La Voz de Asturias

Varón, clase de anatomía flamenca

Cultura

Yolanda Vázquez

La compañía de flamenco de Jesús Carmona cierra el Festival de danza de Oviedo con El Salto, en la rampa de lanzamiento de los Max y tras recibir Jesús Carmona, este mismo miércoles, el Benois de la Danse

11 Jun 2021. Actualizado a las 10:30 h.

Jesús Carmona (Barcelona, 1985) y Cía llegaron a Oviedo para hablar en flamenco contemporáneo de masculinidad. Es un clásico en la historia del flamenco, el baile individual; de hecho, es de ahí de donde nace: de un zapateador o de una zapateadora, del palmeo, de un cajón de madera y de la calle; lo del acompañamiento con la guitarra, era solo cuando la había. Y del sol, claro está. Hablar de masculinidad sin tópicos (también pasa cuando se hace de feminidad) es difícil. Hablar de masculinidad intentando aportar narración bailada, lo es aún más; y hablar de masculinidad e innovación (luego verdadera autoría) no digamos.

Así de mano, y por empezar por algún lado: la masculinidad en flamenco tiene mucho de viril; de viril y de sensual; dos cosas que mucho pueden llegar a alternarse, aunque ello dependa, en gran parte, del palo que se esté bailando y de si estamos más en una onda de escuela bolera, o más en el ámbito de la generalidad de la danza española, que recoge más danzas (como la jota, por ejemplo; no en vano la escuela bolera es una variante de la danza española). La compañía de Jesús Carmona, que cerró el festival de danza de Oviedo el pasado 2 de mayo, nos enseñó un poco de todo, con un largo mosaico de cuadros bien ensamblados, coreográficamente hablando; otra cosa es hablar de la hilazón en la dramaturgia.

Pero, en este caso, lo que se hace difícil no es tanto separar lo coreográfico de lo narrativo como explicar por qué, siendo tan buena la danza, le sigue faltando la guinda literaria, un discurso que de verdad interrogue sobre la masculinidad sin tópicos. Porque tópicos, haberlos hailos. La pieza, de una hora y cuarenta minutos de duración, es un pase coreográfico realmente bueno; hay momentos de flamenco contemporáneo de verdadera altura. Por ejemplo, sin ir más lejos, y ya mediada la pieza, hay un cuadro en el que todos los bailaores abordan su tarea ataviados con una camisa o chaqueta anudada a la cintura a modo de falda (ese sí que es un buen recurso, escénico y narrativo, para lo que nos ocupa). O el momento que se afanó el gentío por bulerías, para dar paso, después, a la escuela bolera, que estuvo bien ejecutada de limpieza y sentido.

Otros dos buenos momentos, en los que sí se aprecia cierta reflexión, aunque no esté del todo bien hilada: el cuadro de las gabardinas y las sillas detrás de un telón de cadenas y el decir de una mesa blanca sobre la que se proyecta un feto en la placenta para introducir baile a pie descalzo, quizá de lo más abstracto de la representación. Como también la secuencia, más híbrida, y que proyecta bien la heterogeneidad de las masculinidades, vehiculada con un discurrir de estados emocionales representados a través de un bailarín de ballet, otro de danza bolera, un tercero de contemporáneo y un bailaor, y que pone el acento en que eso masculino de los hombres no es ni igual ni estereotipado.

Pero si algo tiene valor por sí mismo, y desde el ser mismo del flamenco, es la forma de percutir el suelo con los pies, el eje estatuario (cadera inmóvil) que envuelve la iconografía corporal de Jesús Carmona, un hombre que tiene mucho de viril y mucho de sensual, siendo su cuerpo un dechado de ejecutoria de gran calibre. Domina más que bien el zapateado (uno de sus fuertes), presenta gran sensibilidad en los brazos y gira de maravilla (calidad de sus vueltas quebradas, que hace coincidir, de salida o de entrada, con un fraseo coreográfico concreto). Vamos, un excelente bailarín al que este mismo miércoles le fue otorgado el premio Benois, el óscar de la danza.

Sin embargo, y volviendo a lo literario y narrativo, la dramaturgia se revela por debajo de la calidad de la danza, porque cae un tanto en el tópico del hombre motorista, del posado de revista de hombre de los 90, del rollo estético de hombre duro con gafas de sol; cosas que en realidad no aportan tanto (ni la mitad) que el hecho de explicar la sensibilidad masculina a través de la feminidad, como ya se ha comentado que ocurre en otros momentos. Y es ahí cuando chirría la pieza y el buen aficionado, extrañado, puede exclamar: ¡pero no me estropee usted la danza!

Hablar de lo masculino hoy no pasa solo por desetiquetarlo y despojarlo de cadenas, como se hace en la coreografía; pasa, más bien, por mostrar qué fortalezas y debilidades deben cambiar para que eso de construir sociedad no solo sea cuestión de quitar, sino de poner; y más bien de poner junto con, saltar junto a. Saltar ha de convertirse en transformar.

Nivelazo de percusión y cante

Percusión de la mano de Manu Maseado, también uno de los responsables de la música original de toda la pieza, un metraje estupendo de sonido bien empastado para la finalidad de una pieza llena de asertos a medida y son. El decir bailado en flamenco es, ante todo, un intercambio dialogado entre bailarín, percusionista y guitarra (resumiendo mucho y por ir a lo básico, base también de lo más contemporáneo). Saber establecer el enganche sensible y automático entre quien toca, canta y baila se circunscribe a un estado emocional en un mismo registro, que pasa en un instante y al que los artistas se unen (suben) a la vez. Y de ahí deviene todo lo demás: el duende, por ejemplo.

Mención especial también merece el cante en la voz de José Valencia (Joselito de Lebrija), uno de los grandes de ahora, y la guitarra de Juan Requena; ellos dos, con Carmona en el centro bailando, forman triunvirato. Siempre lo han hecho.  Quizá este año Carmona lo que haga sea doblete: con el Benois de la Danza es presumible que también venga el Max. ¿No?  

 

Fichar artística y técnica

El Salto

Compañía Jesús Carmona

Dirección artística y coreografía: Jesús Carmona

Dirección de escena y dramaturgia: Ferrán Carbajal y Jesús Carmona

Música original y arreglos: Juan Requena, Manu Masaedo y Sabio Janiak

Espacio sonoro: Sabio Janiak

Diseño de iluminación: David Pérez

Diseño de vestuario: Rosa García Andújar

Diseño de escenografía: Carmen Martínez y David Pérez

Asesoría de género: Nerea Galán

Elenco de bailaores: Jesús Carmona, Angel Reyes, Joan Fenollar, Daniel Arencivia, José Alarcón, Borja Cortés y Rubén Puertas

Músicos:

              Guitarra: Juan Requena

              Percusión: Manu Masaedo

              Cante: José Valencia

 

Teatro Campoamor, 2 de mayo. Oviedo, 2021

 


Comentar