La Voz de Asturias

El futuro de las artes plásticas de Asturias, el tiempo de las autoras

Cultura

L. Ordóñez

Autores asturianos para un nuevo siglo

La nueva hornada de creadores despunta por el número de artistas femeninas y la ruptura de todos los códigos

11 Mar 2021. Actualizado a las 05:00 h.

Es posible caminar por las salas del Museo de Bellas Artes en Oviedo entre obras clásicas de muchos periodos, algunos verdaderos tesoros, hasta toparte con un cuadro de Dario de Regoyos que abre el paso a una visión contemporánea de la pintura en Asturias, la primera de muchas. ¿Y después, qué augura el futuro inmediato de las artes plásticas? Una mirada ante todo femenina porque son ellas las que empiezan a pintar en esta disciplina. Autores muy jóvenes, ajenos a todas las etiquetas, los nacidos en la década de los 90 del siglo pasado empieza a configurar una nueva generación de artistas asturianos.

El crítico Luis Feás destaca que «en su mayoría son mujeres, lo que responde a una realidad que acabará imponiéndose sin remedio, pues ellas son más, estudian mejor y trabajan tan bien como los más aptos». La nueva hornada de artistas comparten además, a su juicio, un notable nivel relacionado con su «formación universitaria y ligados a los modos más modernos, entre actuales y eternos, de la práctica artística contemporánea. Están bien formados, con estudios fuera, atentos a lo que pasa en su entorno y comprometidos con su tarea, dispuestos a arriesgar lo que sea».

Feás usa como guía de los nuevos valores a los ganadores del Premio Asturias Joven de Artes Plástica. Y entre ellos destaca estos nombres: María Castellanos (Gijón, 1985), Premio Asturias Joven 2008, que ha trabajado en su carrera junto con Alberto Valverde «investigando sobre la sensibilidad de las plantas en proyectos de mucho éxito que se expusieron por ejemplo en la Fábrica de la Vega con los Premios Princesa y actualmente en Laboral Centro de Arte». 

Mario M. Martínez Peláez (Gijón, 1988), Premio Asturias Joven 2013 «por su gran talento como grabador, que generalmente combina con la animación digital. En 2018 ganó el LabJoven-Los Bragales». Helena Toraño (Llanes, 1984), Premio Asturias Joven 2015, «que es una pintora que transmite una alegría muy pop».

María Peña Coto (Oviedo, 1989), Premio Asturias Joven 2016, «pintora pero también multidisciplinar, viajera y preocupada por la cooperación internacional, que actualmente reside en París».

Miguel Braceli (Venezuela, 1983), Premio Asturias Joven 2017, «formado como arquitecto, autor de intervenciones efímeras de gran formato sobre el espacio público en Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, España, Chile y Venezuela. Es descendiente de asturianos y hace poco disfrutó de una beca Fulbright».

Tania Blanco (Muros de Nalón, 1987), ganadora del Premio Asturias Joven de 2018 «por sus investigaciones relacionadas con la geometría de lo cotidiano, dedicada profesionalmente al grabado pero combinadas con instalaciones de objetos encontrados en su entorno más inmediato, como las playas de Asturias o Cádiz».

Elisa Cuesta (Soto del Barco, 1992), «que en 2019 obtuvo tanto el premio LabJoven-Los Bragales como el Asturias Joven de Artes Plásticas por su arte basado en datos, con proyectos muy plásticos que rastrean su huella digital en Facebook o en Google Maps».

Además de este conjunto de ganadores del premio, el crítico destaca a Noemi Iglesias (Langreo, 1987), última ganadora del Premio LabJoven-Los Bragales y ceramista, «de exquisito trabajo con la porcelana, que ha perfeccionado en Taiwán, y al estupendo dibujante Mon Cabrales (Llanes, 1984), autor de inquietantes imágenes desenfocadas por superposición de capas, logradas mediante transparencias con un ligero desplazamiento».

¿Es posible establecer rasgos comunes en una generación, y en una disciplina, en la que la marca personal es tan relevante? En opinión de Feás «la característica principal de los artistas jóvenes es la indiferencia frente a las etiquetas clasificatorias, pues todos ellos se mueven con total desparpajo entre las diferentes disciplinas, pasando de una a otra sin inhibirse lo más mínimo, sin prejuicios ni contradicciones, sólo buscando en cada momento la herramienta que mejor se pueda adaptar a sus fines específicos».

El crítico apuntó que no conocen barreras, que quienes trabajan en lo pictórico no dudan en un determinado momento por explorar lo tridemensional y rozar la escultura; que quienes prefieren la fotografía terminen por romper y hacer saltar por los aires todos los códigos establecidos. «Aparte de las cuestiones de género, femenino, en su obra, concreta y figurativa a la vez, cobran importancia las preocupaciones sociales, en un sentido más amplio, y una explícita voluntad participativa, que va a hacer que varias de las piezas no estén terminadas hasta que se complete el ciclo expositivo».

En este sentido y respecto a la impronta generacional, Feás destaca que «pertenecen a una generación, la de los años ochenta, a la que ya no se le puede pedir la dedicación exclusiva, sino la tarea múltiple y el pluriempleo de la fuerza productiva, la mayor parte de las veces en precario. De hecho, bastantes piezas están integradas en series y se subdividen en dípticos y polípticos, como efecto de su condición posmoderna o quién sabe si como resultado de una división social de la que el arte no podía quedarse al margen».


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