Bucear entre cañones hundidos hace más de 300 años: el parque arqueológico subacuático que está emergiendo en Arnao
Cultura
«El sitio es espectacular», asegura el arquéologo Antón López sobre el yacimiento de Castropol, en el que también se han encontrado los restos del naufragio de un buque y del que ya se han salvado del expolio varias piezas de interés como una roldana idéntica a la del buque de guerra británico «Mary Rose». «El sitio es espectacular y sería un acicate para el turismo de buceo y para acercar la cultura del mar», asegura
13 May 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Trece grandes cañones y los restos de un buque, entre otros materiales de al menos hace 300 años, son las joyas del yacimiento arqueológico de Arnao, en Castropol. «El sitio es espectacular», asegura el arquéologo Antón López, responsable de la zona noroeste del departamento de Patrimonio Histórico Cultural Subacuático de la Federación Española de Actividades Subacuáticas (FEDAS). «Primero por la disposición del propio yacimiento, que está en una ensenada con muy poca profundidad y, al ser un suelo pedregoso, el material arqueológico está prácticamente a la vista casi todo el año», explica López, que también destaca que es un lugar seguro y con mucha y diversa fauna marina.
Ingredientes más que suficientes para que FEDAS, la Federación de Actividades Subacuáticas del Principado de Asturias (FASPA) y el Club de vela latina de Castropol, que lideran los trabajos de investigación del yacimiento que ya están en la fase de estudio, hayan propuesto que se convierta en un parque arqueológico subacuático. «Para bucear es realmente espectacular», insiste López, que recuerda que no existe un parque de estas características en todo el norte de España y que considera que sería «un acicate para el turismo de buceo y para acercar esa cultura del mar a la gente que se interesa por ella y sensibilizarla en cuanto a la protección del patrimonio».
Los 13 cañones, cada uno con un peso aproximado de tres toneladas, están repartidos en una superficie que, en posición longitudinal, ocupa unos 200 metros. Son tres grupos de varios cañones y otros tres reposan en solitario en el fondo del mar. Los cañones más cercanos están situados a unos 10 metros de la costa y, los más lejanos, a 40. Y, en cuanto a la profundidad a la que están situados, oscila entre los 3 y los 12 metros.
El hecho de que además se haya encontrado un pecio —que son los restos de un naufragio que incluyen parte de la estructura de un buque— dota de mayor interés arqueológico al yacimiento y aportará más pistas sobre lo que pudo pasar e información valiosa sobre la tecnología de construcción de un buque antiguo. «Ningún piloto o capitán se mete ahí por gusto, sino porque perdió el control del barco o porque lo estaban hostigando llevándolo hacia ese punto», apunta el arqueólogo, que recuerda que se sabía que en la ensenada de Arnao había restos de cañones mucho antes de que comenzasen las prospecciones y las intervenciones arqueológicas.
La cronología del yacimiento
En 2007, según la cronología del yacimiento, fueron encontrados por unos buceadores deportivos. «No estaba claro cuántos. Según a qué buceadores escucharas, unos te decían nueve, otros que 12, que si 17, 20... No se sabía». Tras el hallazgo, el Gobierno asturiano realizó prospecciones en la zona y dio de alta el yacimiento, cuyo nombre oficial es Castropol I, ya que, al no conocerse el nombre del pecio, se le pone el del ayuntamiento donde aparece, y el orden, en números romanos.
Hasta 2019 no se realiza una intervención en el yacimiento para supervisar su estado. Estuvo coordinada por la comandancia Naval de Gijón y el Gobierno asturiano y contó con la participación de la Unidad de Buceo de Ferrol (UBUFER) y la colaboración de un equipo de arqueólogos de las federaciones de actividades subacuáticas española y asturiana.
En 2022, tras la pandemia de coronavirus, ambas federaciones y el Club de Vela de Castropol presentaron un proyecto para poder documentar y realizar un estudio en profundidad del yacimiento, cuya primera fase se limita a la toma de datos. El proyecto es autorizado en 2023. Al limitar el yacimiento, se pudo confirmar el número de 13 cañones y se diferenciaron al menos dos tipos diferentes.
Además se encontraron otros materiales que ya se sabía que estaban bajo el mar como una bola de cañón «que conocía todo el mundo» que había buceado en la zona, pero también otros elementos relacionados con la estructura de un barco como el rollo de plomo de un pecio. «Eso nos indicó que no era un abandono de material porque muchas veces cuando un barco se va contra la costa, lo que hace es aligerar peso y lo más pesado son los cañones», explica López, que señala que efectivamente «salta la sorpresa y se encuentran los restos estructurales de un buque de madera». El pecio estaba en cierto modo camuflado: «Siempre se había pensando que estaba pero nunca se había encontrado».
