La Voz de Asturias

«Este ha sido el año en el que nos hemos reconocido como fuerza viva en la ciudad»

Gijón

J. C. GEA Gijón Presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón
Adrián Arias, a las puertas de la sede de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Gijón

El líder vecinal Adrián Arias hace balance de un 2017 «muy poco positivo» para Gijón en el que el movimiento ha conseguido, en su opinión, «una ganancia de legitimidad»

01 Jan 2018. Actualizado a las 05:00 h.

-¿Qué deja el año que acaba para los vecinos de Gijón?

-Cuesta encontrar algo positivo. Estamos parcialmente satisfechos por el desbloqueo, también parcial, del Plan de Vías. Y digo «parcialmente». Es la primera vez que Fomento asume una inversión pública fuerte en el proyecto, porque se fiaba todo a las plusvalías, algo a lo que siempre nos opusimos. Para nosotros era fundamental e imprescindible el soterramiento hasta La Calzada, pero está en el aire. Por otro lado cuesta encontrar aspectos positivos. Políticamente, la situación está más enrarecida a nivel municipal. Los grupos ven ya excesivamente cerca 2019. Es entendible, pero creo que han estado más en eso que en lo que en los consensos que se generaron en 2016. Solo hay que comparar cómo acabó hace un año y cómo ha acabado este el tema de presupuestos, o recordar la unanimidad que se llegó a alcanzar en el pleno en muchas cuestiones en 2016. En los últimos seis meses ya se ha visto que todo el mundo está con la calculadora electoral, y eso es triste. No toca ahora porque la ciudad no vive su mejor momento.

-¿Por qué?

-Ha varios talones de Aquiles. La acción municipal es muy, muy deficiente en cuanto a gestión de presupuestos y ejecucion de obra. Se ha perdido el tensionamiento que había el año pasado para sacar adelante muchísimas cuestiones tanto de ejecución como de iniciativas políticas: participación, movilidad… En urbanismo, todo pende ahora de un hilo, todo está cogido con chinchetas: planes que se pueden caer de un momento a otro ninguna realidad que puedas percibir, como sí sucedió el año pasado. Mal que bien, hubo proyectos e inciativas que salieron adelante.

-¿Un año de desencanto, entonces, respecto a los proyectos que se trazaron en 2016?

-Algo así. Además no creo que fuera porque las cuestiones que se planteaban fueran irreales en el sentido de que se necesitase poner los pies en el suelo. Ha faltado trabajo. Mucho. Echo en falta en muchos concejales esa falta de trabajo y de seguimiento de sus concejalías. Ahí está la petición de retirada de competencias e Eva Illán que hemos hecho. Tenemos también dudas sobre las obras públicas que lleva la concejalía de Arrieta. Lo mismo en cultura, aunque en el aspecto cultural, hay una excepción a todo esto: la espectacular sorpresa que ha supuesto la recuperación del FICX, una de las notas positivas del año en la ciudad. A mí me emocionó. Ha conseguido emocionar a mucha gente. Gijón tiene que recuperar la batuta cultural. En integral, tiene que generar cultura. Era una ciudad reconocida como referente cultural y parte de eso que se había perdido se recupera con este FICX.

-El descontento con los presupuestos participativos han estado en el centro de esa decepción vecinal.

-Fue algo Fatal. Un desastre. Pero también la crónica de una muerte anunciada. Fuimos muy críticos en el diagnóstico del año anterior. Dijimos que había que hacer muchos cambios, pero hubo una cerrazón importante y nuestros planteamientos no fueron atendidos. El equipo que compone el ámbito de confianza de Eva Illán es muy poco proactivo a la hora de asumir esas sugerencias, y así estamos. Pero frente a esa negatividad saco algo positivo: con ese asunto como caballo de batalla, y muchas otras, la Federación ha mostrado una unidad y una cohesión que no presentaba desde hace muchísimos años. La foto en el Ayuntamiento fue a mediados de año. El Consejo de Ciudad, hace un mes, fue la puesta en escena de esa postura, y el primer trimestre del año va a ser el momento de asumir las consecuencias de todo ello.

-¿Diría que todo esto ha traido un cambio de mentalidad o de actitud?

