La Voz de Asturias

La «Lloca» del Rinconín cumple medio siglo: esta es su accidentada historia

Gijón

E. G. B. Gijon
La escultura 'La madre del emigrante', en GijónLa escultura 'La madre del emigrante', en Gijón

Se inauguró en 1970 con polémica porque se la consideraba «horrenda», casi se la lleva el mar por delante en 1976, cuando también fue dinamitada, y sólo cuando un vecino quiso comprarla se planteó su restauración

14 Apr 2020. Actualizado a las 05:00 h.

«La contemplación de la estatua de la Madre del Emigrante tuvo una virtud: la de que por poco nos hace caer de espaldas. La escultura es horrenda y más bien recuerda la figura de un cabezudo de esos que desfilan en las fiestas de algunos pueblos que de la de una mujer ennoblecida por la maternidad y por el sufrimiento de ver a sus hijos ausentes. Lo único bueno de todo esto es, quizás, el lugar remoto donde se ha emplazado el monumento, porque aún queda esperanza de que algún día lo coloquen aún más lejos donde nadie pueda verlo. Quienquiera que contemple la figura tiene que llegar a imaginarse que se encuentra ante una broma pesada, porque nada en la escultura sugiere belleza ni serenidad, sino al contrario, de ella emana depresión, horror». A la Madre del Emigrante, que cumple medio siglo mirando al mar desde el Rinconín, las crónicas de la época no quisieron hacerle justicia. Estas líneas se publicaban en La Voz de Asturias en 1970, cuando tras muchos años dándole vueltas a la instalación de una escultura en Gijón que pusiera de relieve la importancia de la emigración en Asturias, por fin se colocaba una figura desgarbada, escuálida, con gesto doliente y monumental frente al mar en una zona del Rinconín entonces recién urbanizada.

No se le hizo justicia porque no se entendió su hiperrealismo, su estética moderna porque «se alejaba del academicismo imperante en el panorama de la escultura conmemorativa asturiana hasta el momento», explicaba la historiadora Elsa Presa de la Vega en un completo estudio que, sobre la accidentada historia de la Lloca del Rinconín, publicaba en 1999 en la revista Memorana. La de la Lloca, uno de los hitos de Gijón que más conmueven a quienes la visitan porque lo bien que la escultura plasma el dolor de la madres de los emigrantes, fue la primera de las muchas polémicas que siempre han rodeado -además de la postergación en el tiempo- a los proyectos de cierta envergadura en Gijón. A veces con acierto, pero otras de forma injusta como el tiempo ha ido demostrando.

La idea surge en 1958

Y así fue con la Madre del Emigrante que creó el escultor cántabro Ramón Muriedas, un proyecto que había empezado a pergeñarse en 1958, cuando se celebraba el I Congreso Mundial de Sociedades Asturianas y uno de los asistentes propuso construir un monumento en homenaje a las madres que tuvieron que despedir a sus hijos mirando al mar, como la Lloca, con el gesto roto de dolor, con los pies descalzos, los vestidos raídos y los rostros prematuramente envejecidos por las penurias de sus vidas.

En los años 50 y 60, eran muchos los emigrantes de América que regresaban a su tierra y se quería, con este monumento y otros que no llegaron a fructificar en otras partes de Asturias, rendirles homenaje por cómo ayudaban a los pueblos en los que habían nacido. Además, eran también muchos los que entonces dejaban atrás sus pueblos para irse a trabajar a otros países de Europa. Pero fueron pasando los años sin que el proyecto de la escultura avanzara. «La historia de este monumento estuvo envuelta, ya antes de su nacimiento, por circunstancias desfavorables e incidentes, situaciones irregulares, cambios de proyecto, controversias…», explicaba Presa de la Vega en su estudio.

Hasta 1963, tras la celebración del segundo Congreso Mundial de Sociedades Asturianas, no se retomó la idea del monumento, para el que se piensa como ubicación la zona conocida entonces como el cerro de Rosario de Acuña, muy cerca del emplazamiento actual. En 1964 comienzan a presentarse ideas y maquetas y, en febrero de ese mismo año, se organiza un concurso al que se concurren una docena de proyectos. Pero nadie había comprometido financiación alguna para llevarlo a cabo y el proyecto se olvidó durante otros tres años. Es entonces cuando, de manera extraoficial, se encarga la obra a Muriedas, junto a los arquitectos Fernando Cavestany y Enrique Álvarez-Salas, postergándose en todo caso el proyecto hasta mediados de 1968.

