Juan Dávila, el cómico que revoluciona el humor pecando: «Voy más allá de hacer reír o intentar forrarme»
Cultura
El camino de este «Velázquez del humor» no fueron todo risas y aplausos. Comenzó saliendo a la Gran Vía para buscar gente que entrase a su espectáculo y ahora es imposible comprar una entrada hasta 2025. ¿Por qué a la gente le gusta exponer sus pecados en un teatro para que trivialicen con ellos?
22 May 2024. Actualizado a las 10:00 h.
Durante su recorrido por los teatros no todo fueron triunfos. Juan Dávila comenzó en el Teatro Arlequín de Madrid y no conseguía más de 40 espectadores. Explica que cuando pasaron su actuación a las 00.00 horas su estrategia fue vestirse de monje «como si fuera la inquisición» y salir a la Gran Vía para invitar a la gente a pecar. Gracias a la viralidad de las redes sociales y su nueva forma de hacer humor «abriendo la puerta a lo irracional», bate récords como completar el aforo del Palacio Vistalegre cuatro veces.
«Voy más allá de hacer reír o intentar forrarme, a la gente le llegan cosas aunque no sea consciente», resume el humorista. ¿Es su show solo un espectáculo de humor? ¿Le gusta a la gente exponerse a que hagan bromas con ellos? ¿Por qué todo el mundo quiere ir y paga reventas que multiplican por 33 su precio original? ¿Qué pasa a puerta cerrada en el Palacio del Pecado? ¿Por qué el Velázquez del humor revolucionó el mundo de la comedia en un año y medio?
—Más allá del espectáculo y la actuación, ¿qué es lo que persigue el Palacio del Pecado?
—Por lo que me escriben en los mensajes, la gente sale del teatro más esperanzada, restándole importancia a sus problemas y con más energía. Al final, yo muevo mucha energía ahí dentro y se me da bastante bien. También tiene una parte muy importante que es visibilizar muchas enfermedades o problemas y trivializar con ellos. Es cierto que me escriben mucho de asociaciones dándome las gracias por visibilizar, que es una parte social de lo que hago y la otra es que, al final, también hay mucha gente que está enferma y los vídeos del show le ayudan a superar momentos en hospitales, depresión, ansiedad. Por otro lado, también en una ocasión hubo una crítica porque decían que no se podía bromear con enanos, por los límites del humor.
—¿Por qué la gente le permite y busca que juegue con los límites?
—Cuando yo bromeo es desde la inclusión, no es una broma riéndome de la otra persona y excluyendo, está dentro del colectivo y se ríe él y nos reímos todos. Nadie lo ridiculiza, aquí en Gijón salió un gitano y el juego es con ellos, también bromean. Ahí está la diferencia, que parece sutil pero es muy grande.
—Las bromas se improvisan y no están guionizadas. Además, cuando sale al teatro no sabe quién o cómo es el público. ¿Es habilidad o preparación?
—No hay chistes preparados, no. Yo empecé en Paramount Comedy, en Comedy Central, y era con texto, pero hubo un punto en el que me di cuenta de que eso era repetirse con lo mismo e intenté buscar una forma en la que yo también me lo pasase bien en el espectáculo y no se fuese muriendo. Es cierto que todos los chistes se crean en el momento, que es lo complicado y lo que está haciendo que la gente vuelva, repita y que no haya entradas en ningún sitio hasta 2025.
—Desde que empezó con este humor de ‘meterse con la gente' aparecieron más cómicos con este tipo de comedia. ¿Lo considera copia o inspiración?
—Yo lo ‘peté' porque hago esto hace 11 años, funciona porque llevo todo ese tiempo improvisando. La gente cree que cuando algo funciona porque hace ‘boom' es porque hablo con la gente, pero es como copiar una menina. No, yo llevo años escribiendo detrás, eso es copiar el resultado. Luego eso se nota porque no funciona.
También pasa que suben los vídeos de intro para no quemar el texto, pero luego vas y es todo guion y eso es como contenido engañoso para el público, porque les enseñas solo esa parte del show. Al final creo que es como cuando lo ‘petó' Goyo con los monólogos de los americanos y de repente todo el mundo empieza con eso. No se trata de que la gente quiera oír hablar de americanos, es que es la esencia de Goyo. Mi esencia es esta por mucho que piensen que el público lo que quiere es que lo saquen, no se trata de eso, es ofrecer algo nuevo y personal, y entonces te lo va a comprar. Se basa en encontrar lo tuyo, dicen que se tarda como 15 años en encontrar tu esencia y la gente tiene mucha prisa. Los que empezaron a replicar lo que yo hago son cómicos que llevan poco, no vas a ver a los que llevan más tiempo haciéndolo porque ya encontraron su esencia.
—No se puede grabar dentro y cada show es único, entonces es difícil hacerse cualquier idea más allá de los vídeos que publica en su cuenta, sin embargo, en la opinión pública supera todas las expectativas siempre.
—Por esas cosas que no se ven ni salen en los vídeos, también porque en redes hay mucha censura y me quitan los vídeos. Pero hay algo en la gente que lo ve en directo y se va pensando ‘ha superado todas mis expectativas'. De hecho, de uno de los pases de Gijón subí ya un vídeo, me regalaron una botella de sidra, bebí a morro y la sidra se escancia, y justo había una chica que venía en silla de ruedas y me había dado su pierna. Pues pasó eso que es algo que no va a volver a ocurrir en la vida, se juntó una pierna ortopédica con la sidra que se bebe. Luego esas cosas van desarrollándose mucho más, en las redes se publica una pildorita.
