Así es la vida de un ingeniero avilesino en Angola
Emigración
La vida de Luis Ochoa en Angola
Luis Ochoa cogió, con 26 años, un vuelo de Madrid a Luanda, donde tuvo que acostumbrarse a una compleja vida
26 Mar 2019. Actualizado a las 13:17 h.
Luis Ochoa es un trotamundos. Con cinco años, su familia se mudó a Indonesia y, desde entonces, las maletas han sido un compañero recurrente en su vida. Filipinas, Singapur, China, Malasia y, ahora, Angola han sido los lugares en los que este avilesino ha vivido hasta la fecha. Una experiencia vital que le ha ayudado a enriquecerse y a poder afrontar los desafíos de vivir en Luanda, «una ciudad de contrastes», como la define este asturiano, que trabaja como gerente de VIG World Angola, una compañía dedicada al desarrollo de oportunidades de negocio en este país africano. Su día a día es un desafío a su capacidad de gestionar los recursos en una de las ciudades más caras del mundo para los extranjeros.
Este avilesino ya sabía lo que era trabajar en realizar infraestructuras en Guinea Ecuatorial antes incluso de finalizar la carrera de Industriales en Madrid. «Siempre quise hacer proyectos de este estilo en África», afirma Ochoa. Una vez acabados sus estudios, el asturiano cogió el avión rumbo a Angola, donde una pequeña empresa española le daba una oportunidad laboral en Luanda. Su corta edad y los desafíos que presentaban el vivir en un «país complicado», donde sacar adelante proyectos es una tarea ardua, contribuyó a que el avilesino apostase por aceptar este trabajo.
Antes siquiera de pisar Luanda, el avilesino ya estaba advertido de los riesgos de la vida en su nueva ciudad. «Un año antes de mi incorporación a la empresa, asesinaron en la calle a uno de los socios de la compañía en Luanda, por lo que me tomé la llegada con bastante cautela», señala. El primer mes en la que era considerada entonces como una de las capitales más peligrosas de África fue un continuo proceso de aprendizaje de todo lo que podía y no hacer: saber los límites de sus acciones. Conocer la forma de moverse con seguridad por las calles de Luanda fue uno de sus principales objetivos. «Ahora ya me siento como un local: ando por la calle, no tengo miedo y no me limito en casi nada», afirma.
Además de lidiar con los peligros de moverse por la calle de la capital africana, el avilesino también tuvo que aprender a manejar el primer contacto personal con los angoleños. El asturiano, acostumbrado al carácter más amable y dócil de los habitantes del sureste asiático, debía asimilar el carácter angoleño, «más agresivo y brusco, que puede llegar a intimidar». Una vez conocida y aprendida esta faceta del carácter de los habitantes de este país africano, Ochoa no tiene sino palabras buenas para ellos. «Hoy en día solo puedo hablar maravillas de esta gente, de lo buena que es y lo mucho que sufre», apunta.
Para el avilesino, el aspecto que más le ha marcado de su estancia en Luanda es el gran contraste que existe en Angola. Se trata de un país que salió recientemente de una guerra civil que duró cerca de 30 años y que, al mismo tiempo, es uno de los países mas ricos de todo África; el segundo mayor productor de petróleo de todo África subsahariana, y uno de los mayores productores de diamantes del mundo, además de disponer de una gran riqueza mineral. Todo ello lleva, afirma Ochoa, a que una pequeña parte de la población tenga una riqueza inmensurable. «Esto se ve perfectamente los domingos, cuando uno va a restaurantes de lujo, que no bajan de 150 euros por comensal, y ve las familias de generales y políticos comer en mesas de 20 personas, con caviar y Moët & Chandon, mientras niños malnutridos miran desde el exterior del restaurante», relata. Por otra parte, cabe destacar que, durante los años de bonanza de Luanda, entre los años 2005 y 2015 se convirtió en la ciudad más cara del mundo para los extranjeros. Los alquileres de apartamentos para una persona en esta capital africana alcanzaban cifras mareantes: 10.000 euros al mes en la ciudad, mientras que una casa en los suburbios podría costar unos 25.000 euros al mes. Una realidad que, como dice el asturiano, hace que esta capital africana sea dos ciudades en una: una para los ricos y extranjeros, y otra para el 98% de los locales.
Un lugar donde uno no puede obviar ni el detalle más mínimo, el sentido de alerta debe ser constante. Desde comprobar continuamente el abastecimiento de agua y electricidad hasta el mantenimiento del coche. Cuestiones que parecen menores en países como España pero que la realidad del país africano obliga a tener muy en cuenta. La alimentación tampoco es un tema baladí en Luanda. «Los restaurantes aquí son carísimos, por lo tanto uno intenta cocinar todo lo posible, pero eso tampoco es fácil. Ir a un supermercado a hacer la compra es imposible, uno tiene que ir mínimo a tres para poder adquirir los productos necesarios, ya que ninguno tiene todo lo necesario, uno tendrá huevos, pero no leche, otro leche pero no yogur...», explica.
La dificultad del día a día en la capital africana hace que el avilesino valore mucho más la calidad de vida que existe en España, por la facilidad de poder disfrutar de placeres que en Luanda no son posibles. El avilesino agradece la oportunidad que le brindó esta nueva vida en Angola, donde descubrir otras realidades le ha hecho apreciar hechos cotidianos que pueden parecer nimios, pero que la experiencia de este avilesino le ha enseñado a ver con otro prisma. «Cuando vuelvo a España, el simple hecho de poder andar por la calle, ir a una cafetería a tomarme el desayuno y leer el periódico, ir al parque, ir a un museo... me dejan con una sonrisa gigante de oreja a oreja. Uno valora lo fácil que tenemos todo ahí solo cuando no tiene esas facilidades en el día a día», reflexiona.
El trabajo de la tecnológica asturiana SATEC en el país africano ha ayudado a que ingenieros del Principado aumenten la presencia de oriundos de Asturias en Luanda. Además, el propio Ochoa promueve el conocimiento de la cultura asturiana en la capital africana. «Yo por mi parte he intentado presentar a los angoleños a las maravillas de la comida asturiana, como es la fabada o el cachopo. He de decir que esos platos han triunfado», afirma. A pesar de todas las vivencias que ha experimentado el asturiano en el país africano, considera que no se quedará mucho tiempo más allí, aunque descarta su vuelta a España. «Me gustaría que mi próximo destino fuese Asia Central o Sudamérica», apunta.