La Voz de Asturias

¿Cómo se aborda el debate sobre los buenos tratos en la escuela?

Gijón

Elena G. Bandera

Voluntarias de Acción en Red explican los entresijos de los talleres con los que pretenden inculcar valores positivos frente a la violencia machista entre jóvenes de 15 y 16 años de institutos asturianos

25 Jul 2016. Actualizado a las 12:20 h.

Al menos 26 mujeres han sido asesinadas en España en lo que va de año por sus parejas masculinas. Tres de ellas residían en Asturias. Las cifras no oficiales elevan las muertes de mujeres por violencia machista a casi 60 en lo que va de año. Cada ocho horas se comete una violación en España. Más de un millar de mujeres denuncian haber sido violadas cada año en España. Algunos agresores incluso graban las violaciones. Sólo en los tres primeros meses de 2016, se registraban 645 denuncias por violencia de género en Asturias.

Estos son sólo algunos hechos sobre violencia machista en España. Cada vez que se hace público uno de ellos, se suceden las manifestaciones de repulsa. Hasta la siguiente muerte. Como en un círculo vicioso. Sin embargo, son numerosas las acciones de educación en valores de igualdad que se acometen desde diversos ámbitos. Son fundamentales las que están dirigidas a los más jóvenes. La delegación asturiana de la ONG Acción en Red, dentro de su proyecto de igualdad, organiza diversas actividades para formar en valores positivos impartiendo talleres en institutos de Secundaria. El lema siempre es 'Por los buenos tratos'.

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Irene Tejedor y Sara Rodríguez forman parte de este proyecto de Acción en Red como voluntarias. La primera estudió Sociología y, la segunda, Magisterio y Pedagogía. Ambas han impartido en los últimos años talleres a escolares de entre 15 y 16 años en institutos de Gijón y otras localidades asturianas. «En el área de Igualdad de Acción en Red llevamos a cabo proyectos relacionados con la educación en igualdad, valores positivos en las relaciones de pareja y prevención de la violencia interpersonal centrándonos en parejas jóvenes», matiza Irene Tejedor, que explica que fundamentalmente trabajan desde la idea de no aleccionar no convencer, sino plantear temas para abrir el debate entre los jóvenes.

¿Qué temas salen a relucir en estos talleres sobre buenos tratos?

De mano, qué se entiende por ser hombre y por ser mujer, cuáles son los conceptos de masculinidad y feminidad, el concepto de género, de roles y estereotipos sexuales? «A partir de ahí, proponemos que desarrollen la parte artística del proyecto y eso suele tener buena aceptación a la hora de entrar en el aula, de manera que llevar temas como la igualdad de género no les resulte algo trillado; intentamos que más que una charla sea una conversación», indica Irene Tejedor. La parte artística suelen ser lipdubs, que son vídeos musicales en los que los participantes de los talleres sincronizan los labios (lip en inglés) con una canción (dub, de hecho, es un género de música electrónica).

En los talleres, continúa Irene Tejedor, se exponen básicamente tres temas: la idea de los estereotipos de género/sexo, la igualdad de género como derecho humano y la violencia hacia la mujer, centrada en parejas jóvenes. «En general, la reacción es positiva porque es el alumnado quien debate sobre los temas aunque nos apoyamos en materiales, casos y cifras. Algunas veces, de primeras, sí es cierto que la respuesta parece una 'lección aprendida', dicen lo que se supone que es políticamente correcto, aunque según van debatiendo y entrando en los temas salen ideas interesantes que acaban desmontando, por ejemplo, las ideas normativas acerca de las relaciones y de la propia concepción social de masculinidad y feminidad».