Del Cerro de Santa Catalina al Rinconín

En 1969, el entonces alcalde de Gijón, Ignacio Bertrand, decide darle un carácter inmediato y presenta una moción al resto de la Corporación gijonesa para que el Ayuntamiento tome la iniciativa y se ubique el monumento en el cerro de Santa Catalina. Era un proyecto que, además de la escultura de la madre, incluía plataformas, una escalinata de acceso y un muro con relieves que no llegó a fructificar. Para empezar, el cerro era zona militar, así que resurge la idea de ubicar el monumento en la zona del Rinconín.

De forma provisional, se dijo entonces, y así por fin se inaugura la escultura, en bronce y de cuatro metros de altura, el 18 de septiembre de 1970 y en presencia de los miembros de la Federación Mundial de Sociedades Asturianas. Entonces se colocó sobre un pedestal realizado en piedra y de escasa altura con una inscripción que decía «A las madres de nuestros emigrantes que con sus vidas son surco profundo de nuestra España. Gijón. Asturias. 1970». No tuvo repercusión popular alguna, recuerda en su estudio Elsa Presa de la Vega, por las numerosas opiniones en contra, aunque también las hubo a favor y, de hecho, fueron muchos los gijoneses que se acercaron a visitarla y la bautizaron, con humor, como la Lloca del Rinconín.

De las críticas, la historiadora explica que se debieron en parte a que la instalación de la Madre del Emigrante coincidió en el tiempo con la del César Augusto del Campo Valdés, «lo que motivó que se estableciesen comparaciones». La del César «fue unánimemente admirada y, la Madre del Emigrante, mayoritariamente criticada, despreciada y mal entendida, puesto que en aquel momento la población parecía seguir apostando por valores artísticos más tradicionales». Incluso se llegó a decir que «iba a perpetuar, más que la figura entrañable de la madre de los emigrantes, la del mal gusto de un pueblo».

El destierro del Rinconín

Entre las voces a favor, se consideraba que representaba el dolor y la nostalgia de las madres de los emigrantes, además de que se valoraban sus cualidades artísticas de obra contemporánea. Incluso en el V Congreso Mundial de Federaciones Asturias se calificó de «maravillosa» la expresión lograda en el rostro de la estatua que, en 1976, fue víctima del vandalismo.

Un artefacto explosivo mutiló su parte inferior, quedó «decorada» en rojo y con pintadas de colores y, para colmo, un temporal casi se la lleva por delante. La Madre del Emigrante quedó a medio caer. Como pasaron los meses y así seguía, inclinada hacia delante y siendo un riesgo para quienes pasaran a su lado, un ciudadano pidió al ayuntamiento que se la vendiese para llevarla a su casa. Toda acción tiene su reacción: a los pocos días, la estatua fue retirada del pedestal para ser restaurada.

Comenzó entonces un largo destierro para la Lloca del Rinconín. Se tardó meses en contactar con otro escultor para que la restaurase y hasta principios de los años 80 no se volvió a colocar en el Rinconín. Entre medias, se le volvió a darle vueltas al emplazamiento y se pensó en los jardines del Náutico, pero empezó a ser añorada por quienes paseaban por el Rinconín. Algo que, según la historiadora Elsa Presa de la Vega, «nos indica cómo un monumento es capaz de convertir un sitio en un lugar solo con su presencia al dignificar el sitio y dotarle de significado a pesar de que, a lo largo de la historia, la obra fuese tratada como una escultura trashumante, como a aquellas obras creadas sin tener en cuenta ningún lugar concreto y que pueden ser transportadas y ubicadas en cualquier parte sin perjuicio para la obra ni el lugar».

La Lloca volvió al Rinconín con el primer gobierno democrático de Gijón y estuvo un tiempo tranquila hasta que se remodeló, entre 1994 y 1995, esa zona del paseo marítimo, entre el Piles y el Rinconín. Se quitó el pedestal, se la limpió de óxido y se la colocó en el centro de la actual plazoleta redonda y elevada, por encima del paseo y sobre una plataforma casi a ras del suelo. Con el paso de los años y del salitre, ha tenido que volver a ser reparada e incluso ha vuelto a ser víctima de actos vandálicos, pero ahí sigue mirando al mar. La inscripción original, en los 90, se sustituyó por un poema de Alfonso Camín, que se puede leer en un pequeño bloque de metal situado muy cerca de la escultura.

Al son del agua,

al son del agua, madre

pero ¡qué amarga!

Al son del agua, madre

mir o las olas

van y vienen barcos

con las farolas

y me dicen: ¡qué triste,

se va en la bruma

y qué alegre el retorno

sobre la espuma!

Pero me dicen, madre,

al son del agua,

unos vienen a puerto

y otros naufragan.

Al son del agua ronca,

velas flotantes

dicen que van a Cuba

los emigrantes,

Y a pesar de sus luchas

y sus desvelos,

todos van quedando

bajo otros cielos.

 

 


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