La Voz de Asturias

El duro testimonio de una enfermera de la UCI de Cabueñes: «Llevo el EPI puesto 8 horas y atiendo a 4 pacientes a la vez»

Gijón

Esther Rodríguez
Entrada a unidades de cuidados intensivos en Cabueñes

El personal sanitario es testigo del colapso que ya se produce en los hospitales asturianos: «no hay camas para todos los enfermos que faltan por llegar»

12 Nov 2020. Actualizado a las 05:00 h.

La segunda ola de coronavirus golpea con toda su fuerza a Asturias. Ya son más de 700 personas hospitalizadas por el virus. Una cifra que cada vez va más en aumento y deriva en el colapso sanitario. Las enfermeras de la UCI de Cabueñes son testigos de esta realidad: «estamos desbordados, no podemos asumir toda la carga de trabajo y cada día aumentan los ingresados».

El personal sanitario trabaja contra viento y marea para frenar la expansión del virus. Pero aún así los casos no paran de incrementarse. «No damos abasto», asegura Jesica López, enfermera de Cabueñes. «Tanto la UCI de la planta cinco como la nueva están llenas. Es sacar a un paciente para meter otro. Incluso se trasladan a muchas personas a otros hospitales porque no tenemos camas», asegura.

«La carga de trabajo es enorme. La mayoría de los pacientes tienen un tubo en su garganta, están conectados a un respirador, con multitud de medicación para que estén dormidos profundamente y que no tengan dolor, entre otras cosas. Además, la mayoría de las veces están pronados (boca abajo)», asegura. En comparación con la primera ola de la pandemia, López afirma que esta vez hay gente muchísimo más joven, entre los 30 y los 65 años. Aunque , en realidad, evolucionan mejor.

Además, a todo esto, hay que sumarle la falta de personal. «Hay mucha gente de cuarentena que no se cubre y, por tanto, no se cumplen los descansos reglamentarios», denuncia López. Varias enfermeras de la UCI aseguran que «cuando vieron que la situación se desbordaba fueron trayendo a más gente. Pero, era personal sanitario que apenas tuvo contacto con la UCI y, por tanto, no tienen experiencia en la unidad. No se puede delegar en ellos las mismas responsabilidades porque no dan abasto al ser un puesto nuevo para ellos».

Pero ahora, «te dicen que tienes que seguir, que no hay personal para darte el relevo y que puede que algún día tengas que doblar turno. Nos miramos entre nosotras, pensamos que no podemos más y que nuestra familia nos espera en casa. Estamos agotadas, necesitamos salir y respirar aire fresco. Pero, la profesionalidad sale a relucir y suponemos que esos pacientes pueden ser familia, amigos o conocidos, y seguimos, seguimos hacia adelante, sacando un trabajo que considerábamos que era imposible de sacar», sentencia Jesica López.

Eso sí, cuando terminan el turno exigen a sus superiores refuerzos con personal cualificado. La respuesta que reciben es «buscaros la vida». «En ese momento un sentimiento de rabia e impotencia te inunda el cuerpo y piensas que esas personas son personal sanitario al igual que tú, pero que están en sus despachos detrás de un ordenador. Nunca se han puesto un EPI», explica López. Además, «piensas que en un estado de alarma cómo es posible que toda esa gente no sea capaz de arrimar el hombro cuando se necesita, o al menos de tener un poquito de humildad o empatía», apunta.

Pero, aun así «intentas disfrazarte con una sonrisa y bromeas con tus compañeras. Pero, cuando comienzas a ponerte el EPI todo cambia. Ya sabes que estás lista para ir a luchar», relata la enfermera, quien por lo general está hasta 8 horas seguidas con el equipo de protección puesto. 

El equipo de protección que llevan esta formado por una bolsa de basura en cada pie, un gorro de tela hecho por sus familiares, unas gafas estancas se han comprado ellas mismas, una mascarilla ffp2 para todo el turno, un paño alrededor del cuello para protegerse, un par de guantes y una bata, que tiene unos 100 lavados y remendada.

Lo cierto es que, solo pueden estar con el EPI puesto máximo 4 horas y deben de hacer los descansos e hidratación correspondientes. Además, a esto hay que sumarle las horas y horas de trabajo sin parar y encima atendiendo al doble de pacientes. Por lo general, una enfermera de UCI se encarga de dos pacientes. Pero, con esta situación, tienen que estar pendientes de hasta cuatro ingresados. Esas horas de trabajar sin parar «llevan a agotarte física y mentalmente», apunta.  

López asegura que «desde niña siempre tuve claro lo que quería ser cuando fuera mayor, pero nunca imaginé que realizando una de las profesiones más bonitas del mundo, iba a sentirme como me siento». La rabia, el miedo o la incertidumbre son algunos de los sentimientos que  rondan por la cabeza de esta enfermera cada vez que coge el coche para ir al hospital. «Cada día pienso en qué me voy a encontrar. Me da miedo contagiarme y poder contagiar a mi familia», asegura.

Por eso, ve imposible que «no sean capaces de aportarles material y personal necesario para salir de la mejor manera de esta pandemia mundial». Sienten rabia e impotencia por ver que después de diez horas seguidas de duro trabajo «se te va la vida de tus pacientes. De ver lágrimas en los ojos de tus compañeras. De sentir tu sudor por la espalda». Y lo peor de todo, «pensar que te vas de tu trabajo con la sensación de que lo que has hecho, no ha servido de nada», denuncia.

«Tuvieron todo el verano para prevenir esto y mira cómo estamos ahora. Recemos para que no se siga poniendo peor la cosa en diciembre y en enero porque si no sé qué será de nosotros», aseguran desde la UCI. Los médicos, que también están saturados ya que atienden diariamente dos UCIS, alertan de que «si no nos vuelven a confinar esto se nos escapa de las manos. No hay camas para todos los enfermos que están por llegar», señala López.


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