-Completamente. Había llegado un momento en el que el movimiento vecinal era muy reacio a escapar de la institucionalidad. La tenía como una especie de amparo. Aunque somos un colectivo muy alternativo en ese sentido, hubo una época, sobre todo en los 90, en los que mucha gente se fue a los ayuntamientos con cargos públicos y en los que hubo una intromisión de los partidos políticos en el movimiento vecinal impresionante. De esos pecados estamos curados. Este año ha marcado una inflexión: llevábamos mucho tiempo amenazando, pero no nos atrevíamos a dar el paso. No nos sentíamos lo suficientemente legitimados. Por eso, defino este año el de la cohesión, la unidad y el reconocimiento. Hemos conseguido construir una unidad, que era muy, muy compleja. Yo salí elegido con un apoyo bastante grande, un 95 por ciento, pero hubo asociaciones que no fueron a la asamblea; asociaciones importantes como El Llano, La Calzada, El Natahoyo… que no asistieron o se abstuvieron. En el primer año, el pasado marzo, el informe de gestión de la Ejecutiva salió por unanimidad en la asamblea con presencia de esas asociaciones, y también el presupuesto, algo sin precedentes.

-¿Cuál cree que es la clave que ha impusado esa cohesión?

-El reconocimiento. Las personas del movimiento vecinal han visto que la Federación es reconocida en la ciudad como una fuerza viva y que tiene un poder impresionante para la vertebración de los barrios, de conocimiento de la realidad cercana… pero nunca se lo habían creído, nunca habían tenido esa sensación. Creo que ha sido clave la incorporación de cuadros más jóvenes. Yo no soy un outsider del movimiento vecinal, llevo ya años aprendiendo, y no era algo que el movimiento vecinal pudiera expulsar por ajeno a él, sino que desde un primer momento se vio que podía ser una oportunidad. Yo creo que después de casi dos años de gestión, la gente ha entendido que este último año hemos conseguido una ganancia de legitimidad en base a la frescura que pudiera representar yo o mi ejecutiva, a nivel de Federación, y sobre todo que nos hemos reconocido como una fuerza viva con poder en la ciudad. Un poder que no solo hay que vivir de él sino ejercer. Creo que este año lo hemos ejercido.

-¿Pero no ha sido más decisivo un factor de reacción, de rechazo frente a la gestión institucional?

-Está esa frase: «Dormíamos, despertamos». Siempre es mucho más fácil cuando hay ese factor de rechazo. Todas las cosas que han sucedido o han fracasado han alimentado el cambio, pero no ha sido como la gota que colma el vaso, sino como una acumulación de cambios cuantitativos que preceden a uno cualitativo. El cambio cualitativo es la conciencia de que el poder hay que ejercerlo. Nosotros no nos presentamos a ningunas elecciones ni tenemos la intención de hacerlo. Si te enfrentas a un poder institucional, el único contrapoder que puedes ejercer ahí es el vecinal, el estar en la calle, el reivindicar y el poder de construir.

-¿Y han tenido acuse de recibo desde las instituciones?

-Sí, totalmente. Nada más producirse el Consejo de Ciudad, al día siguiente, el Consejo de Distrito Centro quedó desierto. Todos los grupos municipales avalaron la propuesta de la Federación de Vecinos y de otras entidades de la ciudad. Eso produjo un impás absoluto. Inmediatamente hubo un contacto al más alto nivel con nosotros para decirnos que se había entendido el mensaje, aunque en un primer momento la postura fue muy reactiva: Eva Illán dijo que no entendía nada, que no sabía nada y que además lo que estábamos haciendo era confrontar una legitimidad institucional democrática con algo que nos habíamos inventado. En fin, eso daría para un debate. Consejos de Ciudad se han hecho muchos, pero convocados por el Ayuntamiento. Este fue el primero que convocamos nosotros. Pero dijimos que nuestra legitimidad no era, en ningún momento, superar un orden establecido sino responder a una realidad: hacer funcionar lo que no funcionaba y convertirlo en una herramienta para participar. Y eso siendo conscientes de que el choque de legitimidades, en principio era una cuestión compleja y peligrosa para el movimiento vecinal.