Además se encontraron otros materiales que ya se sabía que estaban bajo el mar como una bola de cañón «que conocía todo el mundo» que había buceado en la zona, pero también otros elementos relacionados con la estructura de un barco como el rollo de plomo de un pecio. «Eso nos indicó que no era un abandono de material porque muchas veces cuando un barco se va contra la costa, lo que hace es aligerar peso y lo más pesado son los cañones», explica López, que señala que efectivamente «salta la sorpresa y se encuentran los restos estructurales de un buque de madera». El pecio estaba en cierto modo camuflado: «Siempre se había pensando que estaba pero nunca se había encontrado».
¿Qué se ha recuperado?
Este año, en la última intervención realizada, el equipo del proyecto, con el apoyo de la UBUFER de la Armada —coordinados con la Comandancia Naval de Gijón y el Servicio de Patrimonio Cultural del Gobierno asturiano—, recuperó material arqueológico que ya se está restaurando en el Museo Arqueológico de Asturias. Esta intervención, de hecho, tenía como objetivo recuperar tres piezas que corrían peligro de expolio tanto por su valor como por su fácil manejo. López confirma que en el yacimiento hubo expolio previo.
«Hay profesionales y también gente que se lo encuentra buceando, les llama la atención y se lo quieren llevar para casa. Es decir, hay un expolio profesionalizado y otro que es ocasional, pero una vez que sacas material arqueológico del mar, primero lo pones en peligro porque, cuando llevan en el mar 300 o 400 años, están afectados por la salinidad del agua y, claro, una vez que está fuera del agua, a nosotros no nos sirve. Si no lo encontramos en su sitio, no lo podemos estudiar. Cuando nosotros vamos a ver un yacimiento, es como el escenario de un crimen, cualquier alteración nos va a dar pistas falsas», advierte el arqueólogo.
Las tres piezas que ya están a salvo en el Museo Arqueológico eran «muy llamativas y fáciles de llevarse». Una de ellas es una roldana de bronce que además es idéntica a la que se recuperó en el Mary Rose (1511-1545), el buque de guerra insignia del rey Enrique VIII de Inglaterra, que tiene su propio museo en Portsmouth y que es el único navío del siglo XVI que ha sido rescatado del mar. Una roldana es una polea que tiene tiene una rueda acanalada que sirve para aguantar una cuerda y se usaba para levantar o mover cargas pesadas de manera más fácil.
También se recuperaron el bolaño —la bola de cañón— de piedra y un rollo de lámina de plomo que se usaba en la reparación del buque. Además, se encontraron dos láminas de plomo muy deformadas que, según explica López, «a priori, debido a unas perforaciones en paralelo y coherentes entre sí, se relacionan con el forro exterior del buque». El forro exterior, en un barco de época, es el revestimiento que protegía el casco de la embarcación del agua del mar y todas sus inclemencias. Estaba formado por tracas de tablones, más o menos gruesos, que se forraban con planchas de cobre o plomo sujetada con clavos y papel de estraza o fieltro vegetal entre medias.
La conservación de piezas extraídas del mar
Beatriz García Alonso es conservadora-resturadora del Museo Arqueológico de Asturias, al que llegan por primera vez piezas extraídas directamente del mar. «El principal problema es la salinidad: si las piezas se expusieran directamente al aire, tras tanto tiempo en el mar, quedarían dañadas», deja claro, explicando que la roldana y el rollo, al ser de metal, tienen una complicación añadida que, de no tratarse adecuadamente, podría dejar las piezas en nada. En polvo que se desintegra entre las manos. Por ello, primero se extrajeron todas piezas en el agua de mar y, mediante un proceso que requiere de paciencia y de mediciones diarias, se va sustituyendo poco a poco por agua desalinizada.
Cuando por fin se alcanza un nivel aceptable de desalinización, se iniciaría un tratamiento químico para eliminar los cloruros para con posterioridad poder secar las piezas en un horno especial y proceder a su consolidación y proteccion. «Donde más hay que agudizar el peligro y el mimo es en la desalinizaación, que tiene que ser muy lenta y muy progresiva. Hay que medirla muy bien para que las piezas, sobre todo si son de metal, no queden afectadas», explica, indicando que el proceso también tiene una parte de limpieza mecánica previa con instrumentos de protésico dental para realizarla con sumo cuidado.
De forma paralela, los arquéologos de FEDAS seguirán adelante con la fase de estudio, que es la que más tiempo va a llevar. «Por cada hora de trabajo en el mar podemos echar en tierra 20 o 30», señala Antón López, que explica que en esa labor de investigación se buceará en los reglamentos y en toda la documentación disponible para intentar ajustar el yacimiento y sus materiales lo máximo posible cronológicamente. López, además, confía en que la propuesta de convertir el yacimiento en un parque subacuático ayude a que en el norte de España crezca el interés por estudiar y preservar la cultura del mar.
«Somos gente de mar, hemos vivido del mar pero, sin embargo, a la hora de estudiar su cultura seguimos de espaldas», lamenta, recordando que a través de los puertos y de los caminos del mar fueron llegando las ideas y desarrollándose las poblaciones. El año que viene, una vez que se avance en la historia que han guardado durante siglos los cañones y el barco hundido en Arnao, el objetivo pasa por establecer una estrategia de trabajo y plantear otra intervención para seguir trabajando en la zona.