Los jóvenes son conscientes de que también les falta información para reconocer las situaciones actuales de desigualdad entre hombres y mujeres. «En uno de los proyectos había que buscar mujeres que hubiesen destacado en ciencia, deportes, literatura, etcétera. Fueron incapaces de decir nombres más allá de Marie Curie y alguno más. También se sorprenden cuando se les habla de la brecha salarial entre hombres y mujeres», apunta Irene Tejedor, que también percibe que existe una idea equivocada del feminismo. «Siempre sale el concepto del 'hembrismo', inventado y que hace tanto daño a la hora de tratar de combatir el machismo, y apenas reconocen al feminismo como un movimiento social importante que trabaja en conseguir avances en igualdad de género», lamenta.

En lo que respecta a la violencia machista, Sara Rodríguez explica que se centró en parejas jóvenes e hizo hincapié en la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LOMPIVG) al percatarse de que «tenían una idea muy negativa sobre la ley» que vinculaban principalmente a la creencia de que fomenta las denuncias falsas. «No saben identificar bien los distintos tipos de violencia en acciones reales y verdaderamente la violencia de género está tan estereotipada que no son capaces de relacionarla con su entorno o su propia realidad. Las campañas (aunque cumplen una función social importante) se centran en las consecuencias finales de la violencia y no en los micromachismos, los indicios y las alertas de que pueden desembocar en violencia. Tampoco se hace hincapié en la idea de buenos tratos que promovemos desde Acción en Red y que creo que es importante para llegar a saber lo que es sano y deseable en una relación», considera Irene Tejedor.

«Los chavales responden de forma muy positiva si partimos de 'no estás equivocado, aunque igualmente vamos a reflexionar'. Reconocen principalmente las situaciones de violencia física. Los golpes dejan marcas y es muy visible? Muchas campañas han mostrado solo esta parte de la violencia, y es la que saben identificar». Pone un ejemplo: «Al preguntarles ¿qué formas de violencia existen? te dicen física, psicológica y sexual. Cuando preguntamos por acciones concretas no suelen pasar de dar una paliza, pegar, empujar, insultar, no dejarte poner falda, tener celos? Y, sin duda, eso no les ayuda a identificarse como víctimas o agresores, ni tampoco a identificarlo en su entorno. Hay un patrón, una definición muy estereotipada de qué es la violencia, pero muy pocas conductas que sean indicadores que sirvan para detectarla. Un insulto es violencia sí pero ¿qué es un insulto?, ¿gritarte zorra?, ¿idiota? ¿gilipollas?, ¿decirte 'esa falda te hace gorda, no te la pongas'?»

Micromachismo es la denominación de esas sutiles situaciones que manifiestan el poder del dominio masculino en lo cotidiano. Con o sin intención. Lo sufren las mujeres, por ejemplo, a las que sus parejas masculinas 'ayudan' en las tareas domésticas del hogar. Ayudar no es lo mismo que compartir y, en este micromachismo, radica la línea entre el machismo y la igualdad. «Los micromachismos son difíciles de identificar incluso para quienes tenemos claro qué son y vemos unos cuantos. Son parte de nuestra realidad, y los reproducimos muchas veces sin ser conscientes. Para las personas jóvenes es muy difícil verlos», indica Sara Rodríguez, «algunos se detectan sin duda, por ejemplo que una chica que está con muchos chicos sea considerada una puta mientras un chico que está con muchas chicas es un crack, pero más allá de estos identifican poquitos».

Irene Tejedor coincide en que es difícil identificar un micromachismo incluso «para quienes estamos alerta ante ellos en nuestra vida, por lo que para personas jóvenes que reproducen estereotipos (en canciones, moda, personas a las que siguen y que son prototipos de masculinidad y/o feminidad estereotipada) más todavía. A veces reconocen, por ejemplo, el tema de los celos y, en muchos casos, los defienden como parte del amor y es difícil que vean más allá. Aunque creo que también va con su edad defender con vehemencia sus argumentos, en otros casos sí que se ve que su expresión cambia cuando se les muestran otras ideas, cifras o imágenes»

Una tesis doctoral sobre la violencia en las relaciones de pareja de jóvenes en Asturias