—Juan Dávila y la Capital del Pecado, ¿tienen 'haters'?
—Sí, claro, tiene muchos. Hay gente que me escribe preguntándome cómo puedo hacer humor con esto, que es una falta de respeto.
—Esas personas que le escriben ofendidas, no pueden haber visto su show porque es imposible sin haber ido. En su espectáculo no se respira incomodidad, todo lo contrario. ¿Dónde están entonces los límites de los que se habla?
—El humor tiene límites, claro, pero aparece en cuanto a la persona con la que estoy haciendo el humor no le hace gracia y ahí está muy claro. A mí no me pasó porque yo mido muy bien y veo hasta donde puedo llegar. A lo mejor si alguno le suelto una broma muy fuerte de golpe se sorprendería, pero voy poco a poco.
—El argumento de su espectáculo son los siete pecados capitales —lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia—. ¿Cómo surge esta idea?
—Tiene que ver con que cuando somos niños no hay pecados, por eso hablo de siete enanitos, y a medida que crecemos los impulsos que tenemos se convierten en pecados. El espectáculo trata de liberarlos y recuperar a los enanitos, que son los niños interiores, y convertir los pecados en un juego. Yo creo que eso se ve muy bien, todo lo que parece que no se puede hablar, dentro del show nada está mal y se juega con ello como niños.
—¿Cuál es el pecado que más cometió Juan Dávila?
—Ha habido diferentes etapas, las ha habido de pereza u otras de lujuria. La gula ha sido el último, me hice análisis y me dieron 250 de colesterol de comerme lo que me regalan, que eso no lo sabe la gente. En Gijón me regalaron pasteles, quesos, jamones y de todo, entonces eso cada fin de semana va sumando y voy a hacer ahora un año y medio de gira, tengo que frenar.
—Con el ritmo de vida que conlleva un año y medio de gira por toda España, ¿cómo se gestiona esa vida tan dinámica?
—Va a llegar un momento en el que pare, de hecho en abril de 2025 voy a parar unos cuantos meses. Mentalmente hago mucho trabajo de meditación, mucho cuidado personal para poder estar bien fresco. Para el espectáculo es lo que necesito, intentar quitar la presión porque hay gente que lleva seis o siete meses con la entrada comprada y yo salgo a pecho descubierto.
—¿Tiene referentes en el mundo del humor o inspiraciones para su show?
—Sí, en general siempre fue Chéjov, un autor ruso que era médico y dramaturgo, y que siempre quiso hacer una aportación a la humanidad para que dentro de X años se acordasen de lo que él había hecho. Para este espectáculo fue el personaje de The Greatest Showman, que me gusta mucho. Por otra parte Valle-Inclán con su esperpento, porque da voz a personajes como la prostituta o el ciego, gente que la sociedad no quiere ver.
—En su actuación se comparten muchas historias, graciosas y tristes, ¿hay alguna que le haya removido y tenga presente más que a las demás?
—Hubo una vez que me escribió un hombre porque a su mujer le habían diagnosticado una metástasis terminal y desde entonces llevaba como cinco meses sin reírse. Me contó que un día la vio en el baño riéndose, cuando se acercó vio que estaba viendo un vídeo mio. El marido se hizo una cuenta de Instagram para escribirme y me dijo que no quería que ella se muriese sin ver el espectáculo. Vinieron los dos a Valencia, vieron el show aunque ella estaba muy débil ya y luego me volvió a escribir porque su esposa ya había fallecido para decirme que había disfrutado mucho.
—En todos los carteles hasta ahora ponía «La capital del pecado», pero en el Teatro de la Laboral ponía «El palacio del pecado». ¿A qué se debe?
—Sí, lo estamos cambiando a «El Palacio del pecado» porque el show fue evolucionando. El término palacio representa un sitio en el que cuesta más entrar, como pasa con mis actuaciones, y por eso me gusta más palacio. Al final es un lugar en el que hay todo tipo de público, no existen ideologías y de hecho yo lo digo: ‘el pecado une porque vamos a sacar las miserias', un poco lo que comentaba antes de librarse de los pecados y recuperar a los siete enanitos, niños libres de pecado.
—Desde comenzar teniendo que salir a la calle disfrazado para intentar que alguien entrase hasta completar un año entero de entradas agotadas, ¿cómo resume esa evolución?
—Yo creo que fue totalmente orgánica, en ningún momento intenté forzar que pasasen cosas para gustar o el clickbait, fue todo natural. Luego también fue una elección democrática del público, son ellos los que me pusieron ahí, ¿por qué? porque les gustaban los vídeos y los comparten. Muchas veces el artista se centra en lo que quieren mostrar, en lo suyo, y también hay que escuchar a la gente, qué es lo que quieren.
—En sus actuaciones no se puede grabar, así lo indican al principio y hay personas que lo van controlando. ¿A qué se debe esta prohibición?
—El directo no se puede grabar aunque luego al final hay gente que lo hace. La sorpresa que yo hago al final y que no subo a redes, solo se puede ver en directo, y es por mantener un poco esas cosas. No hay interés económico detrás de ello, hay gente que lo graba y lo comparte igualmente. En Gijón fueron muy respetuosos, pero la semana anterior estuvimos en Torremolinos y había muchísimos móviles grabando.