiene cáncer, tú no decides tenerlo», comenta Alex. Una explicación que invita a reflexionar acerca del trato que se le da actualmente a las enfermedades de salud mental: «es necesario reforzar este área sanitaria», sentencia el asturiano.
En este momento, Alex continúa pagando la deuda que generó a través de sus apuestas, aunque no llegó a deber dinero a la ONCE, «si tenía un montón de préstamos abiertos». Por suerte, al gijonés se le ha aplicado la ley de la segunda oportunidad y gran parte de su deuda se ha visto liquidada. «Ahora intento salir adelante y hacer las cosas bien».
Los primeros días sin juego no fueron fáciles. Los problemas de adicción del joven atrajeron nuevas conductas dañinas. «Me encontré de baja y sin poder jugar. Todo ello derivó en una época de compras compulsivas». El gijonés relata cómo llegó a comprar un crucero valorado en 5.000 euros, al que «sabía que no podía ir, solo lo cogí por el hecho de pagarlo. También entraba al supermercado y compraba por comprar».
Pero con el tiempo, la ayuda psicológica y las terapias en grupo comenzaron a hacer efecto. «Di un cambio a mi vida y comencé una nueva rutina. Ahora noto mucha mejoría y llevo casi dos años sin jugar».
Tras comenzar el proceso de recuperación, Alex comprendió que volver a ejercer su antiguo oficio no era una opción. «No puedo dedicarme a la venta, porque igual puedo estar un par de semanas sin cogerme nada, pero no quiero tentarme, no quiero recaer. No estoy diciendo que la ONCE no cumpla una labor social con quien no tenga problemas, pero yo, por lo menos, no quiero volver a probarlo».
En esta nueva etapa, tras cumplir los 30 años, Alex decidió prepararse las pruebas de acceso a la universidad y tras superarlas con éxito, ha comenzado los estudios de psicología en Madrid, «en parte por el tema de las adicciones y por otro lado porque me interesa mucho. Quiero poder ayudar a la gente. Podemos decir que en mi vida el psicólogo ha tenido un papel clave. Por eso, tengo mucha motivación». Un cambio de rutina que ha mejorado considerablemente la vida de asturiano.
Factores de riesgos y un mayor control
El asturiano no ha querido desaprovechar la oportunidad de denunciar la falta de control que hay en torno a los juegos de azar. Además de la publicidad, «que te incita a jugar, ahora mismo puedo comprar un rasca sin ningún tipo de control», asegura el antiguo vendedor de cupones. «Aunque estoy autoprohibido en el juego, un rasca me lo vende cualquiera. Es igual que las máquinas tragaperras, deberían preguntarte o deberían tener algún tipo de control de acceso, pero no lo hacen. Quizá en los casinos o en los bingos si te preguntan, pero aún así han salido casos en los que se expone que tampoco lo hacen».
También ha mostrado su descontento con las políticas de riesgos laborales de esta profesión. «El sector de juego no considera la ludopatía como un accidente laboral, pero somos los que más expuestos estamos. Esto es igual que un soldador, siempre tendrá más riesgo de quemarse él que alguien que no trabaja en ese oficio». Sin embargo, según asegura el gijonés, la ludopatía «te incapacita en parte de tu vida profesional, pero el sector de juego no le da la importancia que merece».
A quienes acarrean este problema, Alex les insta a pedir ayuda. «En la página de LARPA hay números de ayuda, ellos te dan la bienvenida y te personalizan el tratamiento. Además, lo llevan con tanta discreción como tú quieras llevarlo». Aunque recuerda, «no es una tarea sencilla, hay que cumplir un montón de normas, pero merece la pena. Se puede dar el cambio y se puede vivir sin juego, pero para ello es necesario dar el paso y pedir ayuda».