Ignacio Peyró: «Escribir no es llorar, escribir es un privilegio»
Cultura
El director del Instituto Cervantes en Londres señala que «en el libro no hay ganas de hacer daño. Pero es cierto que siempre que escribes hay alguien que se molesta»
25 Dec 2020. Actualizado a las 05:05 h.
Gracias a la reciente publicación de «Ya sentarás cabeza» (Libros del Asteroide), la primera entrega de sus diarios, he tenido el gran placer de hablar con Ignacio Peyró (Madrid, 1980). Este libro es la recopilación de lo acontecido en la vida de Peyró entre el año 2006 y el 2011, sus momentos vitales y su labor como periodista durante esos años en los que uno ya no es joven pero tampoco es adulto. El escritor y actual director del Instituto Cervantes en Londres responde amablemente a mis preguntas recién llegado a la casa de campo familiar en Extremadura, tras varios meses sin pisar España.
-¿Cómo es ser español en Londres?
-No es nada especial, somos muchos. Siempre ha habido en Londres una importante presencia española. No nos es tierra ajena ni les somos ajenos a ellos.
-Está pasando unos días en España después de mucho tiempo.
-Llevaba desde el mes de febrero sin venir a España. Estoy en Extremadura, en el campo con la familia, rodeado de paisajes bonitos, y aquí estoy muy bien.
-¿Se ve aquí de nuevo?
-Sí, soy de España y me encanta. Yo no tengo fuera morada permanente, yo volveré muy contento.
-¿Los veranos en Extremadura forjan el carácter?
-Todo lo que vivimos forja nuestro carácter, para bien o para mal. El verano en el campo es bonito, es más tranquilo que la aglomeración de las playas y es más sencillo.
-¿Qué significa para usted la familia?
En el libro digo: «Los hombres y los chorizos se tiene que saber de dónde Vienen». Debemos estar contentos con lo que nos ha tocado, con la memoria de uno y con lo que somos.
-¿Ha sentado usted ya cabeza?
-Supongo que está más sentada que hace unos años, pero a la vez es bueno que siempre tengamos un pájaro por dentro: cierta inocencia, ingenuidad. Siempre hay que estar sentando cabeza, pero hay que darse un margen para poder hacer alguna pequeña locura.
-¿Por qué se define como conservador?
-Porque lo soy. Aunque el término absorbe muchas cosas, puedo ser conservador para algunas y no para otras. Es curioso la connotación negativa que suele acompañar a esta palabra.
-¿Alguien se ha molestado por lo escrito?
-No, nadie que yo sepa. En el libro no hay ganas de hacer daño. Pero es cierto que siempre que escribes hay alguien que se molesta, que prefiere que no escribas, es una de las pequeñas pesadumbres que hay.
-Ahora que todo lo prohíben y está mal visto, ¿es el hedonismo una forma de protesta, una defensa de la libertad?
-A mí la palabra hedonismo no me entusiasma demasiado, me parece un poco paganaza. Pero está claro que en la búsqueda de lo bueno hay un impulso noble, el buscar lo bueno hace que el mundo avance.
-¿Echa de menos esos lugares míticos, como Balmoral o Embassy, lugares que marcaron una época?
-El problema cuando algo cierra o tu rutina cambia es que te reordenan tu pasado, tu vida. Te han quitado algo a lo que ya no puedes volver, y eso siempre es dramático. Es una pena no poder volver a esos sitios donde has estado a gusto, en los que has sido feliz.
-Dice que «a la escritura hay que venir llorado». Sin embargo Larra afirmaba que «escribir es llorar».
-Escribir no es llorar, escribir es un privilegio. Nunca he sido de ese dramatismo, es que a mí no me parece mal que la gente haga el caso justo a los escritores. Sí me gustaría que en España la profesión de escritor fuese un poquito más respetada, que se tuviese más amor a la lengua y que la lectura fuese una pasión más transversal.
-El subtítulo de su libro reza «Cuando fuimos periodistas (2006-2011)» ¿Qué le ha dado el periodismo?
El periodismo es una excusa para escribir, para leer, para salir a ver cosas interesantes. El periodismo es una excusa para abrirse al mundo, aunque puede ser duro, es algo adictivo.
-¿Lo echa de menos?
-Estoy muy bien donde estoy. Siempre he tenido una carrera muy agradable, siempre con trabajos interesantes. Pero me encanta el periodismo, y de alguna manera u otra siempre me he mantenido cerca de él.
-¿Romantizamos la pobreza del periodista y del escritor, cierta vida bohemia, cuando en verdad no es más que precariedad laboral?
Yo para nada. Es precariedad y es dolor. Periodistas que llevan más de 20 años trabajando y ven como su oficio, su mundo, desaparece.
-¿Se reconoce en todo esto escrito hace años?
He cambiado bastante, pero es imposible no reconocerme, sé que era aquel. Vamos cambiando, es lo normal, pero hay un sustrato que siempre permanece.
-¿Es Ignacio Peyró un hombre nostálgico?
La pervivencia del pasado es algo bueno, todos lo llevamos, y si logramos que el pasado ilumine el presente pues aún mejor.
-Usted habla de la colonia Álvarez-González, de que algo han modificado en la fórmula y ya no huele como antes. ¿Estamos perdiendo la esencia?
Cosas que antes se hacían con inocencia ahora se hacen con astucia mercadotecnia. Las cosas antes, no hace tanto, eran buenas de por sí, no era necesario toda esa publicidad. Pero es que ahora este mundo va así.
-Trabajó en política escribiendo discursos para Rajoy.
Es un privilegio, una cosa muy hermosa, como desde Presidencia del Gobierno se ve todo el Estado.
- ¿Cree que se le da suficiente importancia y reconocimiento a la labor del Instituto Cervantes?
El Instituto Cervantes es un organismo muy bien valorado por los Españoles, genera un gran consenso en su misión. Es de las pocas Instituciones que desempeñando su labor consigue llegar a los corazones y a sus cabezas. Además, algo que no se sabe mucho, es que es un órgano clave para la coordinación con los países hispanoamericanos
-¿Es un gran lector de diarios?
Sí, siempre me ha gustado mucho. No es exactamente un diarista, pero siempre recomiendo leer a Azorín, no hay diarista español que no tenga algo que ver con él.
-Este libro abarca del 2006 al 2011, ¿veremos publicados más de sus diarios?
Sí, habrá más. Eso está escrito y ya firmado el contrato.
-¿Qué es la felicidad?
Podría ser tener tiempo para leer y escribir, para hacer las cosas sin demasiada prisa.