La tesis doctoral de Sara Rodríguez, que presentó el pasado julio en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de Oviedo, lleva por título 'Violencia en las relaciones de pareja de los estudiantes de secundaria en Asturias: diagnóstico de situación y propuestas de acciones de mejora en el campo educativo'. La investigación para elaborarla se prolongó durante cuatro años y, entre otras conclusiones, Rodríguez destaca que percibió que se trabaja mucho desde marcos teóricos y poco con «vidas». «Conocer el feminismo, el ciclo de la violencia, las opresiones hacia la mujer y qué es el patriarcado es necesario. Sin embargo, ¿cómo traducen los chicos y chicas eso a sus vidas? Generalmente es un contenido más que memorizar».

Insiste en la idea de la necesidad de trabajar desde un punto de vista realmente práctico. «Conocer algo no significa que lo pongas en práctica. Ideas y acciones no siempre se corresponden. De hecho modificar 'formas de hacer' es complejo. Más aún si pensamos que dentro del sistema educativo se trabaja poco o nada con contenidos que se refieran a habilidades y estrategias que podamos poner en práctica en nuestro día a día. Las acciones están bastante ligadas a las emociones, ámbito que en mi opinión aún no se desarrolla como se debería».

Rodríguez aboga por compatibilizar la exposición de conocimientos teóricos con herramientas, habilidades y estrategias de gestión de las interacciones personales. «Muchas veces acudimos a las aulas con nuestras propias necesidades. 'Existe mucha violencia en parejas jóvenes, les hablaré de qué tipos de violencia y qué no deben hacer o dejarse hacer'. ¿Y si cambiamos el enfoque? Ir desde la prohibición, desde el no, primero provoca rechazo y, en segundo lugar, falta de alternativas. Por ejemplo: 'los celos no son una muestra de amor, o sea, no sientas celos'. Perfecto. ¿Y si los siento qué hago con ellos? Aquí corremos el peligro de que se oculte el sentimiento y por ello nunca llegue a trabajarse. La emoción sigue ahí, y cuando no la haces consciente y manifiesta, resulta imposible de gestionar».

Por ello, es importante trabajar el enfoque positivo y, según Rodríguez, hacerlo pasa por hablar de parejas. Pero parejas sanas. «¿Cuáles son sus bases en las relaciones? ¿Qué permitir y que no? ¿Por qué querer y por qué no? Ganamos más si partimos de que quererse en igualdad nos hace crecer de forma sinérgica, nos hace construirnos de forma individual y colectiva como deseamos. ¿Por qué no hablar de lo que sí en vez de hacer tanto hincapié en lo que no? Buscar síes es buscar fortalezas, nos obliga a pensarnos, a crecer al margen de roles y estereotipos. Es decir, un sí a mí tal como soy. Un sí desde donde decido».

Los jóvenes de ambos sexos declaran ser víctimas y agresores en porcentajes similares

Los chavales de hoy en día suelen tener sus primeras parejas -o lo que ellos consideran parejas- en torno a los 14 años. «Estas primeras parejas pueden sentar unas bases, unas formas de hacer, unas formas de relacionarse. Si se alargan en el tiempo pueden llegar a ser 'tu forma de relacionarte'. Si tenemos la suerte de que son sanas perfecto, ¿y, si no lo son, qué hacemos?”, advierte Rodríguez. Durante la elaboración de su tesis doctoral, utilizó cuestionarios para recoger la doble perspectiva en las situaciones de violencia. Es decir, preguntaba por la perspectiva como víctima y la perspectiva como agresor tanto a chicos como a chicas.