-¿En qué sentido?

-Porque el movimiento vecinal está dentro de la estructura institucional queramos o no. Estamos en consejos de administración, estamos en comisiones, tenemos un convenio con el Ayuntamiento que sustenta cosas tan necesarias para nosotros como un trabajador, o que subvenciona una parte esencial de lo que hacemos. Enfrentarte a la institución con la que tienes esa relación es algo que ha provocado muchas dudas. Pero hay algo que yo creo que Carmen Moriyón ha entendido desde el principio: que lo que hacíamos no lo hacíamos por atacar a ningún gobierno. Pero eso lo ven dos personas en el equipo de gobierno: ella y Fernando Couto. Y hasta ahí puedo leer. Siempre me he sentido respetado por la alcaldesa. En ese sentido, me decepcionó mucho la actitud de Eva Illán -aunque también era una decepción anunciada- porque reaccionó con mucha torpeza a nivel político, mientras que la alcaldesa admitió los errores que estaban cometiendo. Reaccionó bien, y creo que también todos los grupos han entendido que en este momento la institución debe permanecer callada y quien debe construir son las organizaciones, y en eso estamos. El primer trimestre del año es el de diagnóstico de ciudad.

-¿Y cómo afronta la FAV esa tarea?

-Volcándonos en lo externo. En la Federación, por suerte llevamos ya varios periodos en los que la gestión interna se fundamenta en el diálogo, las listas son por consenso y no hay lista contra lista en confrontación política. Eso ya no existe. Podría decir que no hay influencia partidista el la Federación. La gente puede tener militancia, pero la deja fuera. A día de hoy, una orden de partido dentro de la Federación causa rechazo entre la gente que milita en ese mismo partido político. Se vive como una injerencia. Si algo ha ganado el movimiento vecinal en los últimos años es autonomia e independencia. Eso nos ha fortalecido de tal manera, que en un año como este, que ha sido de confrontación, de reconocimiento. A partir de ahí, la recuperación de los consejos de distrito es la herramienta fundamental, nuclear de participación en los barrios desde ya. El primer trimestre del año tenemos un mandato claro que es reformar el reglamento de participación y el reglamento de funcionamiento de los consejos de distrito; implementar consejos de distritos amplios, muy parecidos a los que se están implementando en Barcelona con el reglamento de participación más avanzado de España, los foros locales de Madrid y los distritos de Zaragoza.

-Algo que tiene que pasar por el pleno...

-El reglamento pasará por pleno en muy corto plazo. En el último pleno se ha aprobado una propuesta del PP en ese sentido, no digo pactada con la FAV, pero sí a instancias de la FAV. Que grupos ideológicamente en las antípodas como PP, XsP o IU estén en esa tesitura avala el buen trabajo que hemos hecho este año. Nuestra legitimidad no la discute nadie ahora.

-Todos los portavoces de la oposición coinciden en diagnosticar una parálisis de la ciudad.

-Ya, pero ¿qué hacen ellos? El equipo de gobierno son ocho concejales. De los 27 a 8 no son mayoría absoluta. Está muy bien el postureo parlamentario. ¿Qué hacen para cambiar la parálisis? Si hay ese diagnóstico, el movimiento vecinal lo ha tenido claro: ha dejado de asistir a los distritos, ha convocado un Consejo de Ciudad, ha impulsado que el Foro de la Movilidad esté presidido por un representante vecinal que está llevando iniciativas reactivas a la propia institución, que es la que está poniendo palos en las ruedas para que eso no salga… ¿Qué están haciendo ellos? Quien consigue que haya un seguimiento para las obras no es el pleno. No hay ni una iniciativa en todo el año sobre obras. Somos nosotros, en tres reuniones con la alcaldesa, quienes la aprietan para que las obras mejoren a pesar de que la cuestión está como está. Pero las obras han mejorado.

-¿Y los vecinos en sí? ¿Se reactiva el canal entre las asociaciones y una ciudadanía por lo general desentendida de ellas?

