La Voz de Asturias

El pequeño gran invento que salió de un taller gijonés dispuesto a dar la lata

Gijón

Joaquín Valle, sobrino de José Valle Armesto, ante una vieja fotografía del empresario e inventor gallego

Hace 113 años, un taller de la ciudad fundado por el gallego José Valle Armesto inició la fabricación de la patente de abrelatas multiusos más popular y extendida, «El Explorador Español»

31 May 2019. Actualizado a las 05:00 h.

Hace 113 años, en 1906, una pequeña y revolucionaria pieza de diseño industrial salía por primera vez de unos modestos talleres en el entorno aún semirrural de Los Campos, en Gijón. El artefacto metálico permitía abrir latas y además perforar latas de conserva, abrir los tapones-corona cada vez más en auge e incluso ser usado como un destornillador para tornillos no demasiado exigentes. No era navaja suiza, sino «Explorador Gijonés». Porque ese es el nombre que le puso José Valle Armesto, el empresario e inventor gallego que ideó el primero y más clásico de los abrelatas españoles. Valle Armesto, de la Casa de Vale, en Vilaseca, Negueira de Muñiz, fue el autor de una patente de una utilidad extraordinaria convertida en objeto de coleccionista medio siglo después del cierre de la fábrica en sus instalaciones definitivas, en la actual avenida de Manuel Llaneza: un hito de la historia industrial al que al que le salieron multitud de copias, muchas de ellas en China.

«El abrelatas 'El Explorador Español' es único. Presta cuatro servicios y se constituye en el amigo inseparable del excursionista. Con él hace frente a estas situaciones de abrir los botes de conserva y de leche condensada. Es cuestión de un minuto», decía la publicidad en los periódicos editados en Madrid. Y añadía: «El ama de casa no ha de privarse de darle sitio en la cocina para estas operaciones rápidas. Pero sobre todo en la excursión es insustituible. Ocupa muy poco lugar en el pantalón o el chaleco. Su precio, por lo barato, se hace asequible a todo el mundo. Además levanta tapones en corona. Y sirve para punzar el envase de leche condensada, dejando un orificio para extraer el contenido, permitiendo la mejor conservación. El cuarto uso del abrelatas es el del pequeño destornillador para eventuales circunstancias».

El lucense autodidacta y emprendedor que tendría que figurar en alguna enciclopedia de grandes inventores, también se dedicó a hacer tapones de porcelana para las botellas de gaseosa. De su fábrica salían ya con las piezas de alambre que los unían al cuello de la botella.

De la fragua al taller pasando por Cuba

La casa de Vilaseca en la que nació José Valle, la comparten actualmente sus parientes Joaquín, Jose y Raquel Valle. Joaquín, que tiene 74 años, que no aparenta, recuerda que su tío Enrique (hermano de José el inventor) tenía una fragua en la que preparaba y arreglaba herramientas para los vecinos. Quizás en la forja surgió la idea de crear una pieza para abrir las conservas.

«Llegué a conocerlo porque en algunas ocasiones volvió para ir de caza», recuerda Joaquín Valle: «Marchó de aquí para Gijón, donde comenzó a trabajar con un camión. Tenemos alguna referencia que nos dice que se fue a vivir a Cuba. Al volver compró con su socio una nave en el centro de Gijón y en ella, con unos treinta trabajadores, en su mayoría mujeres, comenzó la producción. Conocí la fábrica y también recuerdo haber visto por la casa papeles con el diseño del dispositivo. Mi tío murió en 1960. Poco después, la fábrica acabó siendo embargada».

Joaquín Valle recuerda que la última vez que el inventor del abrelatas volvió a Vilaseca su hermano lo llevó en una mula hasta la carretera para que lo recogiera un taxi y marchar a Gijón. Parece que el vehículo tardaba porque José dijo: «Si en diez minutos no viene el taxi, me vuelvo a Vilaseca y ya muero allí». No fue así. El coche de alquiler, aunque retrasado, acabó llegando y el dueño de «El Explorador Español» regresó a Asturias.


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