«Es un método que se ha utilizado en Norteamérica investigando violencia en relaciones de pareja entre jóvenes desde hace más de 30 años. En España, se utiliza este tipo de cuestionario en algunas investigaciones, la primera hace aproximadamente 15 años. En todas se constata que tanto chicos como chicas declaran ejercer y ser víctimas, tanto de violencia física como psicológica, en porcentajes similares. En cuanto a violencia sexual, los porcentajes de agresión se dan principalmente entre chicos y de victimización entre chicas», explica Rodríguez, que es rotunda cuando asegura que los patrones de violencia de género no están cambiando en absoluto. Lo que evidencia el resultado de su investigación entre los jóvenes asturianos, como ya ha ocurrido en otras investigaciones que utilizan este tipo de cuestionarios, es que las conductas y los patrones de violencia son múltiples. «Y en la juventud, en esas primeras relaciones de pareja, por su especificidad, encontramos situaciones donde la violencia es bidireccional. Las personas implicadas se reconocen como víctimas y también como agresores», explica Rodríguez, que sostiene que sería útil diferenciar violencia de género, relaciones abusivas y relaciones de no tratarse bien como se realiza en los talleres impartidos por Acción en Red en los institutos asturianos.

Bidireccionalidad de las relaciones abusivas y las de no tratarse bien

«Así la violencia de género tendría un patrón unidireccional, donde una persona es agresora y la otra víctima, y donde el agresor ocupa y siente una posición de poder y superioridad sobre la víctima. Estos casos en su inmensa mayoría (por no decir totalidad) se dan siendo el hombre el agresor y la mujer la víctima. Sin embargo, en las relaciones abusivas y en las relaciones de no tratarse bien no se sigue un patrón unidireccional sino bidireccional. El rol de víctima y de agresor se intercambian entre las personas de la pareja, pudiendo ser víctima o agresor tanto chicas como chicos», explica Rodríguez. Este tipo de relaciones son las que predominan en la adolescencia, añade, puesto que las conductas tienen que ver con situaciones en las que, por ejemplo, se echa en cara a la otra persona cuestiones pasadas sabiendo que recordarlas le harán sentir mal o se dice algo para herir los sentimientos de la otra persona: «Son circunstancias en las que no pretendemos controlar a la otra persona y derivan más bien de conflictos por falta de herramientas para gestionarlos de forma positiva, por ideas estereotipadas sobre el amor y la pareja  o por miedos al establecer vínculos».

Estos tres patrones de violencia (violencia de género, relaciones abusivas y relaciones de no tratarse bien) pueden darse a cualquier edad y, desde Acción en Red, pretenden dar a conocer al menos a los más jóvenes otras formas de relacionarse que no sean tóxicas. «Ampliar la mirada en cuanto a relaciones tóxicas puede sacarnos de etiquetar como víctimas y agresores desde la adolescencia. Etiquetar supone caminar hacia una profecía autocumplida. Hay que alejarse de las etiquetas y fomentar que cada uno sea responsable de conocerse, quererse y vincularse en la forma que resulte más sana para su crecimiento personal», apunta Sara Rodríguez.

El camino hacia la igualdad real sigue siendo largo. Probablemente muy largo aún. «No hace tanto tiempo que se ha comenzado a realizar un trabajo amplio en igualdad en España. Llevamos tres décadas más o menos introduciendo algunas iniciativas, que se han propagado sobre todo durante los últimos 10 o 15 años. Y, en todo caso, los agentes de socialización principales aún siguen manteniendo conductas machistas. Me refiero a familiares, medios de comunicación y a la 'escuela'. Se han desarrollado muchas acciones de concienciación pero aún queda mucho. Estamos en ese proceso de movimiento, de generar nuevos espacios, nuevas relaciones, nuevas ideas. Y ese tiempo conlleva algo inherente: conviven las ideas machistas con las ideas igualitarias», apunta Sara Rodríguez, dejando claro que el machismo no es algo que pueda eliminarse de un día para otro: «Hablamos de machismo, y ese machismo no es más que una señal manifiesta de la sociedad patriarcal. Lo que estamos modificando es estructural. Y las estructuras son complejas. Los cambios sociales no son lineales, sino que hay pasos adelante y también atrás puesto que las resistencias van a estar. Cambio y resistencia van unidos».


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