-Ese canal nunca ha muerto, pero la relación era más distante. Solo se referenciaba a las asociaciones cuando había problemas concretos. Algún presidente vecinal habla de ser el klínex de la ciudadanía: nos usan cuando nos necesitan . No es algo que tampoco puedas decir que no está bien; no es lo que nos gustaría, pero es una realidad con la que tienes que trabajar. Pero es verdad que se está yendo más allá de esa visión de que somos una herramienta para un fin y que, cuando se consigue, se deja de lado. Pongo ejemplos. Todo lo que tiene que ver en la lucha contra la contaminación. Es tal el músculo que se ha obtenido en ese canal de contacto con la ciudadanía activa, que hoy en día sería impensable todo lo que se ha avanzado en soluciones y en reconocimiento del problema… Eso ha sucedido porque la ciudadanía se ha acercado al movimiento vecinal.  

-¿Qué tal, por cierto, ve la reacción de Arcelor?

-Han cambiado mucho las cosas. En la reunión fueron todo buenas palabras. Ha cambiado el tono y están haciendo cosas. Pero se ha generado tal malestar y la gente es tan consciente del problema que ya no hay vuelta atrás. La gente ve y fotografía y cuelga en las redes la nube roja, siguen las mediciones en internet… Nuevo Roces es otro ejemplo: tiene unas necesidades muy básicos y es la asociación de vecinos la que dinamiza absolutamente toda la vida en el barrio. No es el Ayuntamiento, no son los comerciantes, no son los hosteleros. O Cimadevilla, otro caso. Hay un fortalecimiento de ese lazo que nunca se había terminado de contar, aunque se tuviera la sensación de que eran estructuras de otro tiempo que hoy no tienen sentido.

-¿Se sienten contrapoder?

-Para mí es el auténtico logro. Por primera vez en los últimos tiempos ejercemos poder. Siempre fue así. Una de las posibles fuerzas que trajo la democracia a España fue el movimiento vecinal, aunque luego la Constitución se olvidara deliberadamente de nosotros.

-Contrapoder para hacer cosas, como usted dice. ¿Qué prioridades concretas tienen para el año que empieza?

-Activar los Consejos de Distrito y poner en marcha nuestro diagnóstico de ciudad. Vamos a intentar hacer una cuestión combinada con los consejos de distrito, que es reunir a todos los colectivos, entidades, asociaciones de la ciudad para hacer un diagnóstico. Nos hemos cansado en 2017 de decir que no hay modelo de ciudad. El Plan Estratégico se discutió pero se metió en un cajón. A menudo la ciudad está también en estado de parálisis. Hay chispazos como el FICX o el Plan de Movilidad, pero no hay una llama continua, y eso es lo que queremos recuperar. La ciudad tiene que saber adónde va. Tenemos que intentar que todos esos chispazos generen una llama continua. A mí me impactó mucho el diagnóstico en el documental de Alejandro Nafría Lluz d'agostu de que hace 15 años en Gijon todo era la hostia y ahora ya no. Necesitamos renovar el relato. Crear relatos es fundamental. Pero no somos capaces de construir en el que necesitamos ahora mismo. Eso lo dice mucho Ismael Serrano: tenemos miedo de no poder contar ningún relato. No es tan romántico como el de la Transición, es más de andar por la calle, pero es diferente y es urgente. De todo eso hablaba un poco en el artículo que escribí para La Voz de Asturias.

-Hablaba de la importancia del rejuvenecimiento en los cuadros de la FAV para su reactivación. No será tan fácil contar con ese elemento en una ciudad muy envejecida..

-Gijón ha sufrido un genocidio generacional. Un estudio reciente de dos sociólogos encargado por el Ayuntamiento muestra que la ciudad perdió 20.000 jóvenes de 2006 hasta aquí, de los 50.000 jóvenes que había entonces.

-Y en las desoladoras condiciones en las que fijaba el informe del Consejo de la Juventud aparecido esta semana...

-Yo soy un ejemplo. En casa, sin un trabajo, sigo estudiando aunque he trabajado prácticamente de todo. Soy un sisí. Conozco muy pocos ninis. Como decía Rodrigo Cuevas, el otro día en TPA, hablando de que él era uno de los que había sido un joven exiliado pero había podido volver. Dijo: «Tengo claro que nos fuimos y vamos a volver. Y cuando volvamos…»

 


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